The Cortopolis Zone ha sido el nombre con el que la organización ha tenido a bien titular esta edición del mes de junio del festival de cortometrajes Cortópolis. Una sesión rompedora y diferente a las anteriores, porque semejante nombre no es en vano: 8 cortometrajes pertenecientes a un único género, el terror, y rodeados de toda una parafernalia en connivencia con ello.
Hay que tener en cuenta que el pasado día 27 de junio, este certamen mensual compitió con dos eventos paralelos que, sin duda, podían restarle público: por un lado, la semifinal de la Copa Confederaciones entre España e Italia; por otro, el concierto que Bon Jovi ofrecía en la capital y a precios de saldo, debido a “la crisis”. Lo cierto es que, una vez en la sala, a simple vista se observaba una gran cantidad de asistentes, quizás sin llegar a completarse el aforo, pero sí habiendo más de dos tercios de sala llenos, con la novedad de la visible presencia de un gran número de niños en las butacas, algo curioso tratándose de la sesión más terrorífica de cuantas se han visto… y así que lo padecimos algunos después, gracias a sus grititos, comentarios y algún espasmo ocasional.
Y es que la novedad que supuso la interactividad en esta sesión no sólo se vio reflejada a través de esa pareja de doctores zombis ensangrentados en el photocall, sino después, a la entrada del cine y, por último, en los interludios de las proyecciones, con la presencia de actores ataviados con diversas indumentarias causando estragos entre las filas de butacas. Por allí desfiló el mismísimo Leatherface, haciendo ruido y sobrecogiendo animadamente al personal mediante una sierra mecánica con olor a gasolina y demasiado real… También, un émulo de la niña de El exorcista, que se contorsionaba frente a la pantalla para asombro de aquellos que nos encontrábamos en las primeras filas. Y todo ello, por supuesto, acompañado de esa musiquilla punteada con tonos electrónicos que, sin ser idéntica, suponía un claro homenaje a aquélla mítica sintonía de Mike Oldfield que se usó para esa impresionante cinta. Esta jugosa ambientación -ideal para una sesión de este calibre, perfectamente complementaria a los cortos exhibidos- se la debemos al gran trabajo realizado por la empresa de efectos especiales Eme Makeup. Enhorabuena, porque conseguisteis vuestro propósito de acongojar pero, sobre todo, entretener al personal.
El origen de todo este cambio tan radical se lo debemos al cabreo del “nene”, símbolo del festival. Quien lo llevó a efecto privándonos de los pósters e incluso de los títulos de las películas proyectadas, dando solo unos apuntes sobre sus realizadores mientras aparecía con la indumentaria pertinente para cada ocasión; un buen método para mantener la intriga sobre lo que íbamos a ver. Pero la mecánica general de exhibición fue la misma a la de otras ediciones, incluyendo la presentación del premio del público de la pasada, que fue a parar a manos de Dani Romero por No mires ahí; felicidades para él porque la notable cota de calidad de su último trabajo así como su larga carrera sin duda merecen una recompensa así. Reseñar asimismo que, previo al pase de los cortos, se estrenó en primicia un sugestivo spot publicitario del festival Mad Terror Fest, festival de cortometrajes de Madrid que tendrá lugar el próximo mes de noviembre.
A continuación, el comentario detallado sobre cada uno de los trabajos vistos en junio. Un octeto de lo más sugerente y ecléctico aun teniendo en cuenta su adhesión a un mismo género. Piezas casi todas ellas de un altísimo nivel, alcanzando alguna de las mismas el merecido (y por otra parte ya reconocido) estatus de pequeña obra maestra del cine. En riguroso orden de exhibición y pudiéndose considerar todos los programados como “corto a traición”, puesto que, hasta el día de su proyección, se desconocían sus títulos; mantener un riguroso y efectivo sentido de la sorpresa ha sido la piedra de toque que ha marcado este sexto Cortópolis:
Malleus Maleficarum (Al Díaz). Tras su prometedor paso por Cortópolis en la edición de febrero, Al Díaz vuelve al festival con este trabajo sobre brujería. Una pieza de 4 minutos de duración en la que se nos brinda una serie de normas sobre el tema, con la diana de una mujer aparentemente maldita. El trabajo no pasa de la mera anécdota, y es una pena, porque el director demuestra su talento visual -como ya hiciera en la magnífica Stringless– pero, en esta ocasión, sin albergar un contenido o cuanto menos establecer un diálogo entre imágenes, sonidos y sensaciones con el fin de elaborar no ya una historia, sino un recuerdo o aroma a algo mayor, como sí ocurría en aquélla. A decir verdad, esa serie de modelitos de las protagonistas para cada uno de los episodios parecen tener un cometido puramente esteta más que narrativo, y bien lo saben los mismos responsables cuando, en la introducción, bromeaban al respecto. Sabiendo despojar ese innecesario tono cool, tomándose en serio a sí mismo y aprendiendo a manejarse en relatos de mayor enjundia, auguro a Al Díaz un futuro prometedor, porque talento no le falta.
Refugio 115 (Iván Villamel). El primer corto verdaderamente notable de la noche, este trabajo del barcelonés Iván Villamel nos devuelve a aquellos ignominiosos años 40 cuando España estaba enfrentada por sus ideas. Y lo hace a través de un túnel donde una serie de personajes se refugian de los bombardeos (aunque se pueda llegar a sobreentender el bando correspondiente, esto no se explicita ni se ahonda en la vertiente ideológica en ningún momento, lo cual es de agradecer puesto que despoja al relato de connotación política alguna para explotar así su vertiente puramente genérica). Iván demuestra su talento tras las cámaras mediante una planificación certera, que aprovecha cada recodo en su recorrido en pos de la extracción de la emoción y el miedo inherente a una situación como la planteada, donde los personajes se ven envueltos en la más ennegrecida oscuridad, tanto literal como metafóricamente; algo que refuerza el soberbio trabajo fotográfico, que ilumina y apaga, conscientemente, aquello que permanecía en indeleble tono gris. Porque, en efecto, este cuento sobre la inmundicia humana no es otra cosa sino la visualización de una terrible metáfora: aquella que impele la gravosa ruptura de nuestra condición como compatriotas, como hermanos de un mismo pueblo. Sólo se echa en falta algo más de peso narrativo para los personajes y los escasos diálogos que establecen, y quizás un mejor trabajo actoral, pero el alcance y cometidos principales de Refugio 115 -que apuntan directamente hacia la pasión de su autor por el cine de género bien realizado- quedan perfectamente conseguidos.
Leyenda (Pau Teixidor). Para el que esto suscribe, la pieza maestra de la velada junto al trabajo de Javier Chillón (y obviando a Raúl Cerezo, que lógicamente estaba fuera de concurso). Un cortometraje de género que se atreve a cruzar la línea de la decencia y de lo visible en el plano. Exquisitamente realizado, con el adelanto de tomas que a la postre revelarán su importancia, he aquí otro cuento, más macabro y crudo, en esta ocasión sobre la soledad y la superación infantil aun a costa de la transformación animal, y sobre el vital aprendizaje en historias más allá de la fea y cruda realidad. La brutal pérdida de la inocencia que aquí acontece se muestra mediante el frío exterminio de una pareja delante de los ojos de su pequeña hija. Una violencia que se adivina desde el momento de la aparición de la bestia, que revela su inhumanidad, y que se tornará explícita a través de la venganza de la, en apariencia, frágil criatura. El plano en el que todos estamos pensando, de aproximadamente un minuto de duración, es lo más bestia e incómodo que un servidor ha visto en mucho tiempo -sea en formato de corta o larga duración-, quizás desde esos fértiles años, a comienzos de este siglo, de irrupción de aquella ola de horror extremo francés (Haute Tension, Martyrs, A l’interieur, Frontier(s),…), indudable germen de una cinta como la que nos ocupa. Se puede debatir sobre la pertinencia de semejante mostración, pero el hecho de sacarse de las entrañas la visceralidad de un acto que encaje por necesidad en la historia y ser capaz de reflejarlo en la pantalla sin decoros ni florituras, supone un punto de valentía y transgresión a considerar; algo que, ni que decir tiene, no tendría cabida en la edulcorada industria cinematográfica actual. De ahí la importancia de un trabajo como Leyenda, que hace inopinadamente visible el profundo trauma de lo invisible.
http://www.youtube.com/watch?v=DTCvWdE2usQ
8 (Raúl Cerezo). El director de Cortópolis, Raúl Cerezo, aparece en pantalla con el piloto de modo mesiánico situado en on, haciendo gala de su habitual socarronería: “que se arme”, coro seguido por parte del público. Y vaya que si se armó, con la aparición en la sala de toda esa fauna del horror que antes comentaba. A continuación, su último cortometraje, el más reputado hasta el momento, con 200 nominaciones internacionales en su haber, casi nada. Una película muda de 13 intensos minutos de duración, con el motivo del octavo cumpleaños de un chico que se adivina maltratado por su inocencia. Una serie de invitados, ocho. Un aquelarre para acabar con el cabeza de familia, culpable del miedo colectivo, que también es nuestro. Todo está medido hasta el más mínimo detalle: desde la dirección de actores, que saca lo mejor de los mismos aun sin ser caras conocidas; hasta la fotografía, increíblemente detallada, vaporosa y pertinentemente lumínica; pasando por una planificación exhaustiva, que mide y aprovecha cada rincón de la instancia donde mayormente se desarrollan los hechos, fruto del afán en extremo perfeccionista de su autor. Y todo ello sin la necesidad de esgrimir una sola palabra, escuchándose tan solo los crispantes acordes musicales de Voro García, tan importantes en el aspecto narrativo como las propias imágenes del film. La evidente cinefilia de Cerezo hace confluir las obras mayores de Friedkin o Polanski en su trabajo, pero su visión propia como cineasta que ya es hacen avanzar a 8 varios pasos más allá de la mera cita para erigirse como un monumento único y mayor en su especie dentro del panorama cinematográfico de nuestro país. En unos días publicaré, en este mismo blog, un detallado artículo analítico de esta inmensa obra, que sin duda merece un espacio más alargado para indagar en sus múltiples virtudes.
Decapoda Shock (Javier Chillón). La otra gran pieza de la noche. Una auténtica marcianada obra de un autor que ya nos sorprendió con su impagable El mal de Schneider. Cabría clasificar a Decapoda shock dentro de la ciencia-ficción, pero esto sería hacerle un flaco favor a esta pieza transversal, difícilmente descriptible y luminosamente indescifrable; el reverso irónico, desvergonzado e igualmente genial de otro autor único e imprescindible como Velasco Broca. Una misión de exploración planetaria que se trunca por la picadura de un cangrejo y nos devuelve a un hombre-langosta que ha de indagar entre quienes le encomendaron la misión (con Gibraltar, nombre de su responsable, a la cabeza), con el fin de recuperar a su familia. Sí, este podría ser el inefable argumento de esta obra visionaria, que demuestra que aún queda mucho talento soterrado en España, a pesar de lo que puedan pensar muchos (y de la innecesaria visibilidad de otros). Planos impagables como ese en el que el protagonista cabalga a caballo en travelling lateral; o ese otro en el que permanece sentado solitario en el andén del metro, esperando la llegada del tren como otro cualquiera; o aquellos finales en los que se precipita la narración para mostrar una persecución casi policiaca; e incluso la incorporación de secuencias de una exquisita animación, que están acorde con el resto de imágenes, aportan un matiz de frescura y se antojan sencillamente arrebatadoras. La capacidad para extraer la carcajada del personal sin recurrir a los métodos habituales sino únicamente haciendo gala de lo bizarro en pantalla, resulta digna de elogio, y no hace sino terminar de encumbrar una película sencillamente genial, como pocas se pueden disfrutar hoy día en nuestro territorio. No pierdan el tiempo y corran a verla ya.
Shhh! (Freddy Chávez). No es fácil mantener el tipo compitiendo ante tanta obra capital del cortometraje, pero Shhh! es una muy digna muestra de cine de género, otra más. En esta ocasión, dirigiendo la mirada hacia el terreno de los miedos infantiles, el eterno problema del “monstruo” que acecha la imaginación de los más pequeños de la casa. Comenta uno de los responsables de este cortometraje en su presentación que se inspiraron en el temor que, al parecer, padecía Guillermo del Toro cuando iba a hacer pipí por las noches, y que le animó a dirigir películas para superar su propio miedo; no parece la única inspiración directa, puesto que parte de la imaginería y de las maneras visuales del famoso realizador mexicano están presentes aquí, incluso puede extraerse un parentesco con otra obra reciente apadrinada por él: Mamá (en su versión corta). Muy solvente visualmente y competente en los efectos especiales para el mencionado monstruo, el relato que ofrece tampoco da para mucho más, quedándose algo escaso en su recorrido y alcance finales, aunque dejando un agradable regusto como recuperación del cuento infantil clásico.
Hotel (José Luis Alemán). José Luis Alemán, responsable de esas dos monstruosidades que son el díptico de La herencia Valdemar, parece manejarse mejor en terreno corto. Así, su concepto de gran producción se invierte en su particular Hotel, una suerte de mágico hospedaje en mitad de ninguna parte y adonde llega un hombre exhausto y casi en las últimas. Decorado enteramente en cartón, el impresionante enclave y los misterios que parece esconder se establecen como lo mejor o más sugerente de un trabajo al que su giro final más que sorprendernos parece dejarnos interrogativos. No obstante, su imaginativo concepto en miniatura, que hace extensible la idea sobre la convivencia de mundos paralelos, resulta deliciosa y aporta un matiz clásico y una mirada pertinente hacia el fantástico, heredera de maestros como Jack Arnold o Jaques Tourneur, como bien se preocupa en reflejar en los títulos de crédito.
Tin y Tina (Rubin Stein). Última de las piezas de esta sexta sesión, última maravilla a exhibición. El tema de la dualidad se introdujo desde la misma presentación del director, que ofrecía su cara partida al público mientras disertaba sobre su trabajo. Un perfecto adelanto para lo que vendría después, en esta historia de dos hermanos complementariamente malvados, que planifican y consuman a sangre fría el asesinato de su padre. Una única habitación, un plano estático y un blanco y negro deslumbrante le sobran a Rubin Stein para acercarnos de nuevo a la atmósfera malsana y las pulsiones asesinas pero igualmente deliciosas de la etapa dorada de los monstruos de la Universal; sólo que con el aporte de un matiz de comedia pretendida del que aquellas carecían, objetivo marcado de raíz por la presencia de la pareja de niños protagonistas, que insuflan el punto de inocencia pervertida y terriblemente malvada sin dejar de encariñarnos por sus maneras silenciosas, de pretensión cuidadosa y del todo insospechadas. Un choque de sensaciones que, lejos de chirriar, fluye desde la pantalla hacia el espectador para ofertarle un torrente de extraña empatía, de dulce y retorcida conexión por lo macabro, reconducida de la mano de la inocencia que no es tal.
Y así acabó esta sensacional sexta edición. Observada en su conjunto, no cabe lugar a la duda de que se trata de una de las mejores sesiones que ha ofertado este festival, cuando no la mejor (y es que la organización se empeña en ponérnoslo cada vez más complicado en la elección, para bien de su esfuerzo). En primer lugar -no perdamos el foco de lo principal-, por la calidad intrínseca de los trabajos exhibidos, prácticamente notable en su totalidad con algún merecido sobresaliente; y en segundo término, pero no menos importante para la suma final, por la acertada incorporación del extra de la performance en vivo, sobre todo porque está en perfecta consonancia con la temática única y exclusiva de cine de terror que pudimos vivir, y disfrutar, en este maravilloso Cortópolis. Junio quedará para el recuerdo.





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