Crónica de Sitges 2014. Viernes 3 de octubre
2octubre 4, 2014 por Roberto García-Ochoa Peces
Otro año más octubre, sinónimo de gran festival, de cine en estado puro: Sitges ya está aquí. Colas interminables por acá y por allá, conversaciones cinéfilas (o cinéfagas) previas y posteriores a las innumerables proyecciones, camisetas negras por doquier, gente que no para de moverse de un lado para otro en esta bonita ciudad barcelonesa, comida rápida, expectativas, algún esperado reencuentro… Bienvenidos satélites de un festival de esta envergadura, fiel muestra representativa del estado actual del cine fantástico a nivel global, que no es poco decir.
En lo que a este cronista que, día tras día, hará llegar sus particulares impresiones sobre gran parte de lo aquí visto (y vivido), se refiere, un primer día siempre es insuficiente, algo así como el anverso de un coitus interruptus. Otras necesidades y el generoso desplazamiento ocasionan una tardía llegada. Que, por supuesto, sumada a los dimes y diretes con los voluntarios de prensa para recoger la acreditación, ocasionan, ya de primeras, no llegar a tiempo para el pase una cinta producida por Eli Roth dentro de su última actividad en colaboración con el cine chileno, ya que está dirigida por Guillermo Amoedo, coguionista de The green inferno, que ya vimos el año pasado en Sitges. Así, y confirmando los malos augurios de algunos, cayó finalmente de mi parrilla The stranger, que tenía previamente reservada. ¡Ay, las reservas! ¡Ese desafío paralelo al festival! Pero sobre esa divertida competición hablaremos en detalle otro día…
Dadas las horas, y descartada también la gala inaugural con el estreno de REC 4, queda ya únicamente disponible un pase, pero no uno cualquiera: mi primera proyección en este Sitges 2014 será la cinta británica Under the skin, que tantas y tan buenas sensaciones había causado a nivel internacional (y no sólo por los desnudos de la atractiva Scarlett Johansson). Pero antes da tiempo a comenzar la pertinente ración semanal de comida basura acompañado de buenos amigos, entre ellos Jordi, que como cada año hace las veces de taxista personal (e intransferible, como la acreditación) para cubrir el trayecto Barcelona-Sitges de la mejor manera posible. Y ya en la sede principal del festival, el Auditorio, al que a partir de ahora me referiré como Auditori (por aquello de ahorrar espacio), toca hacer la primera cola. Y vivir la primera diferencia relevante respecto a lo acontecido otros años: la proyección comienza con retraso. Más de veinte minutos de espera que, entiendo, vendrán encolados de otras proyecciones… Mis sospechas se encaminan hacia el nuevo método de lectura de pases, al menos en lo que concierne a prensa: nunca me terminaron de convencer los lectores de códigos de barras para eventos multitudinarios; entiendo la seguridad pero no siempre se acierta a la primera.
Superado ese lance (que, ojalá, quede como excepción), y una vez prácticamente se complete el aforo de esta inmensa sala, se apagan las luces, se pasa un divertido anuncio y aparece el gorila derribando aviones en la ciudad, y es entonces cuando explotan los aplausos, gritos y demás algarabía en general: ¡estamos en Sitges! Lo que sigue, pura hipnosis cinematográfica. Un torrente de seducción que comienza como si del último eco anómalo de 2001: Una odisea del espacio, se tratase; no es sino la detallada representación del proceso de creación, de la extraña e inexplicable metamorfosis de algo en otra cosa diferente: el ser que nos acompañará durante cerca de las dos próximas horas. Sólo que mantiene la imponente encarnación corporal que proporciona Scarlett Johansson -exquisito acierto de cásting, para con el sentido que recorrerá la historia-. Solitaria presencia sobre las grises calles escocesas, quizás más inhumanas que la propia protagonista, que cubrirá su inaprehensible misterio a través de la escasez de diálogo, pero empleándolo hábilmente desde lo más hondo de la seducción como para atrapar, literalmente, a los pobres aventurados seres que poblamos este mundo, por lo común movidos por el afán deseoso, por la culminación sexual. Ciencia-ficción de alta cualidad íntima que gusta de contemplar e intimidar al espectador desde la calma, sin olvidarse del resurgir del sentimiento, cuyo último resquicio es el miedo, aunque sea a última hora.
Una excelente introducción a esta edición que me permite irme conforme a la cama. Suena a poco y breve, pero lo que nos espera en los siguientes días será suficiente como para incluso volver a desear esta escasez, que en cualquier caso no es tal. Seguiremos informando.
Leído todo! A mí Under the Skin me pareció un mojoncete pretencioso!!
Para nada hombre, yo creo que es una buena película, dotada de una estética fascinante.