Crónica de Sitges 2014. Sábado 4 de octubre
Deja un comentariooctubre 5, 2014 por Roberto García-Ochoa Peces
Segundo día en Sitges y ya comenzamos con los maratones de películas, casi sin que uno se dé cuenta. Es llegar aquí y convencerte a ti mismo (sin necesidad de hacerlo adrede) de que tienes que ver tantas películas como puedas, aunque parte de tu salud mental y el descanso físico vaya en el envite. Ello ocasiona trastornos alimentarios y de sueño, lo que en verdad ayuda a convertirte en un participante más, firme y fiel, de la Zombie Walk general que, día tras día, desfila por las calles de la localidad. Sonrío hacia dentro, complacientemente, por todas esas personas sin sentido alguno del ridículo y sin embargo impelidas por un sano deseo de diversión, que maquillándose de las más variopintas maneras poblaron los cines y los paseos durante el día de ayer; sonrío, porque, aunque ninguno de ellos lo sepa, en el fondo estoy viviendo la misma experiencia (aunque sin la necesidad de explicitarla).
En lo que a proyecciones se refiere, comenzamos temprano. Son las 8.30 de la mañana y ya llego al Auditori, tras el pertinente engullido del desayuno; otra cosa no, pero ejercicio también se hace un rato a lo largo de estos diez días de estancia. Young ones es la primera película del día, un neo-western americano dirigido por Jake Paltrow, que está imbuido de manera permanente de un leve aire de ciencia-ficción, mediante la inserción de elementos, mecanismos y caracteres más propios de un futuro lejano en el interior de un ambiente rural situado en mitad del oeste americano. Bellos planos y una ruda aunque auténtica fotografía recorren las impresionantes localizaciones de un metraje que, con el paso de los minutos, rebajará la sequedad de su tono inicial para diluirse en un retrato de venganza algo descafeinado. La desaparición del plano de Michael Shannon es lo peor que le pudo ocurrir a esta irregular película.
Seguidamente, bajo de nuevo a las inmediaciones del pueblo (para llegar al Auditori hay que hacer una generosa distancia en subida; quince minutos que a veces parecen sacados de una buena peli de suspense con final, esto es, proyección, incierto). Es la primera vez que acudo a la sede de Brigadoon, un espacio alternativo -uno de los cuatro propuestos en el festival- donde se pueden ver muestras de menor presupuesto, trabajos cortos o documentales. Esto último es lo que escojo este mediodía: dos documentales sobre cine italiano de (sub)género: el giallo. El primero, Yellow fever: the rise and fall of the giallo genre, es una hora y media de declaraciones de algunos personajes del cine, reputados críticos y directores de aquellas películas de investigación policial, crimen variopinto y mujeres exterminadas, de débil trama por lo común pero imbuidas de una atractiva estética y producidas a lo largo de los años setenta y primeros ochenta. El encargado detrás de las cámaras es el crítico inglés Calum Waddell, una de las cabezas visibles detrás del sello inglés de ediciones de films de culto, Arrow Video, que tiene a bien presentarnos su trabajo. Muy interesante para todo aquel que quiera seguir profundizando en la lectura de estas obras, como un servidor, si bien cinematográficamente pobre; y aunque es de esperar que al espectador potencial de un documental como éste normalmente se le asigne el título invisible de “alumno aventajado”, no creo que resulte del todo necesario mostrar todos y cada uno de los finales de las películas clave del género que son comentadas. Lo mejor, sin duda, ver destriparse los unos a los otros: Argento afirma que superó a Bava y un Umberto Lenzi algo degradado y pasado de rosca deja claro que todas aquellas películas suyas fueron, sin lugar a dudas, capolavoro (obra maestra).
La segunda, Gli incubi di Dario Argento, es un documental dirigido por una de las voces más importantes y visibles del anterior, el realizador italiano Luigi Cozzi, un hombre que con aspecto de bonachón se planta en el escenario y comienza a reír. Gracias a su amistad con el retratado, ha podido recuperar material exclusivo de la televisión pública italiana, RAI, para que podamos vislumbrar algunos de los trabajos televisivos que Argento realizó para ella, con programas propios y presentaciones a lo “Alfred Hitchcock presenta” en prime time, en el momento en que tenía una gran reputación en su país (y fuera de él). Curioso aunque algo repetitivo hacia el final; muy interesante, no obstante, la última parte, donde desvela una buena ración de opiniones acerca no sólo de su mirada hacia el séptimo arte sino prounciándose sobre su vida personal.
Nos encontramos ya en plena tarde y toca sesión triple, lo que nos llevará a finalizar el día. Suerte estar tan bien rodeado en esta edición, y que conseguir un café en plena cola del cine para afrontar nuevas horas de entretenimiento sea tan fácil como pedirlo: Elvira, eres un cielo. Curiosa coincidencia en la programación, la de dos cintas noruegas, tan distintas y notables en sus respectivas propuestas. La primera de ellas es Dead snow 2: Red versus Dead, secuela de la cinta con la que Tommy Wirkola revolucionó el género zombi, incorporando nazis a la fórmula. Se trata de una continuación en una línea general similar a la primera, manteniendo los puntos cómicos si bien ampliándose el entramado -quizás en exceso-, las peleas e incluso el gore; empero pierde el punto de rabiosa originalidad y sorpresa con que irrumpió la original, así como parte de la notable estética que aquélla ostentaba, enmarcada en ese bello manto blanco que se ve brutal e inesperadamente salpicado de rojo. Pero en suma resulta una cinta harto entretenida y divertida, y así lo hizo notar el respetable. La segunda propuesta del país nórdico dista mucho de la anterior, y hace acopio de una línea de sobriedad condimentada con la justa dosis de un humor extraído de un pozo negro y notablemente punteada con precisas y terribles explosiones de violencia. La que viene a invadir la noble existencia de un pobre conductor de quitanieves (excelente, como casi siempre, Stellan Skarsgard), recién nombrado ciudadano ejemplar del año en una pequeña población, y que ante la desaparición y muerte de su hijo, decide hacer frente a la mafia noruega con el único objetivo de vengarle a cuelquier precio. Mordaz retrato del subsuelo de un país no tan ejemplar como muchos creen, el trabajo de Hans Petter Moland se manifiesta preciso, inquietante y demoledor, sin olvidar en el camino el ejercicio de la diversión y la peculiaridad en el peor de los contextos. In order of disappearance se antoja un título clave de esta edición.
Por último, otro de los que sonaban como platos fuertes en este Sitges 2014: The babadook, el debut en el largo de Jennifer Kent. Aborda la típica historia de pesadillas infantiles ante monstruos nocturnos, pero ésa es sólo la capa superior bajo la que subyace un completo estudio psicológico de la relación entre una madre con apuros económicos y su hijo hiperactivo, de la simbiosis del trauma, del intercambio y la transmisión del miedo en un ambiente de inseguridad y soledad ante una etapa que se antoja crucial en la existencia de estas dos almas desvaídas. Funciona muy bien como ejercicio de cine de género, consiguiendo mantener en vilo al espectador, bien recogidito en su butaca, pero lo hace aún más cuando se plantea la interiorización del elemento sobrenatural, y así se eleva como un notable ejercicio de terror psicológico. Esta noche toca recogerse pronto y arroparse hasta arriba con las sábanas. Sólo por si acaso.