Liberi armati pericolosi, de Romolo Guerrieri

junio 12, 2019 por Roberto García-Ochoa Peces

El crítico argentino Federico Fornasari ofrece una nueva colaboración con este portal y en esta ocasión nos prepara un pequeño viaje al corazón del cine policíaco italiano, el conocido como poliziottesco (entre otras acepciones), a través de la cinta Liberi armati pericolosi, dirigida por Romolo Guerrieri en 1976, escrita por el reputado Fernando Di Leo y Nino Ducci a partir de una novela del no menos prestigioso escritor italiano Giorgio Scerbanenco, e interpretada por Tomas Milian y Eleonora Giorgi en los principales papeles. Una muestra contundente de este tipo de cine, cuya salida en formato de alta definición se producirá en las próximas semanas en Europa y que, sin duda, bien merece una reivindicación.

 
Cartel original de Liberi armati pericolosi

Título original: Liberi armati pericolosi
País: Italia
Año: 1976
Duración: 100 min.
Director: Romolo Guerrieri
Guion: Fernando Di Leo y Nino Ducci, sobre la novela Bravi Ragazzi Bang Bang, de Giorgio Scerbanenco
Fotografía: Erico Menczer
Música: Enrico Pieranunzi, Gianfranco Plenizio
Montaje: Antonio Siciliano
Intérpretes: Eleonora Giorgi, Tomas Milian, Stefano Patrizi, Benjamin Lev, Max Delys, Venantino Venantini, Salvatore Billa
Género: policíaco italiano
Productora: Centro Produzioni Cinematografiche Città di Milano, Stacofilm


 

El poliziottesco italiano

El poliziesco -que se puede traducir literalmente como policial-, conocido por varias acepciones ya aceptadas dentro de la poesía cinéfila como “poliziotto”, “poliziotteschi” o “poliziottesco”, e incluso el más amplio “Euro-Crime” o “Italo-Crime”, se refiere al cine policíaco italiano del siglo pasado que se desarrolló esencialmente desde finales de los años sesenta hasta principios de los ochenta, siendo la prodigiosa década intermedia entre ambas la más fertil en cuanto al número de producciones. Sus imágenes poderosas, con grandes dosis de truculencia, resultan ser objeto de una interesante revisión en años recientes gracias a los esfuerzos de ediciones en formato doméstico repletas de contenido adicional, hallazgos en internet, fanzines, etc.

fotobusta italiana de Liberi armati pericolosi

Género o subgénero (algunos lo mencionan indistintamente sin albergar prejuicios o intenciones maliciosas), su estilo operístico y visceral resulta una verdadera experiencia sensorial con acción a raudales y un frenesí cercano a la locura, con una puesta en escena brillante y exponentes próximos a obras maestras y otros, menores, que albergan el atractivo visual por el mero hecho socio-histórico: esa rara cualidad que les proporciona haber sido filmados en tiempos políticamente turbulentos. Los años setenta vienen a reflejar, como sucede en una gran parte de occidente, una Italia dura, violenta, marcada por la crisis económica, la acción mafiosa y la corrupción. El poliziesco contó esos crueles días con verdadero realismo, de forma dura y sin concesiones.

Cercano a la tradición del policial norteamericano (y al polar francés, no olvidemos), su estética particular nos acerca a un modo y a una época de vivir que resultan apasionantes. Cada filme es un itinerario violento por paisajes urbanos y suburbanos de grandes ciudades italianas, especialmente Milán, a la que podríamos considerar como la capital del poliziesco, dada la cantidad –y calidad- de películas que se filmaron allí.

 

Una muestra contundente

fotobusta italiana de Liberi armati pericolosi

Liberi armati pericolosi es un excelente exponente de este subgénero. Aun sin ser tan reconocida ni estar suficientemente reivindicada, merece la pena exponerla para su disfrute y análisis, ya que posee varias de las constantes de aquel magistralmente ejecutadas. El argumento es sencillo y apunta directamente al corazón del espectador ya desde los brillantes títulos de crédito, en los que advertimos a tres jóvenes burgueses en Milán, desencantados por el aburrimiento que los rodea, que se dedican a pasear por las populosas calles, observar vidrieras y gastar pequeñas bromas. Nada destacable parece suceder en los primeros minutos, pero lo que advertimos como un día normal pronto se transforma en uno de furia. En efecto, una fechoría inicial algo inocua (el robo de un coche estacionado para dar una vuelta) genera una escalada de violencia sin miramientos.

Así, Mario (Stefano Patrizi) lidera al trío de psicópatas en una road movie delictiva por toda la ciudad de Milán. Gío (Benjamin Lev) y Luis (Max Delyz) acompañan, cada uno a su modo, lo que parece arrancar con una travesura y termina con masacres de todo tipo. La acción transcurre en una jornada, desde la mañana hasta ya entrada la tarde, y por ella desfilan un sinnúmero de personajes que tienen la mala suerte de encontrarse con el feroz grupo. Desde el comienzo se resume en el filme el tedio y apatía de estos niños adultos a los que nada les importa, y cuya búsqueda de emociones fuertes únicamente puede calmar sus sentimientos de frustración.

Tomas Milian, en una atípica actuación, es un honesto y aplacado comisario que no pierde la calma en tratar de atraparlos, pese a la locura criminal que pone en vilo a toda la población. Eleonora Giorgi (destacada por su papel en la cinta de horror Inferno, de Dario Argento), novia de Luis, aporta resignación y sensualidad y trata, en la medida de lo posible, de ayudar a la policía para que su novio no termine de la peor forma. Los celos e intereses diversos entre el grupo no tardarán en aflorar.

fotobusta italiana de Liberi armati pericolosi

El experto Romolo Guerrieri (tío y hermano de los también realizadores y conocedores eximios en la materia, Enzo G. Castellari y Marino Girolami, respectivamente) ejecuta la dirección con adecuada pericia. Basada en la novela de Giorgio Scerbanenco Bravi Ragazzi Bang Bang y con guion del maestro Fernando Di Leo, quien siempre ha tenido predilección por el escritor, la película exhibe el desencanto de una sociedad que es pura impotencia ante la violencia y corrupción omnipresente. “Milán es como Chicago, ¡viva Al Capone!” refiere el excitado Gío, mientras arroja dinero recién robado desde la ventanilla del coche a los peatones que miran azorados.

Inolvidable es la escena en la que Milian reprocha a los padres la mala crianza de sus hijos delincuentes y les señala duramente la falta de atención a sus necesidades emocionales. En la práctica, los responsabiliza por los hechos cometidos. Empero, el relato, más allá remover ciertos aspectos básicos de la familia como institución, toca otros valores, morales y éticos, acerca de lo que estaba sucediendo en Italia en esa época. Por su lado, la música, esencial en la tématica, adopta aquí un tono melancólico de acuerdo a la realización de los compositores Gianfranco Plenizio y Enrico Pieranunzi. El tema principal se repite constantemente y acompaña los momentos de quietud y reflexión de los protagonistas, cada vez más alienados en el periplo urbano.

Nos encontramos, en definitiva, ante una muestra contundente y representativa del cine criminal italiano, que se ve potenciada, como es habitual, mediante brillantes e hipnóticas escenas de persecuciones y muertes creativas, además de grandes actuaciones aunadas a la simpática presencia de conocidos secundarios como Venantino Venantini, Tom Fellegui, Antonio Guidi y a un joven Diego Abantantuono, como proveedor de armas.

Federico Fornasari

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