Arranca la 56 edición del Festival de Sitges, Sitges 2023. Este año nos desplazamos a la bella localidad catalana transcurrido solo un día del comienzo oficial, y abandonaremos también antes de que finalice oficialmente; esta decisión viene motivada porque, según la experiencia que otorgan los años -y son ya 11 consecutivos cubriendo el mejor cine fantástico mundial, solo interrumpidos por el fatídico 2020-, y aunque cada día siempre haya algo que merezca la pena, en los primeros suele programarse algún estreno potente, que solíamos perdernos por la decisión de venir transcurrido ya el primer fin de semana. No volverá a suceder.
Gracias a esto podré presenciar la nueva obra del maestro Hayao Miyazaki, El chico y la garza, o la polémica Club Zero, dirigida por Jessica Hausner, además de la surcoreana Sleep, de Jason Yu, o Wake Up, la nueva obra de los directores de Turbo Kid. Las repasamos a continuación en esta crónica inicial, subrayando de antemano que no puede ser casualidad que sean varios de estos títulos los que se embarquen de lleno en el debate en torno a la cultura «woke», cuyos tentáculos se extienden mucho más allá del panorama audiovisual (que no deja de ser un reflejo de la realidad, o cuando menos de una parte de la misma; cuestión cada vez más evidente en Sitges). Si aún no está usted, apreciado lector, familiarizado con el término, quédese tranquilo: al término de estas líneas lo estará. Y muy probablemente no será la última vez que lo escuche citar en otras tantas crónicas que seguirán durante la intensa próxima semana, también conocida como: la semana que devoré al cine (o al revés).
club zero (Jessica Hausner) – Oficial Fantàstic Competición

Comenzamos la jornada del viernes 6, tras volcar apresuradamente las maletas en el hotel y comenzar la marcha ligera en dirección al Auditori para recoger la acreditación, con Club Zero, nueva película de la directora austriaca Jessica Ausner. Protagonizada por la solvente Mia Wasikowska, la cinta se erige como una diatriba crítica contra cierto fanatismo dietético -con su correspondiente enlace medioambiental: se habla incluso de la posibilidad de no ingerir alimentos para pasar a alimentarse exclusivamente del sol; una práctica absolutamente real conocida como breatharianism– presente en el discurso woke que impera estos días en la sociedad, en el que la directora apunta no solo hacia su (falaz)contenido, sino hacia el origen social de aquellos que se someten a su posible penetración, véase, la alta sociedad, y en concreto hacia la figura de unos padres que mantienen la firma creencia de que la élite de la educación reside en la apariencia, abandonando fatalmente la supervisión del contenido.
Pretendidamente provocador en determinadas secuencias literalmente poco digeribles, el filme, no obstante, bascula siempre sobre la misma idea y da vueltas sin demasiado sentido sobre ella, sin pretender establecer ni juicios ni tan siquiera cuestionamientos (no digamos ya conclusiones) sobre la muy interesante, así como controvertida, materia de discusión al respecto, que tantas derivadas ocasiona en la sociedad moderna, limitándose la cámara a rodear a sus jóvenes y poco cultivados personajes a través de encuadres o soluciones en demasiadas ocasiones harto extraños, como esos zooms básicos sobre el diálogo que pronuncia alguno de los mismos. Es por ello que lo más interesante se deduce a partir de su rompedora y original estética -evocadora de Wes Anderson, por citar un nombre de actualidad-, que provoca una frialdad chocante merced a su rico colorido y llamativa arquitectura, y que desluce un fondo del plato de todo punto desperdiciado; o cine que se encuadra en el premio al continente por encima del contenido.
el chico y la garza (Hayao MIyazaki) – Oficial Fantàstic – sesiones especiales

Una década después de El viento se levanta (2013), Hayao Miyazaki regresa a la dirección de largometrajes con la estupenda El chico y la garza. Presentada solo unos día después de su estreno en San Sebastián en el marco de la sección Anima’t pero fuera de concurso, y a solo veinte días de su estreno oficial en salas, este título supuso el pistoletazo de esta sección que ahora cumple su trigésimo aniversario en el festival, y que fue presentada con todos los honores por el director del mismo, Ángel Sala, ante una audiencia afanada en aplaudir cada nuevo crédito del estudio Toho y Ghibli que se sucedía en el pantallón del recinto principal del certamen, el gran Auditori.
El chico y la garza demuestra el potencial ya conocido del maestro de la animación japonés a través de la historia de un chico que pierde a su madre durante la Segunda Guerra Mundial y se ve obligado a mudarse, junto a su padre y la pareja de este, a una localización rural. El lugar apropiado para que se desate la magia de la imaginación más pura y bella que pueda imaginarse, la que alude a la exploración personal, al sentido del viaje de superación del trauma, acompañado de seres interdimensionales que mutan su carácter en función del recorrido, con espacio para la conocida sorna japonesa y, a su vez, para el pasaje subterráneo que merodea incluso con el terror… sin llegar asumirlo más que como vertiente de representación de una fantasía exaltada y excelsa. Otra nueva maravilla que atesorar y a la que será menester volver a acudir, tal y como sucede con tantas otras joyas paridas desde este singular estudio.
MOON GARDEN (RYAN STEVENS HARRIS) – NOVES VISIONS

La mañana del sábado 7 amanecemos (el plural, aunque inconsciente en la inmensa mayoría de sus citas, no es mayestático, y suele referir a la inseparable compañía de Alfredo Paniagua, responsable del medio Fiebre de Cabina) con apenas un puñado de horas para engullir el desayuno que sirve el hotel, como siempre por delante de la hora habitual estos días de octubre, para volver a encarar la subida hacia el Auditori. Pero en esta ocasión damos con nuestros pies en la sala Tramuntana, espacio contiguo a aquel, bastante más reducido en todas sus dimensiones y principalmente pensado para pases de prensa en horarios menos accesibles al público general, si bien solo las primeras filas se destinan a los medios y la sala suele hacer concurrir a un numeroso grupo de personas.
Sea como fuere, y por los vericuetos de la programación -cuestión que requerirá un comentario dedicado, en otro día u ocasión-, arrancamos con una cinta modesta como Moon Garden, enmarcada en la sección Noves Visions, dedicada a aquellas propuestas más arriesgadas, novedosas o, sencillamente, con menor aparato de producción y distribución a su alcance. La premisa de Ryan Steven Harris es muy clara: la radical y enfermiza visualización del horror mental que padece una niña pequeña, tras el ingreso hospitalario y el coma que padece a causa de la caída que sufre como consecuencia de presenciar la enésima discusión de sus progenitores. Su mejor baza es, precisamente, la desaforada representación metafórica del trauma que afecta a la protagonista, bañada en una imaginería de semejanza gótica con monstruo devorador incluido; y su mayor defecto radica en las tremendas irregularidades narrativas y de tono que recorren tan ricas y esforzadas imágenes, que acaban por sacar de la película al espectador por la necesidad de justificar sus idas y venidas entre la realidad y la ficción. Se agradecen, no obstante, propuestas de este tipo en Sitges, porque hacen cuña de la auténtica acepción del fantástico de la que se vanagloria un festival como este, y que cada vez encuentra menos justificación en la Sección Oficial a concurso (baste leer, como muestra, la reseña inicial de esta entrada).
sleep (jason yu) – Oficial Fantàstic Competición

Regresamos a esa Sección Oficial con honores, porque la cinta surcoreana Sleep venía precedida de cierta alabanza tras su paso por la Semana de la Crítica del festival de Cannes, y su visionado viene a corroborar las (buenas) sospechas. Con la presencia en la sala Retiro de su director, Jason Yu, y de una de sus actrices, la película se adentra en la existencia de un joven matrimonio, que espera la llegada de un bebé, para hacer mella en su patente crisis merced a la introducción de un aparente trastorno del sueño que padece el personaje masculino. La cuestión evolucionará hacia otros derroteros que, lógicamente, no desvelaremos, pero la enorme valía de su mirada fantástica nace y muere en la lectura de la (des)afección humana y el necesario cuestionamiento de la convivencia en felicidad como pareja, cuestiones que Yu maneja con estudiada pausa y un elegantísimo trazo audiovisual sin tendencia al subrayado, por más que en ocasiones termine por aparecer en una cinta de estas características. Un título que apunta alto en el particular top que llegará al final del festival por parte del abajo firmante.
WAKE UP (RKSS) – Oficial Fantàstic Competición

El trío formado por Anouk Whissel, François Simard y Yoann-Karl Whissel, que firman conjuntamente como «RKSS» y son responsables de ese dúo de títulos de consciente aroma retro (ochentero) –Turbo Kid (2015) y Verano del 84 (2018)-, subieron en la tarde del sábado al escenario del Auditori para presentar su nueva y esperada obra, Wake Up, que continúa en parte la línea marcada por aquellas. Y digo en parte porque, si bien esta acepción del slasher más festivo puede remitir a los modos desinhibidos y macarras de entonces, su diana hacia la chavalería woke (sí, otra vez: a un grupo de adolescentes que se dicen activistas no se les ocurre mejor idea que colarse en un centro comercial émulo del Ikea para pinturrajear paredes y jugar al paintball) vuelve a poner el foco en los temas y estructuras de más rabiosa actualidad.
Así, lo que en los primeros minutos podría parecer una broma de mal gusto, pronto torna en episodio de terror muy real, cuando aquellos tienen la mala suerte de cruzarse con un vigilante de ideología y modos, digamos, más pragmáticos. Los RKSS envuelven el juego en un survival dinámico, aguerrido, violento… y plenamente autoconsciente. Y de esta forma, a través del puro divertimento, lanzan una punzante diatriba contra una ideología tan bienintencionada como ingenua, avisando del peligro de su fácil derribo a partir de la brutal inversión de su premisa. No por casualidad el término woke deriva del wake up del título. Poca broma.
The seeding (barnaby clay) – Oficial Fantàstic Competición

Debut en el largo del londinense Barnaby Clay, y protagonizada por Scott Haze (visto en Venom) y Kate Lyn Shell (rostro visible de la estimulante She Dies Tomorrow), The Seeding plantea una encerrona de aquel en medio de una tierra baldía por parte de un sádico grupo de jóvenes, forzado a convivir (y quién sabe si procrear) con el personaje de ella sin mayor motivo o exposición ante semejante aberración. Clay, asimismo guionista, tampoco parece demasiado preocupado en otorgarnos no ya respuestas, si no al menos pistas de este misterio -ni siquiera se aproxima a los malhechores, limitándose a filmarlos ocasionalmente a lo alto de la colina en contrapicado-, y de este modo concentra todos sus esfuerzos en la tensión inherente a la supervivencia del protagonista. Sin embargo, hay (demasiados) momentos en los que podríamos olvidarnos de que este está en situación de peligro y tratando de sobrevivir… Podría seguir, pero realmente no merece la pena. Un título que no justifica su presencia en la Sección Oficial.
NIGHT OF THE HUNTED (FRANCK KHALFOUN) – SESIÓN ESPECIAL MEDIANOCHE Órbita

Fin de fiesta en la madrugada del sábado al domingo (sí, esta crónica que usted lee ahora sale, precisamente, gracias a la falta de sueño reciente, así que disculpe de antemano la falta de creatividad) con un supuesto doblete: Night of the Hunted más La bala de dios (Nick Cassavetes). Y digo supuesto porque nos marchamos al término de la primera; en primer lugar porque parece la nueva cinta de Franck Khalfoun se antoja más apetecible, asumible y directa al grano -hora y media de duración-, en segundo lugar porque, además de programarla después, el segundo título suma una hora más de metraje al citado y se estrenará comercialmente en un mes en España, y por último, pero no menos importante, porque, de lo contrario, usted no estaría leyendo esto ahora.
Y lo cierto es que la nueva obra del cineasta responsable del estupendo remake de Maniac (2012) resulta muy disfrutable. A partir de una premisa mínima (un francotirador acosa a una chica en el interior de una gasolinera) el francés despliega un ejercicio de tensión que apenas decae y que alberga reveladores momentos de diálogo víctima-verdugo a través de los que establecer hipótesis sobre el nefasto comportamiento de la sociedad USA respecto a sus constantes crímenes con armas, así como lanzar una nueva diatriba (¡otra más en apenas dos jornadas!) sobre cierta superioridad moral asumida en la tendencia woke (el criminal así se lo espeta a su presa en un determinado momento). Hay más contención que acción en el sentido tradicional del término, y aunque no resulte memorable en ninguno de sus apartados, son este tipo de películas las que uno más acaba disfrutando en el festival de Sitges: directas y eficientes en su (aparente) sencillez. ¡Seguimos!
