Crítica de Una batalla tras otra, de Paul Thomas Anderson

Paul Thomas Anderson adapta de nuevo, en su décimo largometraje, al escurridizo autor norteamericano Thomas Pynchon, sin duda uno de sus referentes (no solo morales). Después de hacer lo propio en Puro vicio (2014), ahora le ha tocado el turno a Vineland (1990), donde se sigue a un grupo de revolucionarios dispuesto a emprender la acción violenta contra un estado fascista opresor. Una de sus pocas cintas ambientadas (supuestamente) en la época actual, Una batalla tras otra supone otro ejercicio de caos cinematográfico controlado por parte del cineasta californiano; una película-río, en remedo del libro original, donde el final no importa tanto como el dudoso camino emprendido por sus personajes y el gozo que nos supone transitarlo junto a ellos.

Cartel original de Una batalla tras otra, dirigida por Paul Thomas Anderson

País: Estados Unidos
Año: 2025
Estreno: 26-9-2025
Duración: 161 min.
Director: Paul Thomas Anderson
Guion: Paul Thomas Anderson
Fotografía: Michael Bauman
Música: Jonny Greenwood
Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Teyana Taylor, Sean Penn, Benicio del Toro, Chase Infinity, Regina Hall
Género: contrarrevolución
Productora: Ghoulardi Film Company, Warner Bros

 

CHAOS REIGN

En su último largometraje, Paul Thomas Anderson incide en algunos de los temas que más parecen atormentarle. El más visible es el de la paternidad, más específicamente, su naturaleza frágil. Según sus propias declaraciones, empezó a escribir la película hace más de veinte años, obsesionado por la lectura de Vineland  (1990), la novela-río escrita por el inefable, misterioso y muy difícilmente adaptable –pese a que ya hiciera lo propio en Puro vicio (2014)– Thomas Pynchon, a la que ha vuelto en repetidas ocasiones hasta culminar en One Battle After Another, nueve películas y cuatro hijos más tarde. Una superproducción que ha costado en torno a 130 millones de dólares, más del triple de su más costosa hasta la fecha, la inmediatamente anterior Licorice Pizza (2021), saliéndose, así, del contenido marco de producción que ha caracterizado su impecable carrera.

Leonardo DiCaprio y Benicio del Toro en Una batalla tras otra

La paternidad entendida como un elemento de disrupción familiar, de piedra imprevista en el calzado de la vida a la que hay que enfrentarse para hacer callo en su tránsito. O como ejercicio de simple supervivencia, tal y como le sucede a Bob (Leonardo DiCaprio) después de que su pareja, Perfidia (Teyana Taylor), decida renunciar a la parte que le corresponde en su rol materno para continuar ejerciendo la violencia callejera en defensa de unos ideales revolucionarios, como parte del grupo French 75. Y por aquí enlazamos con otro de los temas principales que presiden esta obra: el de la batalla política. O el papel que la sociedad civil ha de jugar frente a un estado fascista, que ejerce su represión contra la población a través de la amenaza, su retención alegal y una constante demostración de fortaleza mediante el ejercicio de las armas sostenidas por el apéndice militar, convenientemente apoyado por círculos de poder ocultos pero que rigen el correcto estado de las cosas según su propio orden y concierto, con el único objeto de preservar su propio bienestar y estatus de privilegio.

Teyana Taylor en Una batalla tras otra

Pero no cabe llevar a equívoco: la película no pretende explorar a fondo estos temas, sino transitarlos como una parte indisociable de sí misma; acaso, de una realidad en la que resulta imposible penetrar (sin salir severamente perjudicado). El tono que imprime Anderson es el habitual en su obra: aquel que promueve el libre albedrío y el desconcierto de sus propios personajes. Un caos controlado de difícil parangón en el cine actual. De nuevo, asoma en la esquina la anárquica figura de Pynchon, que probablemente reiría a carcajada limpia presenciando los calamitosos derroteros de personajes-paria como el propio Bob –suerte de sosias envalentonado de El Nota, despertada su conciencia desde lo más hondo del sofá y erguido en la batalla en torno a esa bata a cuadros que devendrá, sin duda, símbolo pop–, el desconcertante Sensei Sergio (Benicio del Toro) y, sobre todo, un omnisepresente Steven J. Lockjaw, némesis del anterior y cuya histriónica interpretación a cargo de Sean Penn se erige en otra de las columnas vertebrales del filme, por cuanto mimetiza el improbable espíritu subversivo que suyace, latente, en las imágenes. Un cuadro paródico como alegoría de la supervivencia en tiempos convulsos y de difícil asimilación.

Sean Penn en Una batalla tras otra

Otro de los sostenes de la obra, que bien merecería un comentario aparte, es el apartado musical. De nuevo Jonny Greenwood (guitarrista y teclista de Radiohead), habitual colaborador del director, se encarga de componer una banda sonora que funciona a modo de perfecto trasiego de las interminables imágenes concebidas por aquel, sirviéndolas con un ritmo endiablado y un dinamismo encomiable. Una sinfonía de la exasperación ejecutada a partir de guitarras levemente distorsionadas, en conjunción con sus habituales disonancias electrónicas de carácter experimental y un constante tecleo de piano en antítesis del pianísimo, esto es: pretendiéndose marcar siempre como sustrato, antes que como acompañamiento, de las ácratas secuencias que se suceden cual caudaloso río a punto del desborde. Si es que la inundación no está ya, de hecho, encima nuestro.

Apenas un tercio de las realizaciones de Thomas Anderson se ambientan en el tiempo presente. Una batalla tras otra es una de ellas. O eso podríamos deducir a partir de los escenarios, las tecnologías y las situaciones de revuelta que se dan cita a lo largo del vasto arco narrativo. Sin embargo, cabe pensar, dada la natureza caótica de los hechos y su manera de relatarlos, así como ciertas exageraciones en su presentación, que el cineasta de California ha querido poner en escena una suerte de controvertida realidad distópica. Acaso no muy distante, en tiempo y forma, de la que estamos padeciendo ahora, que ha derivado en una violenta polarización de la sociedad –tal y como explora Ari Aster en Eddington, otra cinta comprometida, no por casualidad coincidente en el tiempo de estreno y con la que, sin duda, forma un explosivo y enriquecedor programa doble–, pero que está a punto de suceder si no ponemos freno al auge global de la extrema derecha que en estos momentos ondea su estrellada y barrada bandera desde la capital del mundo. 

Leonardo DiCaprio protagoniza Una batalla tras otra

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