Europa
Deja un comentariomarzo 18, 2013 por Roberto García-Ochoa Peces
La cámara, estática, enfocada hacia los raíles. Un tren en marcha. El lento transcurrir del tiempo. La monótona velocidad que invierte su sentido creando la sensación del movimiento parsimonioso. La continua altisonancia inacabada del acorde musical. La inefable voz en off de Max von Sydow. El inicio de la que probablemente sea la mejor obra de Lars von Trier es un ejercicio de perfecta hipnosis. Un comienzo grandioso que nos introduce en Europa, a nosotros, espectadores, y a nuestro álter ego, Leopold Kessler, principal protagonista de la cinta. La cuenta adelante comienza y, cada vez un poco más profundo, penetramos seducidos en un territorio desconocido, el corazón del continente, la Alemania deshecha tras la Segunda Gran Guerra. Aún no lo sabemos, pero cuando lleguemos a diez, nos encontraremos tan fascinados que no podremos escapar de Europa.
Así ocurre cuando el joven Leo, inocente americano, llega al país para colaborar en la empresa ferroviaria Zentropa, en la que también trabaja su tío, se aventura en un viaje desconocido a través de las brumas de una nación, de un continente, derruido por la guerra, asolado por la mentira, la corrupción y el rencor. Él nos representa, por simbolizar el viaje virginal hacia la difícil exploración e imposible reconstrucción de los infiernos de la confrontación, por asomarse bienintencionadamente a la negrura del abismo humano.
Haciendo hincapié en la temeridad de su personaje y en la variabilidad de los sentimientos que a lo largo del minutaje éste encuentra en su tortuoso camino, el genial director danés alterna la mayoritaria filmación en blanco y negro con halos reveladores inundados de color, y no necesariamente dibujando en todo el plano, sino eventualmente en rincones, detalles o simplemente personas cuya significación, conforme al instante, quiere resaltar. Pero, en su particular viaje, el de la enriquecedora exploración técnica, el realizador va un poco más allá y juega a sobreimpresionar fotogramas con el objetivo de componer imágenes bellas a la vez que intrigantes (como cuando Kessler corre en el interior del tren mientras un reloj aparece al fondo del fotograma; o aquélla en la que le confronta con la mujer que cree amar), que ayudan a reforzar, un poco más, la progresiva angustia en la que se ve inmerso su individuo. Por todo ello, la fotografía resultante en el film permanecerá en nuestras retinas aun después de su visionado, por cuanto la mixtura de sus eclécticas vertientes -por un lado, la más clásica y sobria; por el otro, la más arriesgada y conceptual- supone un logro visual superior, que confiere a la obra un acabado visual atractivo y exquisito.
Sin apenas tiempo para la melancolía que insinúa la hermosa música, y descartada la componente amorosa por revelarse anexionada a la detestable farsa política, sólo queda rendirse a la pulsión fatalista que se aviene desde el mismo inicio, cuando nuestro cuerpo decidió zambullirse en los designios de la irrefrenable atracción, despojado de la razón. Es Europa, eterna fuente de conflictos, rico seno de sensaciones, motor de las más diversas explosiones.
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Categoria: Cine de culto, Crítica, DVD/Blu-ray | Etiquetas: crítica Europa von Trier, Europa, ferrocarril, Jean-Marc Barr, Joachim Holbek, Lars von Trier, Max von Sydow, Segunda Guerra Mundial, Udo Kierr, vías del tren