Gaspar Noé enamora en 3D al Auditori de Sitges 2015
Deja un comentariooctubre 15, 2015 por Roberto García-Ochoa Peces
En la tercera y cuarta jornada del festival destacó Love 3D, dirigida por el controvertido Gaspar Noé, que desentraña el complejo sentimiento del amor sin pudor pornográfico. También reseñar el buen trabajo de José Skaf en su cinta de debut: Vulcania.
Tercera y cuarta jornada del festival, con un nivel de los títulos por debajo de lo esperable aunque deparando pequeñas joyas que, a buen seguro, crecerán con el paso del tiempo, caso de la española Vulcania, que sabe aprovechar sus limitados recursos para entregar una notable obra de ciencia ficción realista y de índole político, sin la necesidad de subrayar su contenido. Y no pudimos tener mayor suerte de acabar estos días intensos con la proyección de Love 3D, del genial y provocador Gaspar Noé; a su término, la inmensa mayoría del Auditori -sede principal del certamen y la única posible para la exhibición de las tres dimensiones en toda su magnitud, aspecto crítico en la presentación de esta obra de la misma manera que ocurría el año pasado en Adieu au langage 3D, dirigida por Jean-Luc Godard- brindó un sonoro y prolongado aplauso a esta radical, sentida y, en suma, mangnífica película.
Vulcania (José Skaf)
Debuta en el terreno del largometraje José Skaf y lo hace con una obra madura y bien medida, suave en su discurrir pero implacable en su mensaje y resolución. Se trata de una distopía que, en verdad, ya hemos vivido y que no sería de extrañar volvamos a vivir. Precisamente sobre el vértigo y la paradoja que supone esta contradicción se erige la inquietud que desprenden las imágenes y que no deja de incidir sobre el pensamiento del espectador, incómodo ante la represión que sufren los personajes -una comunidad cerrada, que vive por y para el trabajo en una fundición- si bien esperanzado ante la progresiva toma de conciencia y rebelión por parte de uno de ellos. El elemento fantástico se incorpora de manera ocasional y harto inteligente, y se entremezcla con la materia del relato para conformar una oda al escapismo y a la revolución bien entendida. Uno de los mejores trabajos españoles presentados durante el festival, aun sin armar tanto ruido mediático ni jugar su baza sobre artificios formales como otros.
Baskin (Can Evrenol)
Otro debutante, solo que adepto a unos modos de representación opuestos al anterior: la brutalidad (y lo bruto) como guía de ruta. No implica una connotación negativa per sé, y de hecho Baskin funciona como lo que prentede: un artefacto de claro efecto acongojante sobre aquel que se atreva a enseñar la mirada por encima de la espiral de locura que plantean sus imágenes. Lo que empieza como un juego de niños adultos (un grupo de policías apostando sobre los resultados de la liga española de fútbol mientras degustan su cena) acaba en una inmersión completa dentro de una pesadilla barroca y oscura hasta decir basta. Se adivina en Evrenol el intento de enfrentar a las fuerzas del orden modernas con la barbarie inmisericorde radicada en las leyendas ancestrales del pueblo turco al que pertenece (y la imposible victoria de la primera sobre lo segundo, en un guiño nihilista bastante incómodo de sobrellevar), sin embargo la dilatación de su narrativa así como lo caprichoso de ciertas situaciones clave en la trama revelan su dificultad para cerrar el círculo generado. Una película que cobra sentido más como (logrado) ejercicio atmosférico que en cuanto a relato dotado de un recorrido dramático.
The gift (Joel Edgerton)
Entre debutantes sigue el juego, pero de más a menos, sin duda alguna. Porque The gift no es ningún regalo agradable a ojos del espectador, más bien se sitúa en el camino que va de la indiferencia a la nadería, y eso sucede porque Edgerton apenas imprime tensión a sus imágenes, y cuando lo hace ya es demasiado tarde. Sumémosle a eso unos actores que parecen contagiarse del tedio que desprende la filmación y el propio transcurrir de una historia que debiera configurarse cuanto menos como inquietante -un antiguo compañero de colegio del protagonista parece coger demasiado cariño a este y su pareja tras un reencuentro aparentemente fortuito, y comienza a acosarlos en grado creciente-, y obtendremos como conclusión lo más parecido a una película de sobremesa de Antena 3 en el festival de Sitges. Algo bastante triste.
The comedy (Rick Alverson)
La palma de oro a la estupidez, la glorificación de la tontería en modo supino. Esto es The comedy, no hay más. El retrato de lo que se nos presenta (según la sinopsis) como un “hipster”, un joven (a semejante especimen no se le puede llamar adulto, a pesar de sobrepasar holgadamente los 18) adinerado que se divierte con sus amigos de las maneras más chabacanas e insensatas posibles. Pero no, este elemento no es un “hipster”, sino la encarnación más fiel posible de la acepción de gilipollas. Y el problema es que, de tanto querer dejarlo claro su director desde el primer plano de la película, él mismo acaba contagiándose de los modos de su admirado protagonista (porque no nos engañemos: de tanto reírle la gracia e intentar adoptar cierta sorna en su aproximación al mismo, se desprende una honesta simpatía hacia su figura), lo cual le conduce irremediablemente a caer sobre su propia trampa. Aquella que nunca debió inventar. De verdad espero que la otra película de su director en este festival, Entertainment, también vendida con cierta aureola de interés como el último gran producto indie, resulte la mitad de provechosa que ésta, porque ya habremos ganado algo. Yo, desde luego, no estaré para comprobarlo, porque poco puede extraerse de un reflejo que se enfoca distorsionado.
Knock Knock (Eli Roth)
El controvertido y famoso Eli Roth vuelve al festival (tras su paso en 2013 con la aún inédita y brutal Green Inferno), como ya viene siendo habitual de la mano de su amigo y productor (también realizador) Nicolás López, firmante asimismo del guión de la cinta que nos ocupa. Pero en esta ocasión rebaja el tono ostensiblemente, quizás con la loable intención de llegar a un público más amplio, buscando incluso la exhibición comercial que de ninguna manera podía tener la mencionada anterior realización. Ello podría haber derivado en un mejor aprovechamiento de la corrosión inherente a la historia que ahora nos presenta: una pareja de atractivas jóvenes llega a la casa de un maduro padre de familia -interpretado por Keanu Reeves-, cuya mujer e hijas acaban de salir de fin de semana para dejarle trabajar; su intención no es buscar ayuda sino plantearle un jugueteo que tiene más de broma pesada que de asalto amenazante. Sin embargo, y aunque parezca increíble, el conjunto resulta suave en exceso, tanto en su planteamiento como en el desarrollo, por lo que queda la impresión de oportunidad perdida por parte de Roth para demostrar su desenvoltura ante un relato más normalizado de lo que nos tiene acostumbrados.
The demolisher (Gabriel Carrer)
Una historia de venganza y redención que supura rabia por los cuatro costados, filmada con brío y de una manera un tanto estilosa: planos al ralentí acompañados de impactante música de sintetizador, lo que dota a las imágenes, en su mayoría callejeras, de un innegable atractivo. Sin embargo parece un producto demasiado extendido para lo que cuenta, cayendo en una repetición que promueve la pérdida de interés por parte del espectador. No obstante, las buenas interpretaciones y lo terrible que subyace bajo el relato hacen que la cinta mantenga un considerable peso cinematográfico. No se contará entre las mejores del festival pero igualmente se mantendrá alejada de las peores.
Love 3D (Gaspar Noé)
Y llegó uno de los momentos más esperados de todo el festival: la proyección de la película que había causado revuelo en Cannes, a la que acusaban de pornografía y otro nuevo capricho por parte de su controvertido realizador, Gaspar Noé. Y lo cierto es que este enfant terrible proveniente de Argentina vuelve a dar otro puñetazo sobre la mesa gracias a su absoluta libertad a la hora de crear cine. Puede acusársele de ombliguismo (hay varios guiños en la película hacia sí mismo), pero al fin y al cabo es un director que idea y plasma obras de arte para hablar de su propia experiencia vital, que se antoja movida y compleja desde temprana edad; y eso son síntomas de gran creador. Su fuente de inspiración parece, pues, inagotable, y su imaginería rica en matices. Así, con Love 3D se sirve de este método de filmación de tan caprichoso uso hoy día para adentrarse en los complejos recovecos de las relaciones sentimentales por las que pasa el protagonista en sus diferentes estadios. Sin dejar ningún cabo suelto, atreviéndose a reflejar con todo lujo de detalles -que se alejan del morbo para encontrar la pureza de su naturalidad- las relaciones sexuales que vive y disfruta, pero también siente y padece; yendo un paso más allá del estándar residente en las historias de esta índole para desenmascarar lo complicado de nuestra interacción con el otro; los miedos, las pequeñas victorias y las grandes derrotas que nos depara la vida cuando debemos compartir nuestras vivencias más intimas junto a un desconocido. Un filme gozoso y doliente a partes iguales que se erige como obra mayor en la, por lo común, devaluada temática amorosa.