Las mejores cortos de 2015 (parte 1)
Deja un comentariofebrero 10, 2016 por Roberto García-Ochoa Peces
El del cortometraje es un mundo tan apasionante como rico en expansión. Un universo cinematográfico que vive en paralelo al del habitual largometraje pero sin disfrutar de los privilegios que este ostenta. Su escasa visibilidad y repercusión dentro de la industria es uno de los motivos que dan lugar a este espacio, que trata de recopilar algunos de los trabajos más destacados de la última temporada (que abarca el último tramo de 2014 y casi todo 2015), y así constatar la incuestionable valía del habitualmente denominado como “hermano pequeño del largo”, una afirmación tan prejuiciosa como injusta. A continuación, la mitad de diez disparos de puro cine dirigidos en todas direcciones y tocantes a una vasta sensibilidad genérica, con diferentes metas y trayectorias, pero que aúnan una excelsa capacidad de expresión artística y cultural. Y como extra único, contamos con su defensa en primera persona de los autores españoles convocados.
LA EMOCIÓN DE LA INDEPENDENCIA CREATIVA
Disco Inferno (Alice Waddington, España, 2015; 12 min.)
Una impecable labor de dirección escénica junto a la innegable fuerza en la composición visual que emana de sus contaminantes imágenes en blanco y negro, elevan este trabajo de la debutante Alice Waddington al altar de las exquisitas rarezas de nuestra cinematografía. Aprehendiendo la poderosa imaginería del genial realizador francés George Franju y, en concreto, de su magistral Judex, la directora madrileña desembarca en las ambivalentes aguas de un surrealismo fatalista que conecta, a través de pasajes de ceremoniosa, amenazante y sin embargo subyugante oscuridad, con los territorios del mal, siempre empapados de fetichismo y sensualidad contestataria. Una pesadilla alucinada (y alucinante) donde el látex se funde con el cuero, la máscara se connota de sumisión, el decorado deviene puro placer en la representación y la lucha de egos (femeninos) se prende de una improbable tragedia vengativa. La última vuelta de tuerca a la frustración de nuestro día a día, pasada por el filtro del homenaje añejo y filmada desde la plena consciencia inventiva. La de una joven que, tras su premio a la mejor dirección en el FantasticFest y el de mejor cortometraje en Post Mortem Fest de México y en la sección Noves Visions de la última edición de Sitges (ex aequo con Formas de jugar, de Gemma Blasco), esperamos pueda mantener su particular pulso con el más allá cinematográfico.
Y para muestra de la satisfacción e ilusión que supone ver el esfuerzo propio finalmente reflejado sobre la pantalla grande y dentro de un marco incomparable, he aquí el breve pero descriptivo testimonio que nos hace en exclusiva Alice:
Me pasé toda la proyección en Sitges cogida de la mano de mis padres y los pobres estaban acojonados. Pero el público habitual del género fantástico está ávido de nuevos formatos e historias, y los premios y selecciones que estamos teniendo lo demuestran. Sí, cuando estábamos preproduciendo el corto, me llegaron muchos comentarios que decían que el proyecto iba a ser marginado o incomprendido en festivales: un gran valor de producción (que yo autofinancié con estas manitas), una historia pedante y poco narrativa, blanco y negro, y más referencias directas a Georges Franju que a Carpenter. En cualquier caso, me niego a pensar que esté rompiendo un techo temático en España que no haya podido romper Buñuel en su etapa mejicana con El Ángel Exterminador o con su extraordinaria idea del infierno como un guateque mod durante el epílogo de Simón del Desierto. La solución para que algo así conecte con el espectador es estar muy pegada a la reacción del público: cada vez que he visto el corto en una sala rodeada de gente he modificado el montaje hasta llegar a la versión actual.
Pepín Bello, el hombre que nunca hizo nada (Álvaro Merino, España, 2015; 29 min.)
A finales de 2005, tuve la suerte de llegar a conocer a José “Pepín” Bello, la última voz viva de la Generación del 27. Íntimo amigo de Salvador Dalí, Luis Buñuel y Federico García Lorca, entre otros, “Pepín” influyó desde la modestia en la obra y la vida de decenas de artistas reconocidos. Emocionado por su lucidez, humanidad, y vastísima memoria (contaba ya con 101 años), quise dejar constancia de estos encuentros con una grabación audiovisual improvisada, recurriendo para ello a un grupo de amigos, profesionales del sector. Los resultados no pudieron ser mejores. Aun así, estas imágenes nunca pudieron ver la luz… Hasta ahora.
Este es el texto introductorio que firma Álvaro Merino al comienzo de su cortometraje. Un mensaje sencillo pero clarificador, y que desprende un innegable sentimiento de emoción, extensible a todo el equipo que lo hizo posible de manera desinteresada. Si bien habría que puntualizar esto último, puesto que al visionar este trabajo documental sí se vislumbra un interés premeditado, que no es otro que el de rendir un sentido homenaje a la cultura, a nuestra cultura, y más concretamente a una manera de entenderla ya extinta. La prolongada charla con “Pepín” nos hace entender un poco mejor nuestros orígenes, para así valorar de manera más justa el valor de la herencia que hemos recibido, y de esta manera seguir luchando por su conservación, en contra de su aberrante olvido. Un riachuelo de palabras inteligentes, escupidas desde lo más hondo de la experiencia que proporciona una vida con altibajos pero siempre con la amistad como pilar fundamental en su constitución, y expresadas con una increíble vitalidad pese al deterioro físico (lo que depara no pocos momentos de humor, sobre todo a partir de su relato de algunas anécdotas, convenientemente complementadas por Álvaro mediante apuntes visuales certeros, sin recurrir al abuso). La inquebrantable voz de un tipo de cine por completo transparente, que no aspira a grandes metas ni ostenta sonoras repercusiones como otros que aquí repasamos, pero cuya expresión de honradez y conciencia identitaria han de tener la oportunidad de ver la luz.
AMÉRICA: LA HERENCIA DE UNOS ORÍGENES
The gunfighter (Eric Kissack, EE.UU., 2014; 9 min.)
Uno de los cortos revelación de los últimos tiempos, que arrasa a su paso por internet quizás no el medio idóneo para el pleno disfrute de trabajos capaces de exhibir una potencia cinematográfica como esta, pero acaso el único lugar posible para la difusión global de una inmensa mayoría de producciones que, de otra manera, caerían en el frustrante e injusto anonimato-. The gunfighter parece un notable western, y de hecho lo es, en la medida en que su excelsa producción (visible en los logrados decorados y vestuario, pero sobre todo en la soberbia fotografía, que ensalza el polvo que masculla la tragedia y restalla la dialéctica que irrumpe entre la troupe de personajes, obra de Jon Aguirresarobe, hijo del reputado Javier) nada tiene que envidiar a grandes producciones made in Hollywood, más bien supone un fruto de su estirpe. Y sin embargo ese es solo el revestimiento que utiliza Eric Kissack para desplegar una desternillante comedia que utiliza el papel de un forastero en el punto de mira y que llega a un saloon repleto de figuras reconocibles dentro del género, mediante un original y temprano giro, que guiará toda la trama: una voz omnisciente hace acto de presencia y desvelará el destino de los protagonistas en tiempo real, confundiéndolos y haciendo su enfrentamiento, si cabe, más inminente e irremediable. Así, mediante una opulenta construcción supergenérica y efectuando sus plenos poderes metanarrativos, Kissack da forma, de manera concisa, sumamente divertida y letal, a una ficción única y verdaderamente importante, casi una isleta inundada de luz en mitad de las aguas grises en que navega gran parte de la cinematografía de nuestros días.
La impresión de una guerra (Camilo Restrepo, Colombia/Francia, 2015; 26 min.)
Desde el lado pobre de América, en concreto Colombia, nos llega este documental que hace extensiva al ámbito formal y moral su distancia geográfica, política y social con respecto al anterior. La demostración de que la formación y el desarrollo personal permanecen íntimamente ligados al origen del individuo, y la constatación de que la sentida denuncia no está reñida -a pesar de la escasez- con la cualidad técnica del envase contenedor, más bien al contrario. Camilo Restrepo filma desde la pasión y una indisimulable rabia contenida los crímenes cometidos en su ciudad de nacimiento, Medellín. Inicia el recorrido por los contornos de su infierno con la fotografía de un río rojo, el color que produce la tirada defectuosa de periódicos que tratan de aproximarse a las marcas indelebles que hieren a su sociedad, en un emborronamiento múltiple y continuado, que deriva en abstracción; continúa explicitando esos estigmas sobre la piel de las personas, en una fusión tosca que se manifiesta como un signo de expresión vital, una necesidad, la única posible; intermedia el relato haciendo suya la explosión de furia y verdad escupida desde el punk radical de una banda local; y concluye a través de la revelación del escándalo: la de las grabaciones de archivo de paramilitares y guerrilleros enfrentados en el terreno de los animales, una distorsión de la naturaleza que sobrecoge desde su manifiesta imperfección, y es que ni siquiera la lente parece querer recoger semejantes imágenes. Una obra radical, que emerge de la conciencia personal e inunda de verismo su representación. Una denuncia de todo punto imprescindible, ganadora del Mikeldi de Oro al mejor documental en la prestigiosa muestra bilbaína Zinebi.
AMENAZAS DEL (OTRO) CINE ESPAÑOL
Mr. Dentonn (Iván Villamel, España, 2014; 9 min.)
Los monstruos existen, y son tan temibles y malignos como aparecen figurados en los cuentos infantiles que todos hemos ojeado alguna vez (para escándalo de nuestros mayores). O eso al menos es lo que nos hace creer, certera y eficazmente, Mr. Dentonn, el último trabajo hasta la fecha del barcelonés Iván Villamel. La clásica historia del “hombre del saco” encarnada en el interior de una casa cualquiera a medianoche, la última y definitiva amenaza antes del merecido sueño reparador… que nunca llegará. Si por algo sobresale este cortometraje es por la rotundidad formal de su propuesta: en su escaso minutaje, cada plano alberga un sentido, y tanto la trabajada composición de encuadres esquinados y reflejos fugaces al fondo, como la fotografía en penumbra que no hace sino cubrir de oscuridad la paulatina desaparición de luz (de vida y espíritu), en conjunción con el reconocible patrón sonoro made in Carpenter, configuran una vía narrativa en claro crescendo que tiene como único fin posible la desaparición de toda esperanza. El récord que supone sus más de ¡trescientas! nominaciones internacionales (y las que le quedan, dentro de su aún inacabado ciclo de vida) habla por sí solo de la fortaleza de este monstruo del género fantástico, tan logrado como acongojante, demostrando que el horror aún no ha dicho su última palabra.
Sobre la dificultad de parir un relato de estas características dentro de las fronteras de nuestra cinematografía, nos habla el propio Iván:
Es muy difícil rodar cine de género a nivel de cortometraje en España, quizás no tanto en el largo ya que es un tipo de cine que suele ser bastante comercial. Aunque de este lado te encuentras que la industria pide productos muy formularios y alejados del riesgo creativo, que no se diferencian tanto de lo producido en mercados como el americano. El cortometraje fantástico en nuestro país no suele recibir ayudas casi nunca del ICAA (Ministerio de Cultura), que solo las ofrece si consigues disimular tu historia dentro de otro género; en ocasiones hay pequeñas ayudas económicas por comunidad autónoma, pero suelen ser muy escasas. Por eso, en la mayoría de los casos la inversión viene de capital privado por parte del director, que suele «hipotecar» su dinero para crear una obra que casi nunca termina por recuperarlo, aunque puedes ahorrar algo incluyendo a productoras como parte de la co-producción de la obra, prestándote sus servicios o material. Por último, siempre puedes recurrir al crowdfunding, aunque es un recurso cada vez más usado y difícil de explotar. Resumiendo, es una lucha contra las adversidades y que acarrea pérdidas, pero con la esperanza de que tu trabajo sirva para llamar la atención de alguien que pueda ayudarte a entrar dentro de la industria del cine.