Crónica del comienzo de semana en Sitges 2016
Deja un comentariooctubre 14, 2016 por Roberto García-Ochoa Peces
Corea e Irán siguen pegando fuerte con The Handmaiden (Park Chan-wook) y A Dragon Arrives! (Mani Haghighi). La norteamericana The Eyes of my Mother (Nicolas Pesce) sobresale; el joven realizador vasco Haritz Zubillaga se presenta en sociedad con El ataúd de cristal; Ti West y Bill Plympton acuden puntuales a su cita; y The Greasy Strangler cumple las expectativas de irreverencia.

El director Ti West presentando su última película, el western In a Valley of Violence
Avanza el festival y llegamos a su ecuador sin que apenas nos hayamos dado cuenta. Es tal el nivel de urgencia que se vive en las calles de Sitges -y en sus cines, donde son comunes las carreras para alcanzar tu posición favorita así como guardar butacas próximas a los conocidos- que apenas queda tiempo para la reflexión. No digamos ya para el descanso (reparador o no). Además el día comienza temprano, demasiado temprano toda vez considerado lo anterior: a las siete en punto es necesario estar más que despejado delante del ordenador para competir con los compañeros de prensa de cara a reservar las entradas del día siguiente, y seguir así, en la medida de lo posible, el planning inicialmente fijado. El cupo es limitado y solo transcurrirán unos pocos segundos para que algunos de los pases se marquen en rojo y como no disponibles. Sea como fuere, comentamos a continuación las cintas a nuestro juicio más destacables de cuantas pudimos reservar (y ver) durante el pasado lunes y martes:
A Dragon Arrives! (Mani Haghighi) – Noves Visions Plus
Amanecíamos el lunes con una de las cintas más extrañas, inclasificables e, igualmente, fascinantes de cuanto llevamos de festival. A Dragon Arrives! es cine negro iraní construido bajo la apariencia de (falso) documental con entrevistas referentes a la propia película, presentando a una pléyade personajes cuya sola presencia genera momentos de un humor extraño y todo ello en el marco de un fantástico, literalmente, soterrado, ya que funciona a modo de sugerente metáfora. Porque la película también puede (y debe) interpretarse en clave política, ya que habla sobre el oscurantismo criminal y su interesada ocultación a lo largo de los años por parte de los estamentos oficiales del régimen de su país de origen. Sea como fuere, una generosa dosis de gran cine corre por las venas de esta producción, que si bien puede tender a la confusión por las idas y venidas de un guión al que le encanta jugar con el efecto metacinematográfico, finalmente aparece bien compactada y resuelta en su personalísima propuesta. Como ocurría hace unos días con su compatriota, la también excelente Under the Shadow, se trata de utilizar el género fantástico con un fin preciso y muy claro: visibilizar otras realidades, derruidas y conscientemente apartadas de la sociedad occidental del bienestar.
The Eyes of my Mother (Nicolas Pesce) – Noves Visions One
La primera película de Nicolas Pesce -dirigida y escrita por él- es un festín audiovisual en blanco y negro acerca de la salvaje construcción y deconstrucción de la familia tradicional americana, esto es, la que vive alejada de la gran urbe, inmersa en el total aislamiento de parajes próximos a bosques frondosos por lo que apenas cruza una carretera secundaria. ¿Les suena? En efecto, nos encontramos en territorio propiedad de La matanza de Texas, sobre la que no pasa un solo año sin que deje de citarse una o varias veces. The Eyes of my Mother, salvando las lógicas y prudentes distancias, puede verse como una (re)lectura en clave moderna del clásico de Tobe Hooper, esto es, que reinvierte el sentido estético y metafórico de la propuesta original para enmarcarlo en la idiosincrasia del cine producido en pleno siglo XXI: el bajo presupuesto ahora se manifiesta a través de la cámara en alta definición, al alcance de todos, frente a la textura rugosa y feísta de aquélla; el sentido de abandono brutal de un mundo propio que supone además un modo de vida (y de supervivencia) se transforma en la contemporaneidad en un guiño hacia esa generación de inmigrantes que han de buscarse la vida en un territorio y una cultura que les es completamente ajena, y ante la que con toda probabilidad irrumpa la violencia. Imágenes de una enorme crueldad circulan por la cinta, que a través de su impecable fotografía blanco y negro consigue extraer poesía de donde solo se adivina crudeza y obsesión. Sin lugar a dudas una de las mejores producciones del certamen, considerado en su conjunto, e impropia de un debutante.
The Handmaiden (Park Chan-wook) – Oficial Fantàstic Competición
Regresa a su tierra el coreano Park Chan-wook tras su aventura americana con Stoker (2013) para entregar una historia de época ambientada en la década de los años treinta en su país -ocupado entonces por Japón-, y relatar los vaivenes amorosos de una doncella, su criada y un truhán que pretende hacerse con la herencia de la primera. Lo que en apariencia parecería un melodrama con elementos de thriller se convierte pronto en un sugerente (y a veces bastante explícito) retrato del crecimiento de una relación sentimental que tiene en su componente de sexo lésbico el motor de su narrativa, por otra parte suavemente orquestada por el famoso director a partir de la construcción de un ritmo constante y que se apoya en su trío de personajes principales y el elocuente cruce de sus miradas para mantener en vilo al espectador. No faltará su habitual toque de violencia extrema, una vez entrado el tramo final, en cualquier caso bien traída y justificada conforme a los derroteros de esta magnífica historia. Muy bien recibida dentro de la sección oficial.
El ataúd de cristal (Haritz Zubillaga) – Oficial Fantàstic Sesiones especiales
Otro debut en el largometraje, en este caso por parte del director de origen vasco Haritz Zubillaga, quien ya dio muestras de su talento en sus dos cortometrajes anteriores: She’s lost control (2010) y Las horas muertas (2007). Presentada bajo el sugerente título de El ataúd de cristal, se trata de un ejercicio de estilo que aborda un tema muy interesante a priori aunque no del todo logrado en su puesta en escena: una actriz va a recoger en limusina un premio como reconocimiento a toda su carrera… pero su viaje se ve truncado por la voz de un psicópata que le obliga a permanecer en el interior del vehículo. La cinta supone un auténtico tour de forcé interpretativo para la actriz Paola Bontempi, que ha de enfrentarse al plano en solitario durante la práctica totalidad del metraje, y se sirve de su personaje como Amanda para hablar sin tapujos de toda la falsedad, el odio y la hipocresía que rodea al mundo de la actuación en general, y al del estrellato del cine en particular, en un indisimulado -y a veces demasiado evidente- ejercicio de metacine. Inundada de violencia, mucho más en el ámbito verbal que en el físico, albergaba el riesgo de trasladar la veracidad de su discurso al espacio escénico, reducido en el interior de la limusina, y lo cierto es que no se le saca todo el partido posible, toda vez la planificación, la ejecución y el montaje en su seno se antojan limitados y repetitivos, si bien la actriz -y su papel- resultan lo suficientemente llamativos como para focalizar toda la atención y la tensión dramática que desprende cada secuencia. Un arriesgada ópera prima que, pese a sus limitaciones, en cualquier caso hay que interpretar como un valiente y diferente soplo de aire fresco dentro del cine español y por tanto debe aplaudirse sin rubor.
Revengeance (Bill Plympton, Jim Lujan) – Anima’t
El dicharachero y genial dibujante y director norteamericano Bill Plimpton regresa a Sitges (que suele visitar cada vez que presenta un nuevo proyecto, como ocurrió en la edición del año 2013 con Cheatin’, donde también se dejó ver por los cines y las calles, demostrando su cercanía con el público), en esta ocasión para dar a conocer su particular Revengeance, dirigida en colaboración con Jim Lujan, más habituado al mundo del cortometraje y la televisión hasta el momento. En ella, como el propio título deja entrever, presentan una historia de venganza, localizando en esta ocasión la acción en un marco concreto y apuntando hacia una diana que no se disimula. En efecto, la convulsa EE.UU. actual, con sus luchas de poder -políticas, raciales, urbanas…- se ve claramente reflejada bajo el habitual trazo alocado reconocible en Plympton; sin embargo, y aun sin perder el efecto transgresor, incómodo y sucio de unas imágenes capaces de pasar al ritmo de un relámpago delante de nuestros ojos, el vuelo imaginativo de estas no parece elevarse a la altura del presentado bajo otros mundos imaginarios anteriormente expuestos por el artista -o por la conjunción de artistas, en este caso-, resultando de su ajuste a la realidad uno de los trabajos menos arriesgados dentro de su irreverente filmografía. Quizás algo tenga que ver el hecho de que no participe en la escritura del guion.
In a Valley of Violence (Ti West) – Seven Chances
Tres años después de The Sacrament, su visión crítica de los episodios de suicidios colectivos acaecidos en el seno de una comunidad fanática religiosa, y que servía como clausura de la edición de aquel año, Sitges presenta en 2016, en pase único y dentro de la sección Seven Chances, la última película del afamado realizador norteamericano Ti West. En esta ocasión, y dentro de su habitual diversidad transgenérica, brinda una aproximación al western clásico… con resultados más que discutibles. No se puede negar su habilidad a la hora de solventar rodajes mediante una eficiente dirección de actores -de nuevo bien reconocibles: Ethan Hawke y John Travolta como los principales-, lo que desemboca en secuencias de carácter fresco y con un reconocible oficio en su conformación visual; sin embargo aquí parece pecar de un exceso de idolatría en su representación -de esta manera, tanto la historia como su puesta en escena suenan a muy vistas-, que sumado a lo arquetípico de los personajes y a la pretendida comicidad de las situaciones hace que entregue un artefacto muy pobre e innecesariamente jocoso en su mirada hacia uno de los géneros por antonomasia de Hollywood. Incluso los títulos de crédito -preciosos- resultan manidos, pese a la belleza tipográfica y musical que los envuelve. Muy decepcionante esta nueva obra de Ti West.
The Greasy Strangler (Jim Hosking) – Noves Visions One
Sin ningún género de dudas, la película más provocativa, irreverente y marginal de todo el festival. The Greasy Strangler nace con la única vocación de levantar ampollas (y asientos) entre el respetable debido a su orgulloso ejercicio de comedia bufa y escatológica protagonizada por un padre y un hijo freaks (que no friquis), cuyas líneas de diálogo realizan un viaje de ida y vuelta constante entre la brillantez y el ridículo y que toman impulso a través de las impagables composiciones musicales de Andrew Hung, entregado al friquismo (ahora sí) electrónico. Una suerte de sketch de Muchachada Nui -uno de los protagonistas, Sky Elobar, guarda además un inquietante parecido físico con nuestro querido Joaquín Reyes- extendido en el tiempo en forma de repetitivo bucle situacional, que pierde por tanto no solo la gracia sino que se estanca en la progresión dramática de los personajes -si es que acaso tiene sentido hablar de eso aquí- y donde el elemento fantástico se incrusta con tal grosería que no cabe sino apartar la carcajada para esbozar una media sonrisa mientras pronunciar un sonoro: What The Fuck!
Con la siguiente crónica estaremos ya muy cerca del final del festival. Una auténtica lástima porque, pese a todo el cansancio comentado, estos días son los más disfrutables del año (cinematográficamente hablando). Más adelante publicaremos una de las entrevistas que nos han concedido durante esta edición: al director Michael O’Shea, director de la sorprendente cinta de vampiros The Transfiguration, que comentábamos en la entrada anterior. No será la única que podréis leer. Y es que no se trata de ver películas todo el santo día: el espacio humano es otra más de las grandes virtudes de un festival de esta magnitud.