Crítica de Terrifier 2 (Damien Leone, 2022)
marzo 4, 2023 por Roberto García-Ochoa Peces
Repasamos Terrifier 2, segunda entrega de la presumible saga de terror gore protagonizada por Art el payaso, una figura ya casi de culto entre el aficionado al cine de género. En esta ocasión hay un salto apreciable en lo que a la terminación audiovisual de las imágenes se refiere, fruto de la multiplicación del presupuesto de la producción (que aún continúa siendo increíblemente bajo) y, asimismo, en lo relativo a las intenciones de su creador, Damien Leone, ocupado en dotar a la historia de un mayor recorrido argumental a raíz de la introducción del personaje de Sienna, interpretado por Lauren LaVera, conductora de este nuevo relato que acaece en otra noche de Halloween. Por todo ello planteamos una disyuntiva en el final del texto, en torno a la posible dirección que tomará el joven realizador norteamericano en la tercera entrega, ya en la fábrica de sus perversas ideas.
País: EE.UU.
Año: 2022
Estreno: 24-02-2023 (España)
Duración: 138 min.
Director: Damien Leone
Guion: Damien Leone
Fotografía: George Steuber
Música: Paul Wiley
Intérpretes: Lauren LaVera, David Howard Thornton, Elliott Fullam, Sarah Voigt, Jenna Kanell, Amelie McLain
Género: Terror, slasher
Productora: Dark Age Cinema, Fuzz on the Lens Productions
Bocadillo de sangre
Tras el inesperado éxito entre el fandom de Terrifier (2016), Damien Leone retoma la aterradora figura de “Art the Clown”, el payaso-mimo que, como apuntábamos hace unos días, él mismo crease para sus primeros cortometrajes, The 9th Circle (2008) y Terrifier (2011), en la segunda entrega de lo que se presupone, al menos, una trilogía. Han tenido que transcurrir seis años hasta que Terrifier 2 haya visto la luz, manejando el cineasta norteamericano un amplio margen de tiempo para la preparación del proyecto, que ha tenido, como no podía ser de otro modo, también su reflejo en el ámbito económico, multiplicándose el raquítico presupuesto de la original por siete hasta alcanzar en esta los doscientos cincuenta mil dólares, aproximadamente.
La traslación práctica de los anteriores condicionantes a las imágenes se deja notar, en primer lugar, en el minutaje (prácticamente una hora más, en total casi dos horas y media de duración), así como en la limpieza de la imagen, que queda en buena medida, si bien no completamente, despojada de la granulosa textura que albergaba la anterior (fruto, a su vez, de una mezcla entre las intenciones de su creador y la propia limitación de los medios a su alcance). Ninguno de los dos aspectos se me antoja a priori positivo, sobre todo por el escaso aprovechamiento que Leone realiza a colación: aunque sigue fiel a su original ordenación temporal -retoma la historia justo en el punto en que la finalizaba, y también arrancaba, en Terrifier (cuyo arco principal se narraba, recordemos, en flashback)-, aquí el protagonista ya no es Art sino Sienna (Lauren LaVera), una joven adolescente que, junto a su hermano pequeño Jonathan (Elliott Fullam), prepara con esmero su disfraz para la noche de Halloween, lo que confluirá, claro está, con los perversos intereses que el payaso mantiene para esa noche.
De semejante cambio de perspectiva se deriva una intención de insuflar algo de peso dramático al texto, lo que tiene su consecuencia práctica en multitud de escenas de relleno que no aportan nada a la brutalidad que define la esencia de esta obra, y cuya explicitud, cuando irrumpe -para satisfacción del espectador cómplice, que básicamente pagó su entrada por presenciar semejante festival de sangre-, se revela aún más grandguiñolesca que la de la entrega original, derivándose así la violencia sucia y de cariz nihilista hacia terrenos más bien paródicos, o cuanto menos autoconscientes. Eso sí, la terminación de estos divertidos exterminios se demuestra bien lograda a raíz del espectacular trabajo de maquillaje y peluquería por parte de los implicados, más logrado y visible que en la anterior. De la misma forma, existe una banda sonora creada ex profeso, si bien tales líneas de piano envueltas en golpes machacones (y reiterativos) de sintetizador ochentero no tienen por qué encajar en el sentido primordial de unas imágenes que, por lo común, bailan hacia otro lado, por más que se inspiren en aquella época; de nuevo, emerge el contraste entre el realce del terror teenager que quiere hacer notar Leone en esta ocasión, frente al slasher más puro y aguerrido con que despreciaba adornos superfluos en Terrifier.
En el lado del villano, empero, sí que puede observarse una ostensible mejoría en lo relativo a su aproximación psicológica (nula, de hecho, en la original), a quien ya desde el inicio se le atribuye un severo trastorno mental en forma de la proyección imaginaria de un bufón-émulo bajo el aspecto de una siniestra adolescente, con quien divertirse simulando cánticos y jugar a chocar las palmas; la única empatía posible en el seno del caos propio es el abrazo de la criatura semejante. Se agradece, pues, un apunte con cierto tino en el trazo de Art que suponga algo más que la sucesión sin ton ni son de sus muecas dislocadas, puñaladas y aberraciones varias, y demuestra que la extensión del metraje, a veces, sí puede resultar fructífera.
Aun y con todo, pese a esos altibajos y pasajes inocuos, es interesante observar el cambio de timón ofrecido en Terrifier 2, auspiciado, en su mayoría, por ese crecimiento de todo cuanto rodea a la producción y que se manifiesta en un empaque audiovisual mucho más competente que en la primera entrega, lo que, a su vez, ha posibilitado que una cinta de cualidad eminentemente gore se haya colado en más de ciento cincuenta salas en su estreno en España, al alcance de cualquiera. Aún es pronto para adivinar si se convertirá en film de culto, aunque a buen seguro se antoja un soplo de aire fresco que es menester aplaudir, sobre todo por su radical independencia, bien necesaria en una industria tendente a la fotocopia inane de maneras y estilos en la clase de cintas que se mueven en estas latitudes del género. Sin duda, Terrifier 3 aportará la medida para adivinar la inclinación definitiva que toma la balanza de sangre: si se desplaza hacia la permanencia de una idea primigenia del horror carente de voz, o bien en la dirección del postureo con ínfulas de terror escandaloso.

Art el payaso despidiéndose hasta la próxima entrega de Terrifier