Crítica de Viejos, de Raúl Cerezo y Fernando González

marzo 19, 2023 por Roberto García-Ochoa Peces

Este fin de semana ha llegado a la cartelera española, en exclusiva para cines seleccionados de la cadena Odeon, Viejos, la nueva película dirigida por el tándem formado por Raúl Cerezo y Fernando González Gómez, que debutaran hace dos años con La pasajera. Tras su paso por festivales de Canadá (Fantasia International Film Festival) y Estados Unidos (Fantastic Fest), bajo el título de The Elderly, la película aterrizó en la Sección Oficial de Sitges en octubre del 2022, donde tuvo una feliz acogida, y ahora, al fin, obtiene una pequeña ventana en la pantalla grande comercial para cumplir así con los exigentes deseos de sus responsables, antes de emitirse en plataformas. Nos aguarda una nueva ración de terror asfixiante con la habitual derivada de sarcasmo hiriente marca de la casa, protagonizada por un Zorion Eguileor en estado de gracia.

 
Cartel oficial de Viejos, dirigida por Raúl Cerezo y Fernando González

País: España
Año: 2022
Estreno: 17-03-2023 (España)
Duración: 95 min.
Director: Raúl Cerezo, Fernando González Gómez
Guion: Raúl Cerezo, Javier Trigales, Rubén Sánchez Trigos
Fotografía: Ignacio Aguilar
Música: Eneko Vadillo
Intérpretes: Zorion Eguileor, Paula Gallego, Gustavo Salmerón, Irene Anula, Juan Acedo
Género: Terror, ciencia ficción
Productora: La Dalia Films, Persons Films, Antídoto Films


 

La llamada socarrona

Tras la buena acogida general y el éxito entre el público de su ópera prima, La pasajera, el dúo formado por Raúl Cerezo y Fernando González Gómez no ha tardado demasiado en volver a ponerse manos a la obra para entregarnos su segundo largometraje, Viejos. Se nota un cierto salto cualitativo en lo referente a la producción, aunque los patrones cinematográficos que cortan ambas obras son muy similares: la obsesión por el detalle en el plano, empleado como elemento narrativo indispensable, expresándose través de imágenes que usan el fantástico no tanto como parábola de ciertos tabúes de nuestra sociedad (que también), sino como puro festín lúdico, con no pocas dosis de socarronería mediante.
 
Zorion Eguileor en una imagen de Viejos, dirigida por Raúl Cerezo y Fernando González
La película se sitúa en un asfixiante verano madrileño, cuya temperatura crece anormalmente al riguroso compás diegético de los hechos que se desencadenan tras el suicidio de una anciana, que no duda en arrojarse por el balcón tras el cacharreo con el aparato de radio que escuchaba. Ya desde la secuencia de apertura la pareja de realizadores desperdiga pistas de lo que acontecerá en el sorprendente final, pero el transmisor principal de esta extrañeza paulatina no será otro que Manuel, el personaje que queda viudo de la anterior, interpretado de manera magistral por un Zorion Eguileor que exprime el gesto de terror hasta la expresión dolorosa a la edad de setenta y siete años. La necesidad de mudarse junto a su hijo (Gustavo Salmerón), la pareja de este (Irene Anula) y su nieta adolescente (Paula Gallego) no hace más que redundar en el comportamiento desviado que parece haberse desatado en él y todos los de su edad, retratados de un modo no ya frío, sino inclinados hacia la presencia acongojante, cuando no directamente amenazante -véase, si no, ese personaje en silla de ruedas (encarnado por José Torija) que deambula por los pasillos del edificio-.
 
José Torija en una imagen de Viejos, dirigida por Raúl Cerezo y Fernando González
En Viejos el tiempo narrativo se maneja en claro crescendo hasta hacer explícita (y descarnada) la explosión del horror que previamente se había manifestado a través de señales bien medidas en la puesta en escena, y juega sus mejores bazas, en parte, por la interacción que realiza su elenco actoral en espacios interiores, y sobre todo, por el virtuosismo técnico con que se desenvuelven Cerezo y González en ellos. Sin abusar del primer plano sino a partir de una planificación, pese a todo, reposada, radicada en el plano medio y el general, incorporan soluciones técnicas -ya presentes en La pasajera– que insuflan un valor extra al discurrir de las imágenes, como sucede con el “split diopter”, recurso con el que se opone a dos actores en el mismo plano pero a diferente distancia, uno en primer foco y el otro en segundo término, creando una ilusión óptica que sirve para subrayar, de una manera original y novedosa, la importancia que su relación alberga en el relato.

Lo anterior se ilumina con sumo cuidado merced a la lograda fotografía de Nacho Aguilar, que se se cuela por las rendijas de las sombrías estancias del edificio protagonista encontrando el punto intermedio entre lo natural y lo anómalo que viene a irrumpir en medio de un decorado de configuración clásica, a veces jugando con las texturas observables en las pinturas de la Serie Negra de Goya -como sucede, de manera explícita, en los créditos de inicio- o expresándose a tenor de las figuras cariacontecidas de la obra más conocida de Caravaggio. A su vez, el creciente brío y nerviosismo de las secuencias se pauta a partir de la notable composición musical de Eneko Vadillo, radicada en el tempo forte como sinónimo de expresión magnicida de las poderosas instantáneas a que acompaña, con los rasgueos de cuerdas clásicas retorciéndose en idas y venidas virulentas, ciclos sin fin y pasajes crispados que parecen invocan a un renacido Ligeti, actual y electroacústico.
 
Gustavo Salmerón en una imagen de Viejos, dirigida por Raúl Cerezo y Fernando González
Cabría leer Viejos adentrándonos en el terreno de la aterradora metáfora social que alude al progresivo abandono de nuestros mayores, que se rebelan en una suerte de redentora venganza poética, pero probablemente caeríamos en un magno error. Y es que, aunque canalizadas con sumo rigor y valía técnica, las intenciones meramente festivas para con el fan del mejor cine fantástico por parte de este tándem creativo y su cohorte de guionistas (que incluye al propio Cerezo, junto a Rubén Sánchez Trigos y Javier Trigales) se filtran desde las mismas referencias que expresa la obra con fruición y no poco orgullo: la supervivencia interior que pugna en La cosa (The Thing, 1982) de Carpenter, el Kubrick que predica la deriva maníaca en el seno de El resplandor (The Shining, 1980) o dos brillantes Polanski con temas y escenarios equiparables, tales como la encerrona paranoica de El quimérico inquilino (The Tenant, 1976) y la enemistad vecinal presente en La semilla del diablo (Rosemary’s Baby, 1968), confluyen aquí como loables y enriquecedoras fuentes de inspiración. Y el resultado es un gozoso portal hacia el más allá cuya socarrona llamada no puede dejar de ser atendida. Ya habrá tiempo para pensar en los cuidados paliativos…
 
Una escalofriante imagen de Viejos, dirigida por Raúl Cerezo y Fernando González

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