Crítica de Mad Max: Furia en la carretera, de George Miller

A menos de un mes de que se estrene, al fin, la esperada nueva entrega de la saga Mad Max, de nuevo bajo los mandos del veterano cineasta australiano George Miller, aprovechamos la ocasión para repasar la entrega anterior: Mad Max: Furia en la carretera, de la que ya han han transcurrido, se dice pronto, diez años. Convocamos, para celebrar semejante efeméride, a nuestro colaborador habitual, el crítico argentino Federico Fornasari, quien hace extensiva su reflexión a otras ficciones actuales de índole similar, mientras nos habla del sabor del metal y otros fluidos de acción devastadora…

Póster de Mad Max: Furia en la carretera

País: Australia
Año: 2015
Duración: 120 min.
Director: George Miller
Guion: George Miller, Brendan McCarthy, Nick Lathouris
Fotografía: John Seale
Música: Tom Holkenborg
Intérpretes: Tom Hardy, Charlize Theron, Nicholas Hoult, Hugh Keays-Byrne, Josh Helman
Género: acción, ciencia ficción
Productora: Warner Bros, Village Roadshow Pictures, Kennedy Miller Productions

 

SABOR A METAL

En estos tiempos, el cine y la televisión exhiben numerosas obras donde las cuestiones post o preapocalípticas se imponen dentro de la ciencia ficción, aun por encima de temáticas extra-terrestres o de batallas alienígenas en otros planetas. Los avances tecnológicos, las disputas en Ucrania-Rusia, Irán-Israel, la tensión constante por temor al desastre que ponga fin a todo provoca estupefacción. Sabedor de los momentos adecuados, el género referido sirve mucho para contar problemas actuales de la vida real; vehículo perfecto para explotar la taquilla y meter referencias alejadas del escapismo, erigiéndolas en una reflexión de la sociedad. No en vano la fabulosa Oppenheimer (2023), de Christopher Nolan, Civil War (2024), de Alex Garland, y series como Fallout (2024), de Jonatan Nolan, o la anterior The Last of Us (2023), de Craig Mazin, resultaron éxitos totales.

Tom Hardy como Max Rockatansky en Mad Max: Furia en la carretera

Respecto de Mazin, al inicio del soberbio primer episodio en su también excelente miniserie Chernobyl (2019), sobre el desastre nuclear de 1986 ocurrido en la Ucrania oprimida bajo el manto impiadoso de la Unión Soviética, los operarios corren desesperados para tratar de apagar el fuego radiactivo luego de la explosión del Reactor 4 que terminaría pulverizando a todos. Tanto ellos, como los bomberos que concurren al lugar, entre el caos reinante y sus cuerpos plagados de ampollas, no cesan en manifestar, incrédulos, el sabor a metal que había en la atmósfera. Un lamento que resuena a modo de sentencia de muerte inminente y trasciende la pantalla. La frase “Sabor a metal” habla no sólo del magnetismo, en este caso terrorífico, que ofrecen las imágenes poderosas de la acción en el cine, sino también de los aromas cuando el arte de una historia bien contada cala profundo en nuestras mentes. Es en el cine de acción, precisamente, o en los momentos de acción en el cine, como tal vez en ningún otro género, donde lo que vemos se acompaña con los mejores sabores. Acción en la ciencia ficción es un plato que se degusta caliente, aunque a veces se sirva en la Guerra Fría.

Una de alas espectaculares batallas de Mad Max: Furia en la carretera

En Mad Max: Fury Road, realizada en 2015 por el mítico australiano George Miller, se impone el metal como un ingrediente clave para entender una saga impactante que se inició en 1979 y que lanzó a la fama al cine de explotación australiano y a Mel Gibson, en un papel a su medida por obra y gracia de un personaje vengativo, parco y mortífero que nos marcaría para siempre. El sabor a metal que emana de las cuatro películas resulta, de algún modo, similar al de Chernobyl y el resto de las obras referidas, en una visión de un mundo cada vez más devastado. Y también, claro está, por el particular magnetismo insidioso, oscuro y único del rock pesado, metalero, de pantalones y chaquetas de cuero lustroso y motocicletas vestidas de puerco espín, que se manifiesta aquí en el bestial personaje que no para de echar fuego desde su gigantesca guitarra eléctrica que acompaña a la muerte.

Chalize Theron como Furiosa en Mad Max: Furia en la carretera

La guitarra es la guadaña de la parca que recorre la carretera contaminada y sus acordes violentos del horror resuenan en la más pura esencia del cine, la imagen en movimiento. Furia en la carretera es una lección de cine de acción y cine en estado puro; imagen a velocidad de la luz que propone a un gran Tom Hardy, visceral y resentido -soberbio heredero de Mel Gibson-, quien no detiene su marcha vital dirigiendo a Furiosa, encarnada con fervor por Charlize Theron, líder de un grupo de mujeres abusadas. En esa huida de locura y obsesión del implacable depredador Immortan Joe -una especie de semidiós que emula al inolvidable Lord Humungus de Mad Max 2, el Guerrero de la Carretera (1981)-, se observan, corregidas y mejoradas, o, mejor dicho, adaptadas a los nuevos tiempos en el género, momentos de extrema adrenalina, que conectan, como en una vía de sangre entre ambos filmes, a toda la subcultura de variados grupos con mutaciones y dialectos propios que pretenden sacar tajada del orden reestablecido. Sangre y fluidos, embarazos, tumores y gasolina con un poco de agua. George Miller se tomó este brebaje junto a Cronenberg y plasmó un filme que funciona a diferentes niveles para golpear al espectador, al nuevo espectador, acostumbrado al cine pacato, edulcorado y obligatoriamente inclusivo.

Hugh Keays-Byrne como Immortan Joe en Mad Max: Furia en la carretera

Los paisajes de este filme en concreto se acercan, además, a los imaginados en La Conquista de América, un juego sangriento que retrotrae hacia la obra cumbre del alemán Werner Herzog: Aguirre, la Cólera de Dios (1972), en la que Klaus Kinski emprende una desesperada búsqueda hacia El Dorado, esa alquimia del Amazonas supuestamente plagada de oro. Para el grupo comandado por Aguirre se impone la codicia, y para Max su propia salvación, pese a la excusa de las mujeres que lo acompañan. Oro y oro negro, respectivamente. Cine oscuro, apocalíptico y música metal, en el mismo saco. Mientras esperamos la precuela con Anya Taylor-Joy, estamos alertas a lo que depara el cine de ciencia ficción a la humanidad para asegurar su resistencia. Si está tan bien hecho como en Mad Max: Furia en la carretera podremos prosperar en el futuro.

Federico Fornasari


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2 respuestas a “Crítica de Mad Max: Furia en la carretera, de George Miller”

  1. Excelente comentario!!

    1. ¡Nos alegra te haya gustado, Guillermo!

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