Crítica de Late Night with the Devil (El último late night), de Colin y Cameron Cairnes

Presentada en España en el último festival de Sitges, donde tuvo una recepción bastante tibia pese a su éxito en el South by Southwest Film Festival de 2023, Late Night with the Devil llega este viernes a salas comerciales de nuestro territorio, presentada bajo el título El último late night. Se excluye así por parte de nuestros distribuidores, de nuevo, la alusión explícita a una idea que los hermanos Colin y Cameron Cairnes quieren brindar desde el mismísimo cartel, que no es otra que la aproximación a la temática ocultista y paranormal de la que bebe, deglute e incluso regurgita su último filme. Un pequeño gran ejercicio de orfebrería australiano que acoge a la televisión no ya como elemento promotor de este último show, sino como arma de terror orgánica, embaucadora y arrojadiza contra el espectador.

Póster de Late Night with the Devil

País: Australia, EE.UU., Emiratos Árabes Unidos
Año: 2023
Estreno: 24-5-2024
Duración: 93 min.
Director: Colin Cairnes, Cameron Cairnes
Guion: Colin Cairnes, Cameron Cairnes
Fotografía: Matthew Temple
Música: Glenn Richards
Intérpretes: David Dastmalchian, Ian Bliss, Fayssal Bazzi, Rhys Auteri, Laura Gordon, Ingrid Torelli
Género: terror televisivo
Productora: IFC Films, Shudder, Image Nation

 

TODO POR LA AUDIENCIA

Durante los primeros minutos de Late Night with the Devil, que toman la forma de un falso documental y sirven para introducir al protagonista de esta historia -el presentador de televisión Jack Delroy (David Dastmalchian), venido a menos en los números de su programa Night Owls a raíz de la depresión que arrastra por el trágico y aún reciente fallecimiento de su esposa-, el narrador enuncia que los setenta fueron una década de “agitación, desconfianza, miedo y violencia”. Es la primera baza que juegan, cartas arriba, la pareja de hermanos realizadores, y guionistas, Colin y Cameron Cairnes, originarios de Australia. No solo debido a que su relato, totalmente ficticio por más que adopte (y de manera harto fidedigna) las formas y modos inherentes a la emisión en la pequeña pantalla durante aquellos años sirviéndose del género del found footage, se detenga en la noche de Halloween de 1977, o porque su inspiración confesa -el Show de Don Lane- también se desarrollara por aquel entonces (en emisión allí desde 1975 hasta 1983), sino, sobre todo, por el visible influjo y eco que lo ocultista logró desatar, con generosas dosis de pánico e interés, entre la sociedad durante esa década.

David Dastmalchian como Jack Delroy en Late Night with the Devil

En efecto, los asesinatos rituales practicados por la Familia Manson en la casa angelina de Roman Polanski durante el verano de 1969, o la publicación, ese mismo año, de la Biblia de Satán, escrita por el fundador de la Iglesia de Satán, Anton LaVey, fueron el caldo de cultivo de una suerte de fascinación adúltera por parte de una población ávida de sucesos morbosos; cuestión que tendría su conveniente reflejo cinematográfico durante el decenio posterior en cintas de sobra (re)conocidas. Los hermanos Cairnes, situados en el otro lado del globo, debieron mamar semejante caldo de cultivo desde edad bien temprana, hasta el punto de reflejarlo con tremenda eficacia y no poca originalidad en esta, su última realización, merced a la que han pegado un sonoro puñetazo de repercusión y taquilla tras una carrera en conjunto que ya exploraba el formato televisivo en su anterior Scare Campaign (2016) -cámara oculta mediante-, y que nacía en 100 Bloody Acres (2012), con la carrera de Colin remontándose incluso más atrás en el tiempo, hasta mediados de los noventa, cuando empezase a dirigir capítulos para la televisión, que se erige sin ningún género de dudas como su medio, y casi cabría decir objeto, fetiche.

Los invitados en el plató de Night Owls, en Late Night with the Devil

La última oportunidad de éxito para el prestidigitador Jack Delroy se sirve al compás de un típico  late night show, el cual la pareja (omnisciente) de responsables logra mimetizar bajo un perfecto montaje acorde al medio, repleto de coletillas, cortes publicitarios y réentrées cuyos tiempos muertos (omitidos para el público imaginario que permanece sentado en su sofá) aprovecha para colarse entre bastidores y, de esta manera, exponer la “verdad” del conductor al espectador real, nosotros, revelando su intimidad y contradicciones detrás de las cámaras, mostrándole en la interacción que ejerce con el productor del programa así como con técnicos y el resto de orquestadores, lo que se expone en un filtro de blanco y negro que da continuidad al formato semidocumental que nunca deja de simular la cinta. 

La aproximación a este especial episodio de pesadilla con ínfulas de éxito de audiencia viene dado a través de la escaleta, que trae a escena, en primer lugar, a un mago psíquico y médium que se torna cada vez más indispuesto; acto seguido, tendrá lugar la invocación, por parte de una escritora e investigadora de lo paranormal, de un demonio que habita en el interior de una niña, la única superviviente de un suicidio en masa promovido por una secta satánica; por último, un invitado escéptico, presente desde el inicio y que en su día llevara a cabo trucos de esta índole, trata de demostrar la naturaleza fake de los actos previos realizando un ejercicio de hipnosis en directo, acaso también prefabricado.

Fayssal Bazzi como Christou en Late Night with the Devil

¿Ejercicio(s) de simulación, o la manifestación de una realidad diabólica incontrolada (e incontrolable)? Es la cuestión que parecen querer trasladarnos los cineastas, el metajuego incandescente y tramposo motu proprio al que, gustosos, nos invitan. Y la maldad que simulan deslizar delante de las cámaras queda maravillosamente impresionada merced a efectos especiales bien medidos y pautados; constantes interferencias en la señal, que sin duda se contamina de las varias presencias conjuradas; líneas horizontales irregulares proyectadas desde la pantalla de cine -o el televisor, el nuestro: ¿acaso, por una vez, se antoja más pertinente el visionado de una película en la soledad del salón de casa que en el centro comercial?-; multitud de colores desvaídos (de nuevo exhibidos en primer término, en lo que se muestra ante nuestros ojos, así como en el fondo de la pantalla virtual, sobreexpuestos a través del portentoso trabajo de decorado y escenografía que alberga el filme); y, por último pero no menos importante, un reparto que se plega a la labor con actitud encomiable, secundarios inclusive, pero con la lógica mención especial que merece un David Dastmalchian en estado de gracia, que bien podría retirarse como presentador de éxito (real).

Colin y Cameron Cairnes entregan en El último late night una pequeña obra de orfebrería donde cada detalle cuenta, cada imagen suma y se presta, orgullosa, a su degustación por parte de un espectador tan ávido de historias como de sorpresas. Y pocos escenarios son tan propicios al giro de guion como un plató de televisión; inagotable fábrica de ideas que pueden ser tan perversas y mágicamente retorcidas como, a un mismo tiempo, entretenidas. Incluso peligrosas. Pero siempre plenamente autoconscientes y enteramente cómplices para con la audiencia: no se olvide, auténtico destinatario de su consumo.

David Dastmalchian poseído en Late Night with the Devil


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