Crítica de Furiosa: de la saga Mad Max, de George Miller

Mad Max, la famosa saga de acción ambientada en un mundo postapocalíptico que tiene a la lucha constante entre sus extravagantes personajes como único medio de supervivencia, regresa a la gran pantalla nueve años después de Mad Max: Furia en la carretera (2015). Ahora el veterano director australiano George Miller, responsable de toda la saga, presenta la quinta parte con Furiosa: de la saga Mad Max, precuela de la anterior donde aborda el nacimiento del personaje que da vida al título, en aquella interpretado por Charlize Theron y que ahora retoma Anya Taylor-Joy. De nuevo, una generosa ración de cine de acción, pero exento de la pureza que esgrimía con fulgor la anterior entrega en favor de una narración más convencional en todos sus apartados que, aun así, depara algunas líneas distintivas de interés.

Póster de Furiosa: de la saga Mad Max, dirigida por George Miller

País: Australia, EE.UU.
Título original: Furiosa: A Mad Max Saga
Año: 2024
Estreno: 24-5-2024
Duración: 148 min.
Director: George Miller
Guion: George Miller, Nick Lathouris
Fotografía: Simon Duggan
Música: Tom Holkenborg
Intérpretes: Anya Taylor-Joy, Chris Hemsworth, Tom Burke, Alyla Browne, Lachy Hulme, Elsa Pataky
Género: terror televisivo
Productora: Warner Bros, Kennedy Miller Mitchell

 

MAD MAX: PAISAJE Y CHÁCHARA EN LA CARRETERA

El veterano director George Miller ha regresado a su tierra natal para el rodaje de Furiosa: A Mad Max Saga, a la vez precuela y spin-off de Mad Max: Fury Road (2015), a través de la que narra la terrible historia que, desde niña, forjó al personaje que da nombre al título de la cinta hasta situarla como una guerrera de renombre que se rebela contra el clan que presidiera el villano Immortan Joe en aquella. No es una cuestión baladí, dado que las peculiaridades del desierto australiano, más en concreto del territorio de New South Wales donde se ubican la mayoría de los planos, se aprecian diferentes al de Namibia en el que se asentase la anterior, con el añadido del factor emocional que supone volver a la franquicia que le hizo famoso desde el corazón de su propia nación.

Me permito extender el comentario relativo a la tierra en lugar de pasar a desgranar las posibles piruetas de una historia -firmada de nuevo por el director junto a Nico Lathouris, esta vez sin Brendan McCarthy- que no son tales, ya que da vueltas sobre una mitología de sobra conocida sin demasiados alardes ni comentarios al pie -ni siquiera la posible incisión en la derivada feminista o que alude a la autoliberación de la mujer, ya presente en Fury Road-, porque uno de los aspectos más logrados de Furiosa es, sin duda, el empleo de las áridas localizaciones como elemento cinematográfico puro. Por más que se antojen (ultra)retocadas, por obra y gracia de la propia fotografía y de un CGI que se erige como el principal y más visible escollo de la obra, merced a su obsceno abuso en cada aspecto del fotograma, el recurrente empleo del plano general en el seno de un glorioso formato panorámico (ya sea para presentar la llegada del clan de moteros a un nuevo enclave, anunciar con solemnidad el enfrentamiento que está por llegar, o simplemente a modo de gustoso retrato de su empequeñecimiento frente a las montañas y el cielo) no pueden sino remitirnos al mejor wéstern clásico, aquel que se asentase en Monument Valley para enmarcar a estrellas delante y detrás de las cámaras que no es preciso ni recordar.

El acertado uso del formato panorámico en Furiosa: de la saga Mad Max, dirigida por George Miller

Puede que algún lector se sorprenda ante semejante declaración, o albergue, cuando menos, la tentación de acusarme de exagerado (no sin cierta razón), pero lo cierto es que, comparada con el anterior filme de la saga, voluntariamente volcado en exaltar la acción y la cuestión de una elemental y primigenia cinemática tan bien lograda a través de una planificación cerrada y un montaje más corto, Miller parece haber querido pisar el freno y mirar a su alrededor, acaso motivado por el poder intrínseco que emerge del virgen y arenoso paisaje de su país, volviéndolo a asumir como otro actor principal entre tanta parafernalia postapocalípitca de sino cadavérico, a la manera que sucediera en sus primeras entregas (estrenadas en 1979 y 1981, respectivamente). 

Una imagen de Furiosa: de la saga Mad Max, dirigida por George Miller

Lástima que lo anterior se acompañe de un relato que apuesta por la lectura convencional, y cuyas imágenes redundan en personajes, situaciones y escenas vistas hace, además, muy poco tiempo, lo que conlleva una inevitable sensación de déjà vu que no termina de remontar aun con la baza de la persistencia en la espectacularidad como objeto final. La pareja de guionistas han desechado aquel instinto de supervivencia que movía Furia en la carretera sin mayor aspiración que el olor a gasolina putrefacta, convenientemente infestada de sangre y metal (físico y musical), en favor de una narración básica de venganza y redención, tantas veces presenciada, dividida, además, en una serie de capítulos y con la incorporación de una omnisciente voz en off; todo ello en pos de hacer más grande el viaje laudatorio de la heroína protagonista, capaz de lograr una meritoria victoria en medio del caos a costa de partes de su cuerpo.

Contando, por supuesto, con la inclusión de aguerridas secuencias de persecución y lucha encarnecida que son un festín de planificación y puesta en escena (me estoy refiriendo, sí, a la primera salida del tráiler conducido por Praetorian Jack desde Ciudadela, auténtica set piece que, por sí sola, justifica la función; o el siguiente abordaje y escapatoria de Ciudad Gasolina), e incluso doblando el envite de la crudeza merced a tomas explícitas y la introducción de alguna instantánea gore (acorde, eso sí, a los episodios que se suceden), pero con la necesidad de explicarlo siempre todo para así adecuarlo a una trama que carece de aristas. 

Anya Taylor-Joy en Furiosa: de la saga Mad Max, dirigida por George Miller

Queda la sensación, al término de Furiosa: de la saga Mad Max, de haber presenciado una película fabricada en buena medida para el lucimiento de sus actores, toda vez asumido el abrazo de su responsable a la estandarización de la historia y la patente elementalidad de los personajes que la protagonizan. La manera de aproximarse a los intérpretes da una idea clara de ello, fijando con asiduidad sus rostros en primer plano y cercando sus cuerpos durante la práctica totalidad del metraje hasta el punto de la alabanza, y si bien Anya Taylor-Joy sale airosa del reto, demostrándose aguerrida y basando su interpretación en la fortaleza corporal y el gesto adusto -apenas tiene treinta líneas de texto-, no puede decirse lo mismo de un Chris Hemsworth capaz de sacarte de la cinta desde su primera aparición con su evidente nariz postiza y la repetición del ademán grandilocuente como modus operandi (en perfecto remedo, eso sí, del Dr. Dementus a quien da vida, que tampoco funciona en su configuración socarrona; acaso el peor y más básico villano de toda la saga).

Veremos si en Mad Max: The Wasteland, título tentativo que continuaría la historia del personaje Max Rockatansky (Tom Hardy) en lo que supondría una secuela de Fury Road, el ya entonces octogenario realizador continuaría en la línea de un entretenimiento tan plano como disfrutable, o decide, por contra, regresar al escenario de raíz grotesca y nervio cáustico con que tan bien se emplease hace unos años. Lo único seguro en estos momentos es que la sola puesta en marcha de este proyecto dependerá, exclusivamente, de los resultados en taquilla que brinde Furiosa.

El Dr. Dementus (Chris Hemsworth) en Furiosa: de la saga Mad Max


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