Heretic, cuarto largometraje dirigido al alimón por Scott Bech y Bryan Woods, establece una dura e, inicialmente, inteligente diatriba contra la fragilidad del fundamento de la fe religiosa (y los peligros que puede acarrear, toda vez manipulada desde la maldad), sirviéndose del estremecedor papel encarnado por Hugh Grant y de las conversaciones que establece con las dos misioneras mormonas que llaman a la puerta de su solitario domicilio. Lamentablemente, parece una cinta partida en dos y esa estimulante dialéctica desaparece en un segundo tramo que da paso a un carrusel de terror tan impersonal como impostado. No obstante, invitamos al espectador a acudir al cine aunque solo sea por presenciar la brillantez en la interpretación por parte del actor inglés.

País: EE.UU., Canadá
Año: 2024
Estreno: 3-1-2025
Duración: 111 min.
Director: Scott Beck y Bryan Woods
Guion: Scott Beck y Bryan Woods
Fotografía: Chung-hoon Chung
Música: Chris Bacon
Intérpretes: Hugh Grant, Sophie Thatcher, Chloe East
Género: terror religioso
Productora: A24, Beck Woods, Shiny Penny
COPIA DE UNA COPIA DE UNA COPIA
La joven pareja de cineastas formada por Scott Beck y Bryan Woods regresa al cine de terror tras el fallido experimento de ciencia ficción prehistórica titulado 65, protagonizado por Adam Driver y estrenado hace dos años. Es el género donde más cómodos parecen sentirse desde sus inicios (Nightlife, 2015; La casa del terror, 2019), si bien puede decirse que la mayor parte de su creciente fama se debe a su participación en los guiones de toda la saga Un lugar tranquilo, en las dos primeras entregas junto a John Krasinski, y en la última, estrenada en 2024, de la mano de su nuevo encargado, Michael Sarnoski.
En Hereje van un paso más allá y, de la mano del prestigioso sello mainstream A24, realizan un título que ya viene vendido como uno de los hits de la nueva temporada de terror que no ha hecho más que arrancar en nuestro país, por más que en EE.UU. este ya cuente con unos meses de recorrido. Son ellos mismos quienes asumen, de nuevo, la firma del libreto, y lo cierto es que, Hugh Grant aparte, es el apartado que se antoja más conseguido de la obra, por cuanto pone en solfa la verosimilitud de la religión y, en general, de la fe –de cualquier signo, por más que la puesta en marcha del relato nazca de la iglesia mormona a la que pertenecen las dos inocentes muchachas que llegan a la casa del peligroso personaje interpretado por aquel– a partir de los elaborados monólogos con que se pretende enfrentar el sometimiento sociocultural que padecen ellas frente al extraordinario conocimiento de él, fruto de la experiencia, el desengaño y la asunción final de la libertad de pensamiento (y acción) como modo de liberación.

El problema principal que padece Heretic es que se trata de dos películas en una. Durante toda su primera mitad, donde, de alguna manera –y aun con reparos, dado el sagaz retrato de su inocencia condenada por una fervorosa creencia heredada e impuesta; pero pongámonos por un momento esa misma venda para entrar en el juego– logramos empatizar con las dos jóvenes protagonistas, se pone en marcha un certero ejercicio de tensión toda vez se introducen en la casa del extraño. Ciertos detalles en la planificación para reflejar objetos clarificadores o pistas de otra índole sobre el destino que se les augura, amén de los referidos soliloquios, antes que diálogos, a los que el personaje de Grant las somete –en un proceso de descomposición y anulación de los argumentos de la víctima cuando se ve enfrentada a una inteligencia superior empleada para hacer el mal–, son dignos de elogio.
Sin embargo, llegado un momento (que se presupone clave pero en realidad no lo es: todo está escrito de antemano, haciendo un parafraseo de la propia intrahistoria del filme), que sucede, además, a la última secuencia verdaderamente brillante –iteraciones del Monopoly con banda sonora de los Hollies y su “The Air that I Breathe”, ya saben, la melodía inspiradora del famoso “Creep” de Radiohead–, Beck y Woods deciden dar un giro de ciento ochenta grados a su creación para adscribirse a cierto canon del cine de género y, así, entregar un producto puede que competentemente facturado en lo formal –al fin y al cabo, estamos hablando de una producción de A24–, pero perfectamente impersonal y, sobre todo, imitativo en su resultado, como si perteneciese, de hecho, a la última de dichas iteraciones. Toda la solvencia anterior se deshilacha a partir de semejante momento de decisión, acaso en expectativa de generar sorpresa o hacer explícito ese horror bien sostenido hasta el momento, cuando lo que se obtiene a cambio es una ración creciente de impostura y manierismo en pantalla que manipula y retuerce el relato hasta hacerlo, sencillamente, increíble.

Empero, y por suerte, el auténtico maestro de la función es, como ya se ha sugerido, Hugh Grant. El actor inglés, dotado (y bien encasillado) para la comedia, logra hacer suyas las gesticulaciones y aspavientos más leves, desde lo facial a lo corporal como, sobre todo, a partir de su mirada, para infundir, en primera instancia, un alto grado de inquietud, y, finalmente, hacer patente ese terror hasta entonces sugerido; en su caso, además, sin acompasar la explicitud final de la narración, siendo capaz de mantener la sugerente compostura del gesto, por más que para entonces, y debido a lo apuntado, ya carezca del efecto previsto. Me atrevería a decir que, solo por él, merece la pena echar un vistazo a Heretic, si bien la perspicaz y bien construída soflama que sobre las religiones lanza el texto a través de algunos paralelismos también suponen un elemento de valor en esta irregular obra. Y eso nunca está de más, sobre todo en estos tiempos de (falsa) corrección moral con los que arrancamos 2025.

