Segundo largometraje dirigido por los hermanos gemelos Danny y Michael Philippou, en Devuélvemela continúan cultivando la senda del cine de terror moderno (la alianza con el conocido sello A24 lo demuestra), pero apuestan, en esta ocasión, por un tono mucho más serio, mediante la exploración del drama personal de una pareja de hermanos que se ve forzada a acudir a una casa de acogida tras la inesperada muerte de su padre. Realizada con una inclinación aún mayor que en su antecesora, Háblame, por el muestrario gore en pantalla, y rodeándose del mismo equipo artístico tras las cámaras, la cinta expone una serie de temas radicados en un ocultismo de peligrosas connotaciones que acaban por no resolverse de manera convincente, pero deja un par de actuaciones memorables. La repasamos en las siguientes líneas.

País: Australia
Título original: Bring Her Back
Año: 2025
Estreno: 1-8-2025
Duración: 104 min.
Director: Danny Philippou, Michael Philippou
Guion: Danny Philippou, Bill Hinzman
Fotografía: Aaron McLisky
Montaje:Geoff Lamb
Música: Cornel Wilczek
Intérpretes: Billy Barratt, Sora Wong, Sally Hawkins, Jonah Wren Phillips
Género: drama familiar, terror de sectas
Productora: Causeway Films, Salmira Productions, The South Australian Film Corporation
EL ESPECTADOR SALTA EL CÍRCULO
En Háblame, que supuso el debut en el largometraje de los hermanos Philippou, un grupo de amigos se prestaba a ser poseído durante unos instantes, a raíz del abrazo de una truculenta mano embalsamada, mientras registraban en sus teléfonos el momento como parte de la peligrosa “fiesta” que les reunía. La pareja de realizadores aunaba, de este modo, el sentido lúdico del terror con el angst adolescente, desprendiéndose por el camino, de manera natural, impactantes retazos venidos del más allá. Dos años más tarde, con Devuélvemela, y otra vez de la mano del cada vez más adocenado sello A24, han decidido virar el tono en su cultivación del terror para masas, confeccionando una propuesta que aboga por la seriedad y el discurso con trasfondo dramático, aunque se plazcan de sobredimensionar, si bien de manera dispersa, el ingrediente escabroso. A tenor de los resultados, el envite parece venirles algo grande.

De nuevo con Danny Philippou y Bill Hinzman como firmantes del texto –que repetirán en la secuela de la referida cinta que les dio a conocer, prevista para 2026–, la historia de Bring Her Back se centra en la relación que se establece entre dos hermanos, Andy (Billy Barratt) y Piper (Sora Wong), que acaban de perder a su padre en circunstancias trágicas, y su nueva madre en adopción, Laura (una Sally Hawkins genuinamente creepy, que hace subir enteros a las imágenes por sí sola). Y la exploración que se realiza tanto del duelo (sostenido en el tiempo) como de la fuerte unión filial que se establece entre los hermanos se erige en uno de los principales sostenes de la película, por cuanto manifiesta una loa a la pureza humana frente al otro extremo: el del horror imprevisto y que, a duras penas, tiene explicación. Y contra el que solo cabe luchar para sobrevivir (si aún estás a tiempo de enterarte del asunto). El problema radica en los elementos paralelos que sirven no solo para poner en marcha, sino para empujar el relato –y buena parte de las imágenes más potentes que lo componen– hacia el trágico lugar adonde se quiere asomar.
Así, el arranque en imagen real, que nos enseña a una secta ejerciendo toda clase de tropelías a sus secuestrados, no tardará en filtrarse a través de la textura en vídeo casero fruto de las grabaciones que alguno de sus miembros realiza. Además, su visualización se hará muy puntual en lo que sigue, y como muestrario diegético compartido con alguno de los personajes principales. Observada en su totalidad, y toda vez resaltado el aspecto dramático y la profunda compunción que arroja la obra, la trampa de dicha puesta en escena salta a la vista.

A eso debe sumarse la implicación de Oliver (Jonah Wren Phillips, de quien, francamente, no me gustaría tener que responsabilizarme en casa tras asumir un rol así), ya cuidado por Laura tras la llegada de los hermanos y cuyo comportamiento algo más que extraño, sumado a los inquietantes brotes de extrañeza visibles en ella, no parece inquietarlos en demasía (sobre todo a Andy, que ejerce como sostén de su hermana, invidente). Este personaje está concebido como la atracción principal –no por casualidad preside el póster y… al final, algo más (que, obviamente, no desvelaremos)– y, sin embargo, su relevancia en el núcleo de la trama resulta inocuo y solo se utiliza de modo accesorio para vertebrar los instantes más tremebundos del film, sin explorar su esencia. Que es la que atañe a la propia producción, a partir de ese inconcebible terror conectado con el inframundo que practican algunas personas, y que, por fortuna, resulta ajeno a la mayoría de las otras que poblamos la tierra.

Por ello, la apuesta por el racimo de imágenes gore –ciertamente extremas e impactantes– seleccionado se antoja igual de caprichosa y poco resolutiva. Y está en perfecta sintonía con el apunte de simbología ocultista que se retrata: el círculo como elemento de poder infinito, capaz de encerrar el control del individuo y cuya escapatoria supone la ruptura del embrujo. Pero, por muchos planos cenitales, volteos de cámara y reincidencias visuales en torno a esta idea que practiquen los Philippou, amén de inundar, literalmente, sus imágenes con agua y lluvia, el chaparrón de incredulidad y falta de empatía con respecto a la historia y los vericuetos de sus personajes sobresale por encima del objeto de amenaza, desasosiego y malestar que pretendieron orquestar.
