Segundo largometraje dirigido por Osgood Perkins que se estrena en 2025, y el tercero en apenas año y medio natural tras Longlegs. Donde hace unos meses, en The Monkey, un muñeco de juguete desataba la muerte espontánea (y fatal) a su alrededor, ahora, con Keeper –que hace referencia a esa persona que merece la pena tener al lado– lo sobrenatural emerge del interior de una cabaña en el bosque, adonde acude una pareja para celebrar un fin de semana romántico. Una cinta muy poderosa en lo audiovisual, no tanto en las variadas ideas y comentarios de que se nutre su guion, que augura deparar auténticos escalofríos a los espectadores.

País: EE.UU., Canadá
Año: 2025
Estreno: 19-12-2025
Duración: 99 min.
Director: Osgood Perkins
Guion: Nick Lepard
Fotografía: Jeremy Cox
Música: Edo Van Breemen
Intérpretes: Tatiana Maslany, Rossif Sutherland, Kett Turton, Eden Weiss
Género: terror sobrenatural
Productora: Oddfellows Pictures, Range Media Partners, Wayward Entertainment
EL GRAND GUIGNOL DEL ESCALOFRÍO (LASTRADO POR LA RAZÓN)
En este sitio seguimos muy de cerca los estrenos de las obras dirigidas por Osgood Perkins, una de las voces jóvenes que más ruido están haciendo en el terror actual. Con independencia de la calidad intrínseca de cada una de ellas, lo cierto es que su estilo visceral y sin concesiones está causando sensación entre los aficionados, lo que le ha posibilitado multiplicar su producción: en este año 2025 ha estrenado dos –la que nos ocupa y The Monkey, el pasado febrero–, y tan solo hay que viajar unos meses más atrás en el tiempo para encontrar la anterior –Longlegs, en agosto del 2024–. Pero es que ya tiene en producción la siguiente, con el título de The Young People y que cuenta en su reparto con Nicole Kidman, además de Tatiana Maslany por tercera vez consecutiva, con estreno previsto para el año entrante. Cuatro títulos en apenas tres años; mientras que los otros tres (más el episodio televisivo de la nueva The Twilight Zone) que componen su filmografía se desarrollaron a lo largo de seis.

En Keeper continúa el camino de la abstracción que emprendiese en The Monkey. Una historia mínima donde el terror irrumpe sin ambages para reventar la normalidad. En este caso, la de una pareja (interpretada por la referida Maslany y Rossif Sutherland) que se retira a la lujosa cabaña que él tiene en el campo para celebrar su aniversario en un fin de semana romántico. Pero los avisos no tardan en llegar: dibujos sobre el cristal del baño donde ella toma un baño, conversaciones de terceros que parecen filtrarse por las rendijas de las cañerías, comportamientos anómalos por parte de visitantes inesperados…
Es, justamente, en esos momentos, cuando su narrativa –que, por lo común, alude a una manifestación del horror puro– mejor funciona. Su planteamiento, a través de un ritmo in crescendo, se antoja adecuado con el fin de (re)torcer la antedicha normalidad y se demuestra efectivo en su desquiciante explosión, algo en lo que tienen bastante que ver los ademanes de inquietud y, finalmente, las muescas de pavor que es capaz de arrojar la actriz principal, en respuesta a la progresiva enseñanza de las entidades que subyacen al relato. Perkins tiene un don especial para componer una cierta imaginería macabra, inspirada en buena parte en el teatro del Grand Guignol, y su puesta en escena, sumando la lograda banda sonora de Edo Van Breemen (quien ya colaborase con él en la anterior), no es raro que llegue a sonsacar un racimo de escalofríos al espectador.

Sin embargo, el conjunto funciona peor cuando la racionalidad quiere reclamar el espacio que le corresponde, acaso para tratar de aterrizar la cualidad eminentemente sobrenatural de la historia. Algo en sí mismo contradictorio, pero, al fin y al cabo, este no es sino otro título comercial más de la factoría Neon. Así, el segundo libreto de la carrera de Nick Lepard (el otro es el de Dangerous Animals, cuyas mejores bazas tampoco se cuentan en este apartado) da lugar a situaciones y giros que restan autenticidad al impacto cuasi ancestral que provocan algunas de las imágenes concebidas por el hijo de Anthony Perkins, mientras aprovecha a introducir, asimismo, comentarios de tipo social, como el de la perpetuación de la violencia heteropatriarcal. Una lástima, ya que ciertas secuencias de Keeper, aisladas y consideradas en su acepción meramente audiovisual, pueden enumerarse dentro de lo mejor que el cine de género haya ofrecido en tiempos recientes.


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