Crítica de La angustia del miedo, de Gerald Kargl

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El impacto que causa sobre el espectador el visionado de una película como Angst no debe haber mermado mucho a pesar de los años transcurridos desde 1983, cuando vio la luz: su radical e hiriente propuesta a la hora de forzar nuestro adentramiento en la mente de un auténtico psicópata supone un verdadero choque, un leve trauma que no puede dejar indiferente al espectador, ni siquiera al más férreo, ni aún menos alucinado a aquél más avezado o conocedor del género. Muchos otros ejemplos brillantes han venido después -la figura del serial killer se ha prestado desde el análisis social con apuntes metalingüísticos en Funny Games, de Michael Haneke, hasta el retrato de una mente procaz adoptada por el mal, en El silencio de los corderos, de Jonathan Demme, o incluso al desolador examen del propio investigador como figura justiciera, en Seven, de David Fincher-, pero la pureza, depuración y extrema desnudez que caracterizan a La angustia del miedo, con la reinante presencia de un visible amateurismo, la hacen una obra única y fácilmente destacable entre sus similares; prácticamente un islote enfangado en la inmundicia, bien adentrado en el mar de las tinieblas (personales).

Las incómodas reflexiones de un psicópata
Las incómodas reflexiones de un psicópata

Entre otras cosas porque el director de este film austriaco, Gerald Kargl, es un auténtico desconocido, que más allá de piezas promocionales no realizó ninguna otra obra comercial posterior, y del que sólo se conoce un documental anterior de corta duración y género deportivo (e inédito en nuestro país), que lleva por título: Escenas con el esquiador Franz Klammer. Es por eso que resulta aún más misterioso el caso de su único largometraje, que al parecer está inspirado en el episodio real de un famoso psicópata alemán, noticiado unos pocos años antes. Quizás se viera tan sobresaltado por semejantes sucesos que sintiera la necesidad, casi placentera, de imaginarlos plasmándolos en la ficción; o puede que se viera reflejado en la soledad y aislamiento de un ser tan acomplejado y falto de afecto, de manera que se decidiese a filmarlo a modo de exorcización de los propios demonios personales a la vez que de autorepresión de determinados impulsos violentos, que cualquier ser humano posee; más o menos falsas estas hipótesis atrevidas y espontáneas, la realidad es que únicamente nos queda esta obra, que resulta ciertamente apasionante, tanto como apabullante.

Angst supone un ejercicio malsano de voyeurismo por parte del que se atreve a mirar, del que se deja atrapar en su espiral de rapidez y locura. Un estudio sin complejos del carácter de un asesino que hace honor a todas y cada una de sus letras, siguiéndolo de cerca en sus fechorías mientras él mismo nos explica el por qué de sus acciones, la “lógica” interna de las mismas. Por ello, esa voz en off que sobrevuela en la práctica totalidad del metraje se antoja harto incómoda pero extremadamente necesaria para establecer una mínima comprensión, una brizna de empatía por un ser antipático por naturaleza, desde sus mismos rasgos corporales (inconmensurable, perfectamente “ido” y absolutamente inquietante trabajo de Erwin Leder); si bien no sería descabellado pensar que puede llegar a causar justo el efecto contrario: la crispación de un espectador que se ve obligado a ser cómplice de unos actos horrendos, situado en una coyuntura en la que cualquier persona normal nunca se vería.

La imposible escapatoria de la locura

Que la cámara de Kargl (ayudado por el cineasta polaco Zbigniew Rybczynski) se sitúe al lado del protagonista -además prácticamente único y exclusivo, centro de toda la atención del frame- durante buena parte del metraje, demasiado cerca en determinados planos, implica un mayor grado de agobio si cabe, una apuesta por la violentación extrema hacia el respetable, quien por otro lado se ve extrañamente fascinado por las imágenes que contempla, fruto de la conexión entre la figura del actor, sus movimientos y los de la cámara, pretendidamente nerviosos, como movidos por impulsos irracionales. En paralelo, los acordes de krautrock (germen de la música electrónico-industrial en Alemania, compuesta aquí por Klaus Schulze, del grupo Tangerine Dream) que no cesan en acompañar la narración, conforman una composición de conjunto perfectamente sucia, asfixiante y decadente, de raíz nihilista.

Y sin embargo no es la patente cercanía la única distancia focal que se observa, sino que se juega en una gran variedad de estilos de planificación que van desde la lejanía del plano general (probablemente a través del uso de grúas, por difícil que parezca teniendo presente la escasez de medios de la cinta), al uso recurrente del plano picado, pasando por travellings de acompañamiento y siendo constante la presencia de cámara en mano, para así imprimir un sello hiperrealista en las imágenes, sin perder nunca de vista el fatal objetivo; reafirmándolo, como se ha visto, levemente desde arriba, asegurándonos su omnipresencia, cercándolo tanto corporal como mentalmente.

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La culminación de la insania mental

La angustia del miedo es una auténtica rareza, un film poco conocido pero que aloja un gran valor cinematográfico en su interior, a pesar de su evidente precariedad, o precisamente gracias a ella. Supone además un comentario subrayado acerca de la maldad, del odio germinado en un ser humano cuando hay una total ausencia de valores, de sentimientos positivos en su interior, lo que inevitablemente distorsiona las relaciones con sus semejantes. Prácticamente, un documental desquiciado y desquiciante que esconde alguna de las escenas más sobrecogedoras y brutales vistas en la pantalla. Ríase usted de las películas de terror modernas y entre de lleno en la que con toda seguridad sea la película de cabecera para cualquier asesino en serie.

Portada del dvd español
Portada del dvd español

Nota sobre la edición. La posibilidad de descubrir esta gema en bruto en formato doméstico en nuestro país ha venido dada de la mano de 39 Escalones Films. Una joven editora que está rescatando films de reputado prestigio pero poco conocidos por estos lares, e incluso series patrias de carácter fundacional en el género de terror, como El quinto jinete, exhibida en los años 70 en TVE. Aparte de una más que correcta calidad audiovisual, el aliciente de este dvd es que incluye el metraje íntegro de la película, ya que se han rescatado los primeros minutos (a modo de introducción del protagonista) que sólo fueron vistos en su pase televisivo en Alemania. Como material extra, dos cortometrajes: Julia, de Susanne Aernecke, y el excelente Escarnio, de Raúl Cerezo.

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