Cortópolis IX. Octubre 2013

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Otro mes más llegó esta particular fiesta del cine a Kinépolis. Seguramente este complejo disponga de varios preestrenos mensuales, pero nada que tenga que ver con lo que alberga Cortópolis en su interior: una propuesta diferente, que tiene como objeto poner en el lugar que se merece a ese otro cine tan poco visible como son los cortos; un encuentro divertido, dinámico y donde se ofrece la nada desdeñable (y muy poco habitual) oportunidad de dialogar con los propios creadores de las obras.

Octubre llega a su fin y la proximidad de la fiesta de Halloween se hace notar en las inmediaciones de la sala 6, donde unas vitrinas alojan espeluznantes cabezas cortadas de un gran realismo (producto de la empresa Inside Fx), utilizadas en algunas producciones cinematográficas. Una vez en el interior de la sala -de nuevo con el aforo prácticamente completo-, los directores de la película de inminente estreno Al final todos mueren nos hablan de la misma; a continuación se presenta la revista So Film a cargo de uno de sus redactores, Alberto Lechuga, una publicación cinéfila que se aleja del tono habitual que ofrecen el resto de publicaciones actuales en nuestro país; por último, es Nacho Vigalondo quien nos habla de los problemas de posproducción que está teniendo su última realización, Open Windows. Al parecer “unos cuadraditos blancos sobre la imagen” estaban siendo el quebradero de cabeza de algún técnico en otro lugar del planeta en esos mismos instantes.

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Previo a la exhibición de los cortometrajes, se anunció el premio del público de la edición de septiembre, que fue a parar a manos del excelente Record/Play, cuyo director agradeció el premio. Respecto a esta edición, se anunciaba como la más ambiciosa. Desconozco las motivaciones que llevan a aseverar tal afirmación, pero lo cierto es que predispone al espectador de cara al visionado. Por lo que, si al final de éste los trabajos exhibidos no resultan tan loables como en otras ediciones, se sufre una ligera decepción, de manera irremediable. Veámoslo:

 

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Eternos (Javier Fesser). Comenzamos la sesión con una pieza que en realidad no es independiente, sino que se trata del capítulo inicial del mencionado film coral Al final todos mueren. Dirigido por Javier Fesser, hace gala de su habitual humor cotidiano que ostenta un punto de extrañeza, casi siempre originado por la situación en la que se ven inmersos sus personajes; aquí, dos astronautas que se predisponen a contemplar la extinción de nuestro planeta en primera persona. La planificación que sigue el realizador es estática y juega ligeramente con el efecto de la gravedad, en realidad no le hace falta más para narrar esta sencilla historia, que, contemplada en solitario, carece de la emoción o la afectividad que una situación extrema como la planteada acarrearía. Una broma simpática y desprovista de todo punto de naturalidad.

 

cartel_el_ultimo_planoEl último plano (Zoe Berriatúa). Puede que sea este un buen ejemplo de cine que ostenta un cierto grado de empaque visual pero al que le falta redondez rítmica y acompañamiento actoral. Esta historia de padre e hijo apasionados del medio cinematográfico y donde el primero se obsesiona con rematar su creación aun a costa de las inclemencias extremas del tiempo resulta interesante en su propuesta, no así en su desarrollo, que se basa en continuas discusiones entre ambos -una tensión ya adivinada y que no era necesario remarcar- y donde la sobreactuación de la pareja protagonista resta credibilidad al conjunto. La vuelta de tuerca final acoge al fantástico en su seno, y de hecho le sienta bien para elevar la apasionada lectura que el director quiere realizar sobre el medio, cerrando con un último plano que justifica y cierra el sentido último de este irregular pero interesante cortometraje.

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cartel_la-huidaLa huida (Víctor Carrey). El ya clásico “corto a traición” quizás fuera lo mejor de toda la velada. Cine pop en estado puro que bebe directamente de Guy Ritchie o que puede recordar al Danny Boyle de Trainspotting, pero que va más allá de su refinada estética (de índole publicitaria) para narrar una historia que en realidad esconde muchas pequeñas historias que acontecen en torno a la principal. Con gusto para fijarse en el detalle insignificante y utilizarlo no como método de relleno sino como elemento de suma narrativa a la hora de conformar una determinada propuesta (en extremo curiosa, en este caso), nada es caprichoso en esta pequeña joya que fluye con elegante dinámica, hipnotizante cámara lenta que sigue los movimientos espasmódicos de una carrera de huida y a la que el acompañamiento musical le viene ni que pintado. Sería bueno la aparición de muchos más creadores que ostenten la rica frescura de Victor Carrey en este país. No queda más que aplaudir.

 

subterraneo_cartelSubterráneo (Miguel A. Carmona). Este es el típico trabajo que despertará una cierta inquietud en nuestro interior cuando vivamos de nuevo la situación cotidiana que plantea, y eso ya supone un punto a su favor. Unos encapuchados en el párking de debajo de nuestras casas; inquietante… y peligroso. Pues bien, esta es la situación de partida de Subterráneo, que juega con un inteligente off visual desde la perspectiva de una pareja que se ve atrapada en el interior de su coche. Algo próximo a un puñetazo seco y doloroso en el bajo vientre del espectador, pero que se excede en su intento de traspasar el miedo que sienten los protagonistas hacia nosotros, no terminando de aprovechar la contundente presencia del invasor, a quien apenas vemos. Este matiz de sutileza de puesta en escena le sirve a Carmona para indagar en la nula solaridad que podemos vivir con el prójimo en una situación de amenaza, pero termina por restar inevitablemente la fuerza y el coraje que necesitaba arrojar la película.

 

perfect-drug-cartelPerfect drug (Toon Aerts). El título de este cortometraje no está de más: en efecto nos encontramos ante la perfecta droga (cinematográfica). Un cúmulo de excesos y aberraciones visuales vividas en primera persona por uno de los protagonistas, que ingiere un líquido verde que acarrea toda su locura posterior. Repleto de personajes obscenos y de trazo grueso, el que más permanecerá en nuestra memoria (por desgracia) será el del desproporcionadamente obeso recepcionista del motel alrededor del cual suceden los hechos, bajo cuyo aberrante estómago se encuentran las llaves de las distintas habitaciones. Un elemento cuasi terrorífico que desencadena la secuencia más brillante de todo el film, y que resume su carácter de alucinación hecha imagen: aquella en la que el protagonista se introduce en el interior del cuerpo de aquél a través de esa asquerosa rendija abierta -mientras vislumbramos escabrosas luces de neón en su itinerario- hasta asomar su cabeza en el hueco dejado por la original, y salir de esa guisa al exterior del complejo; la última imagen inefable de cuantas se han sucedido con anterioridad. Curioso trabajo que apunta un buen puñado de ideas y modos de representación por parte de su realizador, que serán más difíciles de soportar y justificar en el terreno del largo.

 

cartel_incidentIncident on Highway 73 (Brian Thompson). No cabe duda de que nos encontramos ante el film más ambicioso de esta edición de Cortópolis. De acabado absolutamente profesional, de nuevo (tal y como ya hemos comentado con determinados títulos de otras ediciones) podría pasar por ser un extracto de un largometraje producido en Hollywood. De hecho es éste uno de sus mayores problemas, el efecto copia o imitación. El relato de esta pareja que se desvía de su camino en coche y presencia sucesos anómanos a su alrededor suena a ya visto y, lo que es peor, no puede causar el impacto pretendido porque apenas habremos empatizado con ellos, sin conocer casi nada por culpa de unos diálogos que se antojan planos y funcionales en exceso. Todo está planificado de cara a alcanzar cuanto antes la coyuntura paranormal que se muestra en el tramo final, pero lamentablemente ni la planificación es capaz de sugerir inquietud o demasiado temor (más allá de algún susto ocasional, basado en el lastre común de la subida repentina de volumen en la banda de sonido) ni las actuaciones parecen demasiado creíbles. Cuando unos gritos provocan más la risa que el miedo, la sensación de rechazo está servida en bandeja. Decepcionante y desaprovechada producción.

 

cartel-L5DLa quinta dimensión (Liteo Deliro). La última proyección es la más aplaudida previo a su comienzo; ya sabemos pues cuál es la baza de engarce en el Cortópolis de este mes. El mundo de los sueños y las pesadillas en el marco del “otro yo” tienen un muy amplio recorrido en el mundo del cine, y ese transitado camino es el que parece seguir La quinta dimensión. Una cinta muy bien trabajada en lo visual -está filmada en un exquisito blanco y negro que funciona en ideal consonancia con la irreal imaginería que se describe- pero que no termina de esclarecer el fin de su propuesta, lo cual se debe principalmente a un guión algo disperso, que apunta en una serie de direcciones inconclusas, indeterminadas. Es por eso que da algo de rabia contemplar cómo una gran capacidad para componer imágenes sobre la pantalla se vea desaprovechada por una historia que, ya que no puede aspirar a inmiscuirse en el interior de una temática de la complejidad del desdoblamiento en toda su amplitud, hubiera suplido con una mayor sencillez la ambición que se palpa en su concepción.

 
Así acabó la sesión de octubre, que en estricta opinión personal del que esto suscribe resultó algo decepcionante. Como siempre sucede en Cortópolis, los cortos seleccionados albergan más virtudes que defectos, pero en esta ocasión la línea que separa ambos conceptos quedó algo más difusa. Pero como no hay mal que por bien no venga, ya se espera con ganas la sesión de noviembre. Nos acercamos al final del año y seguro que los chicos de la organización nos tienen reservado un buen pelotazo. En menos de un mes lo veremos, aunque nos muramos de frío en el intento.

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2 respuestas a “Cortópolis IX. Octubre 2013”

  1. No estoy muy de acuerdo contigo, my friend. Creo que la edición es de las mejores que ha tenido Cortópolis, sobre todo por la presencia de cortos cotundentes, con buenas historias. Mi favorito ha sido el de Incident…, seguido por el de Perfect Drug. El de Zoe Berriartúa sólo me parece una pieza simpática pero que no aporta nada ni a la carrera del veterano realizador, ni creo que al público que se sentó enfrente de la descomunal pantalla de Kinépolis. Un poco grande le quedaba…

    Voy a lanzar una reflexión al aire tras el apetitoso visionado de P.D y de Incident…que no tiene nada que ver sobre esta edición pero sí con el mundo del cortometraje en general.

    En la pasada edición un miembro del staff me comentaba que a él le gustaba más el corto que el largo porque en el corto se arriesga más. Estoy totalmente de acuerdo con esa afirmación, en un corto te lo juegas todo a una carta: o funciona o no funciona, y los fracasos cuestan caros.

    A ese respecto, al ver cortos tan potentes como los mencionados u otros que han pasado por Cortópolis, me viene a la cabeza que muchos cortometrajistas tienen ideas que «plasman» en el celuloide (bueno, celuloide cada vez menos) y otros que tienen historias que «narran» en el celuloide. La diferencia es grande. Al estremecerme con cortos como Incident, P.D., Horizonte u 8, veo como hay historias que se desarrollan ante mí de principio a fin, logrando mi complicidad y mi entusiasmo. En ese momento no veo diferencia alguna entre un -buen- largo y un -buen- corto. Sin embargo, y eso deberían plantearse muchos autores de cortometrajes, eso no se consigue cuando alguien tiene una «idea» y la lleva a la pantalla sin desarrollar la base narrativa suficiente para darla forma.

    La importancia de Cortópolis en el panorama del cortometraje español es grande. Los organizadores seleccionan obras muy interesantes que nos descubre al corto en su dimensión más profesional. Felicidades!!

    1. No cabe duda al respecto de la calidad de este evento, es algo que me encargo de recalcar en todas y cada una de las crónicas. Pocas veces se hacen favores tan grandes al mundo del cortometraje como lo que representa Cortópolis, auténtico adalid de cara a dignificar un formato que tiene tanto o más cine detrás que muchas películas que se estrenan en nuestra cartelera.

      Otra cosa diferente es el nivel de los trabajos que puede ofrecer el festival, que lógicamente diferirá de una sesión a otra en su conjunto, pero que siempre dejará ver trabajos bastante notables, reservando algún hueco para el sobresaliente. Eso es algo fácilmente perceptible independientemente de los gustos de cada espectador, que será el factor encargado de inclinar la balanza de las preferencias.

      Es este un escaparate magnífico para los realizadores jóvenes que aspiran a forjarse un futuro en esto del cine. Y aunque muchos de ellos no lleguen a la meta de dirigir un largo, habremos tenido la suerte de contemplar sus trabajos en una pantalla como la de Kinépolis. Y si Cortópolis los ha programado, a buen seguro que los habremos disfrutado. Así que me uno a esa felicitación final, sin duda.

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