Horns, de Alexandre Aja
3junio 30, 2015 por Roberto García-Ochoa Peces
País: EE.UU. / Canadá
Año: 2013
Duración: 120 min.
Director: Alexandre Aja
Guión: Keith Bunin
Fotografía: Frederick Elmes
Música: Robin Coudert
Reparto: Daniel Radcliffe, Juno Temple, Max Minghella, Joe Anderson, Heather Graham
Productora: Red Granite Pictures / Mandalay Pictures
Página web: http://radiustwc.com/releases/horns/
CUERNOS IMBERBES (PERO PUNTIAGUDOS)
Es esta la sexta película de su director, un número a priori escaso, pero que en el caso que nos ocupa deja entrever un talento ya asentado y con capacidad para reproducirse y potenciarse en el futuro, a pesar de la insultante juventud de su autor. El francés Alexandre Aja es uno de los realizadores que surgió de aquella ola de horror extremo aparecida en el país galo durante la primera década del presente siglo con su contundente Alta tensión (2003), que, junto a películas como Al interior (Alexandre Bustillo y Julien Maury, 2007) o Martyrs (Pascal Laugier, 2008) revolucionaron el cine de género en Europa. Su ADN cinematográfico se ve inoculado por la furia que da título a su primer filme, y deviene propenso a incomodar al espectador mediante la mostración, tendente a lo explícito, de relaciones o situaciones que plantean una encerrona.
Ahora estrena Horns -es un decir, puesto que a España llega con casi dos años de retraso respecto a su aparición en el festival canadiense TIFF, y bajo una distribución en salas bastante limitada-, ya de pleno inmerso en territorio hollywoodiense tras Reflejos (2008) y Piraña 3D (2010). Protagonizada por una pléyade de jóvenes intérpretes, a la cabeza Juno Temple (Maléfica), Max Minghella (La red social) y, sobre todo, Daniel “Harry Potter” Radcliffe, presenta a éste como el joven Ig Perrish, quien se enfrenta a toda una pequeña población norteamericana -radicalizada y convencida en busca de hacer justicia aun sin las pruebas necesarias, impulsada por unos medios de comunicación perfectamente situados en la amarillista parrilla de salida-, que le acusa del asesinato de su (ex)novia Merrin. Quizás por ello le crezcan a Ig unos pequeños cuernos en la cabeza, en una explícita parábola de índole fantástico que le transmuta en el último chivo expiatorio necesario en cualquier comunidad. El perfecto demonio del siglo XXI: joven y guapo, pero con un plus de peligrosidad adherido a su imagen de niño bueno, lo que incrementa su ya de por sí innegable magnetismo… aun a costa de exponenciar el desconcierto a su alrededor.
En este sentido, el inicio es modélico, ya que la inmersión de la cámara en el mundo de nuestro protagonista se produce del revés, invirtiendo el plano estático que lo va a presentar pinchando el Heroes de David Bowie después de atravesar las raíces del suelo sobre el que, en primera instancia, le hemos visto reposar plácisamente junto a Merrin. Es la mejor de las pistas a la hora de adentrarnos en una película que funciona como procaz ejercicio de entretenimiento a raíz de sus múltiples ocurrencias, adaptadas por el guionista Keith Bunin a partir de la novela original de Joe Hill (hijo del famoso novelista de terror Stephen King) y llevadas a la pantalla con desenvoltura, dinamismo y un fuerte grado de socarronería por parte de Aja. Existen numerosas dosis de humor negro a lo largo del metraje, así como dardos envenenados hacia ciertas convenciones sociales que son destapadas aquí a modo de engarce con la narración principal, que no es otra que la del retrato de un sufrido adolescente que ha de lidiar con toda clase de reprobatorias para superar su natural debilidad y truncada sensibilidad -indagadas por el director a través de sus recurrentes flashbacks, que cumplen una función justamente esclarecedora-.
No obstante, y aun resultando visible esa mala baba que firma en determinadas secuencias (véase, si no, aquella en la que el protagonista carga contra los medios que le persiguen para conseguir el mejor titular, sacando a relucir las vergüenzas que nadie se atreve a pronunciar sin ningún tipo de pudor, lenguaraz más allá del límite de lo imaginable), se echa en falta la auténtica rabia y el arrebato de autenticidad que lograba transmitir en sus primeras películas, la cumbre de su expresión en armonía con Grégory Levasseur, su guionista de toda la vida y que aquí pierde, lo que consigue restar pureza no tanto a la forma de sus imágenes (que se han visto necesariamente transformadas, acaso maduradas, con el paso del tiempo) como al contenido de las mismas.
Alexandre Aja se sirve del fantástico para hablarnos a la cara, y desde lo más hondo de un alma herida, de las injustas tragedias personales que, día tras día (y a pesar de estar protagonizadas por ese colectivo a priori tan antipático) padecen ese grupo de personas a punto de entrar en la edad adulta. Un cuento que podría haber sido de hadas, metamorfoseado en relato simbólico sobre la tergiversación de la que normalmente hace uso (voluntario o no) nuestra sociedad. Generalmente contenido, que no adocenado, pero con ocasionales chispazos de la furia y explicitud tan del gusto de este genial realizador.
Me gustó la película, y ahora la volveré a ver fijándome un poco más en esa mala baba, que fue realmente lo más refrescante para mi de este filme.
Gran trabajo!
Muchas gracias hombre.
Te aconsejo también que busques sus primeras películas (sobre todo Alta tensión), que es completamente diferente a ésta. Eso si te gusta la caña, pero si quieres la de verdad, con espumita, o bien la que sirve para recoger pescadito, échate un ojo a Piraña 3D y tendrás todo en uno.
Gracias por las recomendaciones, iré a por Piraña 3D, que por el título la descarté en su día, pero ahora que me la recomiendas le daré una oportunidad.