Entrevista a Sergio Martino

Cabecera Sitges 2017

El italiano Sergio Martino (Roma, 1938) pasó unos días en Sitges, invitado por el festival para recibir el premio Maria Honorífica y presentar su autobiografía, “Mille peccati… nessuna virtù?” (Bloodbuster). Y la organización tuvo a bien concedernos quince minutos de su tiempo para charlar con esta eminencia del cine de género europeo, popular, sobre todo, por los sólidos gialli que realizase en los primeros años setenta, y que solo son una pequeña muestra de una carrera que abarca más de sesenta títulos. Serio en apariencia, Sergio se demuestra muy cercano y atento en las distancias cortas, respondiendo directamente a las preguntas que le hago en español sin necesidad de la intérprete, fruto del conocimiento que adquirió de nuestro idioma a través de los múltiples rodajes que efectuó en España en régimen de coproducción, tal y como comentaremos. A continuación, el resultado de este encuentro, acaso demasiado breve, pero suficiente para obtener una idea de sus constantes e intenciones cinematográficas.

Entrevista a Sergio Martino en Sitges 2017
«Creo que si realizase hoy Torso, habría de contener imágenes más explícitas y no la haría».

 

En primer lugar, quería agradecerle personalmente este tiempo que me dedica. Es un verdadero placer no ya entrevistarle, sino tener la oportunidad de poder charlar de cine con usted.

Muchas gracias.
 

Viene a Sitges, en su edición número cincuenta, para recibir el premio Maria Honorífica y también a presentar su autobiografía (“Mille peccati… nessuna virtù?”). ¿Qué supone para usted este festival?

Yo ya he estado aquí en otras ocasiones, si mal no recuerdo hace algo más de diez años, al principio de este siglo, para presentar una nueva proyección de Lo strano vizio della signora Wardh (La perversa señora Ward, 1971) -rodada en esta localidad barcelonesa-. Desde entonces, he podido apreciar que la organización ha crecido muchísimo, y encuentro una extraordinaria amabilidad de parte de todo el mundo. Me gusta especialmente el entusiasmo que desprenden tantos jóvenes por este tipo de cine.

 

Comienza a hacer cine a primeros de los años setenta, con el western Arizona si scatenò… e li fece fuori tutti!(Arizona vuelve, 1970), y después firma su ciclo de películas gialli. Pero todas son coproducciones con España, de la mano de nombres como Joaquín Romero Hernández, Eduardo Manzanos Brochero o Santiago Moncada, entre otros. ¿Por qué eligió coproducir todas esas películas con nuestro país?

El régimen de coproducción con España en aquellos años era bastante común, ya que se minimizaban los riesgos, repartiéndolos entre ambos países. Sí guardo un buen recuerdo de ese primer western, que rodé en La Pedriza (Madrid). En la siguiente, La perversa señora Ward, ya conté con la ayuda de Manzanos en la producción, que en esos momentos regresaba de Hong Kong y del que recuerdo con precisión una anécdota. Al poco de iniciarse el rodaje, dijo que el cine estaba acabado, porque recientemente había descubierto el futuro del medio: el videocasete. Intuía un cambio de paradigma a través del uso de la cinta magnética, que creía soporte definitivo y el inevitable final para el tradicional celuloide. Hoy, ya con el DVD, esa visión ha quedado obsoleta y se ha crecido de una manera extraordinaria; pero poco después de aquello sí es cierto que el número de espectadores en la sala de cine se redujo de manera considerable, porque la gente tenía la oportunidad de ver la película en casa y lo prefería antes que desplazarse a la sala. Yo pienso que la magia que se genera al ver una película en un cine es diferente a la que tienes cuando la ves en casa, y además pertenezco a otra generación, en la que miramos las cosas de otro modo.

 

En gran parte de su obra, sobre todo en sus primeras realizaciones, trabaja junto a Ernesto Gastaldi, que había dirigido Libido (1965), en el guion, y siempre apoyado por su hermano Luciano desde la producción. ¿De qué manera le ayudaban para poner en marcha las diferentes producciones en que trabajaron juntos en aquella época?

En nuestro entorno era inevitable trabajar en conjunto, era una cuestión familiar, de ahí la ayuda constante de mi hermano Luciano; y Ernesto era como un hermano para mí, así que me reitero en esa idea. Habitualmente, el cine se hacía, en el noventa por ciento de las ocasiones, con gente residente en la ciudad de Roma y alrededores, pero Ernesto venía de una pequeña ciudad del norte llamada Biella. Sin embargo, él tenía una capacidad increíble para escribir guiones en periodos cortos de tiempo y además hacerlo bien, demostrando una gran imaginación, lo que no es nada fácil; de ahí viene buena parte de su éxito. Incluso a día de hoy continúa escribiendo libros con bastante asiduidad, aunque ambos ya tenemos una edad y nos encontramos fuera del circuito y de los esquemas de producción actuales. Pero en su momento sí congeniamos al trabajar juntos.

 

Pese a ser reconocido por el giallo, ha transitado prácticamente todos los géneros cinematográficos, desde el western al poliziottesco, pasando por la comedia erótica italiana e incluso la ciencia ficción en los años ochenta. ¿Cuáles son las películas de las que se siente más orgulloso?

Opino que cada una de las películas que realizas es como un hijo, y hay que amarlos a todos por igual aunque algunas me gusten más que otras. Sería difícil quedarme con una, antes preferiría hacer un puzzle de todas cogiendo unos créditos de aquí, una escena particular de allá… Pero tengo que reconocer que siento una especial afección por I corpi presentano tracce di violenza carnale (Torso – Violencia carnal, 1973), sobre todo la parte final, los últimos veinte minutos que son casi mudos y donde hay una tensión fascinante; también porque la escribí casi yo toda, aunque tuve el apoyo final de Ernesto. Asimismo, guardo buenos recuerdos de secuencias concretas y muy divertidas de una comedia que realicé, Spogliamoci così, senza pudor… (Desnudémonos sin pudor, 1976). Se trata de un filme de episodios, una estructura bastante común en Italia, y en el titulado La visita, que está protagonizado por Ursula Andress, un detective es contratado para encontrar al amante de su mujer, acabando la situación en una ceremonia fúnebre… Está escrito por otro guionista, Raimondo Vianello, que era un cómico famoso en el país por su incontinencia, y traté de intervenir en el proceso creativo de la historia, pero se enfadaba cuando pretendía modificar demasiadas cosas durante el rodaje.

 

En lo referente a su estilo, el gran estallido del giallo surge a principios de los años setenta y destaca por una cruenta estética de la violencia, que sus películas mantienen pero tratando de prestar una gran atención al texto, acaso justificando su representación en imágenes. ¿Por qué se introdujo semejante grado de violencia y cuál cree usted que fue el motivo de ese boom en Italia?

El problema es que en aquellos años se rodaron secuencias que lograron crear una gran sugestión sobre el público, y como funcionaba, todos utilizamos ese patrón. Creo que si realizase hoy Torso, habría de contener imágenes más explícitas y no la haría. Pero en aquellos años la producción estaba condicionada a la distribución, y los éxitos venían marcados por este tipo de filmes. Pero no creo que en Torso haya violencia no justificada, y toda la componente sexual, por extensión, era un condicionaste importante en este tipo de cine, por lo que debía estar ahí. E insisto en que esta película contiene algunas de las secuencias que más me gustan de cuantas he creado.

 

Para finalizar dentro del presente, en los últimos años ha surgido una nueva corriente que reproduce, en cierta medida, los modos del giallo, pero desde una óptica moderna. Un cine hecho por jóvenes amantes de películas como las suyas que se ha venido a denominar como neogiallo. No sé si ha oído hablar de él y qué opinión le merece.

Me consta que en Italia hay muchos jóvenes realizando este tipo de cine. Por ejemplo Gabriele Mainetti, que ha hecho un filme que es una mezcla de giallo y de fantástico, Lo chiamavano Jeeg Robot (Le llamaban Jeeg Robot, 2015), que en mi opinión es una de las mejores cosas que se han hecho en mi país recientemente. Hoy en Italia se comienza a ver un cine que no es solo de autor, sino un retorno a un tipo de cine de género, bien hecho. No pienso que se deban realizar solo filmes de autor, porque estos suelen ser buenos en intenciones pero no en resultado.