Crítica de L’étrangleur (The Strangler), giallo francés de Paul Vecchiali, en Blu-ray por Altered Innocence

L’étrangleur (1970) fue la tercera realización del cineasta francés Paul Vecchiali. Una cinta que bien puede encuadrarse en el marco del giallo, si bien en su acepción francesa, dotado con una sensibilidad especial exenta de la explicitud y variopintas piruetas formales con que gustaban de adornarse los títulos adscritos al original subgénero italiano (así como sus principales responsables). Liderado por una excepcional interpretación de Jacques Perrin, quien encarna a un frágil asesino desenmascarado desde el minuto uno -esto es: su violentada infancia-, y reforzado por otra serie de virtudes que subrayamos en las siguientes líneas, este poco reivindicado filme vive una segunda juventud merced a su rescate por parte del sello norteamericano Altered Innocence, cuya reciente edición en Blu-ray también reseñamos (y enseñamos) con todo lujo de detalles.

Póster de L'étrangleur, dirigida por Paul Vecchiali


ABRAZO DE MUERTE A LA MUJER TRISTE

El cineasta Paul Vecchiali, fallecido hace ahora poco más de un año, no se cuenta como uno de los nombres más reconocidos del cine galo (al menos fuera de su país), y sin embargo ostenta una vasta filmografía que supera el medio centenar de referencias -el núcleo de las mismas producidas a través de su propia compañía, Diagonale- que se extienden a lo largo de más de siete décadas de trabajo. Respect. Debutó en 1961 con Les petits drames, a la que siguió, cinco años más tarde, Les ruses du diable (Neuf portraits d’une jeune fille); pero fue su tercera realización, L’étrangleur, dirigida en 1970, la que le confiriera el impulso definitivo, contándose como una de las entradas más memorables y recordadas de su carrera.

Tanto es así que ahora, transcurrido más de medio siglo desde su rodaje, una editora norteamericana de vídeo doméstico como Altered Innocence, especializada en cine de inclinación LGTBIQ+ presente y pasado (véanse la notable L’homme blessé (Patrice Chéreau, 1983) o nuestra obra maestra Arrebato (1979), a la que ya dedicamos un reportaje), la rescata del olvido para dotarla de una segunda vida, posibilitando así su (re)descubrimiento con toda clase de galones para las nuevas generaciones -y previo estreno reducido, incluso, en salas (estadounidenses, claro está)-.

L'étrangleur, dirigida por Paul Vecchiali

En The Strangler, traducción literal anglosajona desde el título original francés con que se comercializa la edición que mostramos unas líneas más abajo, que se viese por primera vez en la edición del festival de Cannes de 1970 (y sin estreno en nuestro país, a riesgo de equivocarme), el personaje de Émile (Jacques Perrin) queda traumatizado de niño cuando presenció en la calle el asesinato, por estrangulamiento con un pañuelo blanco, de una mujer llorosa a manos de un individuo de porte poco sospechosa. Ya de adulto, él se encarga de reproducir este instinto criminal en formato de asesino en serie: buscando cuidadosamente, primero, hallando el momento oportuno, más tarde, y asfixiando con suma delicadeza y ternura, finalmente, a mujeres que deambulan compungidas y que expresan una visible tristeza, para, de esta forma, poner un fin poético a su miseria existencial. De nuevo, el signo de los tiempos… ¿Se imaginan esto en nuestro horario de máxima audiencia televisivo? A buen seguro que, a la mañana siguiente, dispondríamos de un considerable y revolucionado vocerío en su red social clasificada X de referencia.

Pero mejor no llevarse a la confusión. Sobra decir (aunque nunca está de más recordarlo) que cada obra es fruto congruente con la época que la ampara, y Vecchiali, firmante asimismo del texto, no parece establecer una diferencia al respecto aquí. Son tiempos convulsos en Francia, donde aún resuenan los ecos revolucionarios de Mayo de 1968 que derivaron en la renuncia del presidente De Gaulle, y la sociedad aún está asumiendo las mieles del capitalismo mal que le pese. De semejantes disputas y contradicciones pueden emerger falsas esperanzas, decepciones e, incluso, algunas conciencias trastornadas, o cuando menos desviadas del canon marcado. Es en ese territorio difuso donde se ubican no solo Émile, sino la mayoría de personajes que se van a topar con él: un inmisericorde inspector de policía (Julien Guiomar) capaz de disfrazarse de periodista, chantajear y ejercer la violencia contra otros seres desgraciados con tal de capturarlo; una misteriosa mujer que se pega al anterior para ofrecer su ayuda, acaso en busca del favor carnal, del simple morbo… o de la mera confusión (Eva Simonet); y un ladrón que se erige sombra del asesino solo para obtener un botín fácil de sus víctimas (Paul Barge). En resumen: un vivaz y estimulante fresco de la inmundicia moral que pudo recorrer algunos de los callejones más oscuros que a duras penas iluminaban aquella nueva Francia moderna.

Jacques Perrin como Émile en L'étrangleur, dirigida por Paul Vecchiali

L’étrangleur es un drama criminal antes que una reproducción al uso de los modos particulares del giallo italiano, de los cuales supone una antítesis formal; no por casualidad, la extrema delicadeza en el trazo tanto de su construcción narrativa -que inserta, en el seno de su procedimiento de homicidio e investigación paralela, el recurso del flashback a modo de realce de la verdaderamente trastornada psique del protagonista, reforzando en pasajes difusos, aterradores incluso, una suerte de su transposición al pasado, raíz de su mal-, como de la puesta en escena de las ejecuciones -suaves, diríase dulces y en el fondo, sí, deseadas por las víctimas, a quienes Émile pretende ahorrar, de este modo, un sufrimiento y deambular en el alambre ulterior-, revela una sensibilidad netamente francesa. Una similar -si bien bastante diferenciable, todo sea dicho- a la que, durante este arranque de los años setenta, dejasen notar otros autores del país galo como Léonard Keigel en Qui? (1970), Philippe Labro en Sans mobile apparent (1971), o el mucho más conocido Claude Chabrol en El carnicero (Le boucher, 1970), así como, en la siguiente década, el controvertido Claude Mulot a través de Le couteau sous la gorge (1986); cintas que bien podrían inscribirse a fuego en esta línea de «thriller amarillento a la francesa».

El niño que interpreta al joven Émile en L'étrangleur, dirigida por Paul Vecchiali

Y, pese a todo, aún son visibles algunos tics de las originales que resultan innegables, como las notas musicales, aquí una composición central que, convenientemente variada según la escena a capturar, logra desprender esa melancolía demente que reina en todo el metraje, impulsando, a partir de un tono de feriante mortandad, la cualidad inextinguible de sus imágenes (mérito de Roland Vincent); también el recorte y pegado de letras de colores sobre un folio en blanco para la entrega de pistas por parte del ejecutor y el empleo de la llamada telefónica a modo de aviso -amenazador o rogatorio-; o la postrera aparición del cuchillo como elemento fatal. Pero, del mismo modo, se desprenden algunas herencias: Jacopo Mariani, el niño protagonista de la legendaria escena de apertura de Rojo oscuro (Dario Argento, 1975), acaso el giallo por antonomasia, no solo se encuentra en la misma tesitura de testigo accidental de una violencia cruda desatada en su entorno que le supera (y que, por tanto, tendrá aciagas consecuencias en el futuro), sino que, para más inri, su parecido físico con el joven actor que también abre la que nos ocupa es, sencillamente, abrumador. Pueden extraer las conclusiones que estimen oportunas.

Jacopo Mariani, el nombre detrás del niño de la escena de apertura de Rojo oscuro (Dario Argento)
Jacopo Mariani, el niño que interpreta la impactante apertura de Profondo Rosso

La edición de Altered Innocence se comercializa en EE.UU. y la que mostramos a continuación se trata de la primera edición, que venía presentada con una bonita funda protectora. El disco presenta una imagen restaurada en 2K a partir del negativo original, lo que, proyectada sobre nuestra televisión, confiere una imagen a The Strangler que no puede sino seguir provocando asombro, toda vez se hacen las cosas bien. En el apartado sonoro, solo hay una pista: la original en francés, codificada en DTS-HD Master Audio 1.0, y se ofrecen subtítulos opciones en inglés… y español. Por último, como extras se ofrecen un nuevo tráiler y la pieza documental Lost Boys and Sad Girls, creada y narrada por la crítica Alexandra-Heller Nicholas, en la que brinda un corto pero provechoso repaso al contexto histórico de la cinta.

En las siguientes fotografías puede verse la edición con todo detalle (pincha en cualquiera para acceder a la galería):

Por último, un vídeo que trata de rendir honor a esta notable película, la maravillosa copia en Blu-ray que ha permitido redescubrirla… y a tres de sus principales artífices: Paul Vecchiali, Jacques Perrin y Roland Vincent (se recomienda ver hasta el final):


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