Crítica de De naturaleza violenta, de Chris Nash

Hoy mismo se estrena en nuestra cartelera, con un reducido número de copias merced al esfuerzo de la incansable Selecta Vision (quien ya hiciera lo propio con Terrifier 2), un título que viene haciendo ruido y causando sobresalto desde primeros de año mediante su recorrido por el circuito de festivales USA. De naturaleza violenta (In a Violent Nature) supone el estreno en solitario en el largometraje por parte de Chris Nash, técnico de efectos especiales y maquillaje, quien aporta un soplo de aire fresco al subgénero del slasher a través de una cinta que sigue, literalmente, los pasos de un brutal asesino que va a acosar a una serie de turistas que se alojan en las inmediaciones del que fuera su hogar.

De naturaleza violenta póster

Título original: In a Violent Nature
País: Canadá
Año: 2024
Estreno: 17-7-2024
Duración: 94 min.
Director: Chris Nash
Guion: Chris Nash
Fotografía: Pierce Derks
Montaje: Alex Jacobs
Intérpretes: Ry Barrett, Andrea Pavlovic, Cameron Love, Reece Presley
Género: slasher naturalista
Productora: Low Sky Productions, Zygote Pictures

 

LA BRUTAL CALMA DEL BOSQUE

En una época donde las (no pocas) cintas pertenecientes al subgénero slasher que llegan a la gran pantalla parecen funcionar antes como mero pasaje de entretenimiento referencial, sirviendo a la complicidad del espectador, que como auténticas marcas de estilo o, cuando menos, conatos de atrevimiento u originalidad, títulos como De naturaleza violenta, el último ejercicio de sonada repercusión al respecto, emergente del manido circuito de festivales norteamericanos desde primeros de año, son de agradecer. 

De producción canadiense -un territorio bien nutrido en el el culto al terror de clase B desde los años ochenta, que bien merecería una adecuada revisión-, está dirigida por Chris Nash, técnico de maquillaje y efectos especiales con solo un episodio del largometraje colectivo The ABCs of Death 2 (2014) en su haber, amén de un puñado de cortos y algún videoclip musical. Sin embargo, llama la atención su participación, como actor, en The Void (2016), el estimable filme de horror lovecraftiano dirigido al alimón por Jeremy Gillespie y Steven Kostanski; a partir de esta conexión, que impele a la producción modesta como modo de supervivencia, el trabajo artesano cual guerrilla cinematográfica y, sobre todo, al amor por el cine de género sin ambages ni cortapisas en cuanto a declaración de intenciones, se entiende la concepción de In a Violent Nature.

De naturaleza violenta mano ensangrentada


Rodada en el corazón de Kawartha Lakes, un municipio boscoso situado en Ontario, la película, cuyo guion también firma, claro está, el propio Nash, plantea un marco argumental sencillo, prototípico en producciones de esta índole: un cruento asesino, presentado cual figura monstruosa (y harto impiadosa), despierta de su tumba-cabaña, una antigua torre de vigilancia forestal, tras serle arrebatado el amuleto que lo “protegía” por parte de una caterva de jóvenes desprevenidos; la fatal consecuencia, como no podía ser de otro modo, será la rutinaria persecución y maquinal ejecución de estos. Si la historia resulta cualquier cosa menos novedosa -se alimenta, principalmente, de Viernes 13 (Sean S. Cunningham, 1980), filtrándose asimismo por sus estratos apuntes de títulos menos conocidos como El terror final (Andrew Davis, 1983) o No vayas al bosque… sola (James Bryan, 1981)-, sí se antoja relevante, y muy poco visto, el radical envite de su realizador por la puesta en escena: durante la práctica totalidad del metraje (apenas hora y media), a excepción de los últimos quince minutos, la cámara se sitúa, de manera casi permanente -salvo tomas contadas- detrás de nuestro embrutecido antihéroe, de nombre Johnny, efectuando así un contraplano persistente de facto a través del que presenciar, de forma privilegiada, su incesante caminar entre la maleza así como sus repetidas, y honestas, punzadas de barbarie. 

De naturaleza violenta asesino enmascarado

Se nos invita a ser testigos, pues, de sus terribles fechorías; además de forma muda, obligándonos a emparentar con su figura animalesca. Quién sabe si en la búsqueda, incluso, de empatizar con él y su irremisible misión, que pese a resultar elemental, su ideador se ocupa en presentarnos con rigor a través del monólogo pronunciado por uno de los visitantes al parque, quien explica la intrahistoria y su fatal pretérito al resto de amigos en una reunión nocturna, así como esparciendo guiños a lo largo del relato, merced a rutinas y comportamientos concretos que ejerce el despiadado protagonista. La ausencia de banda sonora refuerza este relevante componente de aislacionismo absoluto, toda vez ubicados en medio de un paisaje agreste y, a la fuerza, cada vez más inhóspito pese a su natural belleza, con el piar de los pájaros y el resoplido del viento solo rotos por las continuas pisadas y los chirridos propiciados por las agrestes armas ejecutoras a las que tiene acceso este ser inmundo e informe de infeliz pasado.

Todo ello redunda en la suma importancia que presenta aquí el entorno, atravesado de cabo a rabo para superarse su condición de (buen) elemento ambiental e instaurado como material troncal de la narración, entrometiéndose directamente como parte indisoluble del cuerpo y alma de la figura criminal. Pura y ejemplar diégesis. Además, la manifiesta tranquilidad y pureza del enclave natural, y la forma en que se retrata, refuerzan el concepto al que elude el propio título del filme, en absoluto baladí: refiere a la fortaleza de raíz cuasi sobrenatural de la propia naturaleza ejecutora, irreparable e inevitable al fin; cabe asimilar su fuerza motora, animal y salvaje de pura cepa, con la de un oso amenazado en su propio espacio -que no puede sino responder de la única manera que sabe hacerlo-, en feliz connivencia con el guiño propuesto en el episodio final, fantástica coda al relato que, a su vez, sirve a su responsable para poner sobre la mesa otro de los grandes tropos del slasher que no podía faltar a la cita: el de la Final Girl.

De naturaleza violenta amenaza

Pero, más allá de esta brillante conceptualización y su acertada formulación a través de la puesta en escena, no puede desgajarse del valioso pozo de salvajismo que supone In a Violent Nature, precisamente, la acepción violenta que la define. Y es que resulta bien visible el esfuerzo de Nash por planificar los varios crímenes que van a sucederse de manera estratégica y variada, si bien urge hacer notar que alguno de los mismos (precisamente, los que hacen un mayor uso del plano general) no brille a la altura debido a la cuestionable elección de alojar las imágenes en un angosto formato cuadrado que ha vuelto a ponerse de moda, pero que no siempre funciona pese al énfasis de estrechez por parte de sus directores. Empero, y asumiendo que en todos ellos la cámara abandona por un momento la espalda del temible Johnny para situarse en un lugar propicio a revelar su ensañamiento visceral (y visual: el gore es a esta cinta lo que los árboles suponen para el bosque), merece destacarse uno especialmente cruento, con aquella situada en paralelo al costado de la víctima, y otro donde se eleva y deja vislumbrar, en un precioso plano picado, un machaque sencillamente sobrecogedor. 

De naturaleza violenta contraplano

Ejercicio mimado de artesanía y brutal honestidad sobre la pantalla, De naturaleza violenta tiene bien merecida la fama de título de culto que ya empieza a ostentar, y es de recibo felicitarse porque un sello como Selecta Vision se haya fijado en él, ocupándose de traer un respetable número de copias a los cines de nuestro país, tal y como ya hiciera con la segunda parte de Terrifier. No es un dechado de originalidad, pero precisamente hace acopio de algunas de las señas de identidad del slasher clásico para darles una pequeña vuelta de tuerca e inmiscuirse, con una exquisita mixtura de sosiego y brutalidad, entre los campestres caminos que lo vieron nacer hace ahora más de cuarenta años, aportando así un venerable soplo de aire fresco a sus anquilosadas máscaras de terror.


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