Quinta sesión de Cortópolis, el festival de moda de ese pequeño gran cine que es el formato corto. Mismas pautas y patrones que en las anteriores sesiones, pero con una remarcable diferencia que en verdad no es tal: en esta ocasión el público acudió en masa a la sala. Esta es sin duda otra de las señas de identidad del certamen organizado por Raúl Cerezo, pero nunca hasta ahora se había visto una cola de personas con tantas vueltas y giros en el hall de los madrileños cines Kinépolis. Bien es cierto que el retraso de la apertura de puertas hasta casi el comienzo propició este gran cúmulo, pero ver acudir a más y más gente interesada por proyecciones de esta clase, es un motivo de orgullo para cualquier buen aficionado y, sobre todo, debe suponerlo para la organización.
Una vez dentro de la sala, el característico nene, imagen del festival, ocupando la pantalla gigante se afanaba en sorprender al personal con sus habituales chascarrillos. De nuevo, como ocurrió el mes pasado, hubo un concurso para aquel que contestase correctamente a una sencilla pregunta. Por último, el premio del público fue a parar para Efímera, el brillante ejercicio de estilo de Diego Modino, que pudimos contemplar en la edición del mes de abril.
Paso sin más dilación a comentar cada una de las siete obras que pudimos contemplar. Una selección marcada por la variedad genérica, la más amplia vista hasta el momento, lo que juega a favor del gusto general (difícil que alguien se fuera sin que al menos uno de los trabajos le agraciara), aunque sin alcanzar grandes cotas de calidad individual, más allá de un cortometraje soberbio (Monstruo) y un par más destacables pero que en ningún caso permanecerán en la memoria, y el añadido de haberse visto el que sin dudas es el peor trabajo de toda la historia de Cortópolis, muy alejado de las habituales cotas de calidad que luce en su programación. Se configura así una irregular sesión de cortometrajes, que dista mucho de la excelencia alcanzada en los meses de abril y febrero. Pero veámoslo en detalle:
Monstruo (Carlos Morelli). Cuales malabaristas sin red que tienen a bien sorprender mes tras mes al respetable, la organización tuvo la idea de comenzar esta sesión con un cortometraje que va más allá de la extensión habitual para hacer suya la acepción de “mediometraje”. Dejando a un lado la discusión sobre el devenir de tal concepto, lo cierto es que este trabajo, de media hora de duración, no puede más que suponer un shock al que lo contempla. Cuidado hasta el más mínimo detalle y ejecutado con el rigor del que conoce hasta las entrañas las posibilidades que puede llegar a ofrecer el medio cinematográfico, Monstruo se erige como un auténtico tour de force que nos adentra insospechadamente por los tortuosos caminos de la locura y la enfermedad, en una doble acepción mental y física, haciendo de la dureza contemplativa, realista y sin ninguna clase de florituras, su sello de estilo. Dos intérpretes harto creíbles y que el realizador se afana en cercar con su cámara -cuales vecinos prisioneros de una ruinosa cárcel de la ignominia y el dolor humano, que se necesitan mutuamente para ver la luz reflejada en el fondo de su poza existencial- suman para prorrumpir una visión sobrecogedora de las relaciones entre aquellos que se suponen iguales. Savia fresca proveniente de la lejana Uruguay, que bebe del herrumbroso riachuelo que colegas latinos como Lisandro Alonso o Carlos Reygadas dejan tras de sí. Mucho ojo con Carlos Morelli, porque se trata de un talento en ciernes al que habrá que seguir muy de cerca.
Ojos que no ven (Natalia Mateo). Cambio de rumbo total en la siguiente pieza, dirigida por la actriz Natalia Mateo. Ambiente familiar y que se supone feliz (nos encontramos en plena nochebuena), el reencuentro familiar que aquí se plantea se adivina, no obstante, triste y decadente, tras el fallecimiento del cabeza de familia. Sin embargo, el hecho de que su esposa sea ciega y animosa, anima al resto a intentar conservarla en ese estado… aunque sólo sea por esa noche. Con un argumento tan sencillo, la directora juega sus bazas sirviéndose, principalmente, de la eficacia de un grupo de actores que desempeñan su rol con solvencia, y sabiendo extraer una soterrada vena cómica a partir de un guión que sin ser redondo en su conjunto, sí alberga diálogos de indudable empatía, rozándose por momentos un humor negro liviano y que ayuda a conformar una cinta ligera, eficiente y que alcanza su cometido de divertir al personal.
Miranda (Oriol Puig). Breve pero intenso, y de un grácil discurrir visual, Miranda emerge como el reverso socarrón de Amelie, podría aseverarse. Chica encantadora conoce a chico. Chica convive con chico. Chica se desencanta y rompe con chico. Y en el medio, un punto de locura juvenil, de amour fou. Tal es su frescura y el dinamismo de la
interrelación de sus personajes (aun resaltándose -por demás- la hiperactividad de ella frente al estatismo y la inexpresividad de él), que si no fuera por la ausencia de un mensaje claro y de ofrecer una actitud rebelde verdaderamente creíble, de sugerir, en definitiva, un lugar adonde llegar más allá de la mera anécdota, podría asomársenos a la cabeza aquel genio francés de la irreverencia: Godard.
Tumult (Johnny Barrington). Turno para la sangre y las vísceras. Retrocedemos a la época medieval para seguir a un grupo de soldados desarrapados y heridos de muerte, perdidos en mitad del monte. En el plano resalta una fotografía sencillamente impresionante y que capta a la perfección lo gris de semejante coyuntura. Tan sólo cabe esperar la aparición del enemigo, pero… ¿y si este viniera de otra época, montado en un “caballo de metal”? Más allá del soberbio trabajo de ambientación y atmósfera perteneciente a un tiempo de barbarie aún por descubrir en su totalidad (ya vislumbrado en Valhalla Rising, la cinta que encumbró a muy altas cotas de calidad a Nicolas Winding Refn, el director de la más conocida Drive), el punch definitivo que otorga este cortometraje viene dado a través de ese choque de dos tiempos y culturas antagónicas, absolutamente inesperado y que, en lugar de desviar el centro de interés de la narración, ayuda a sublimar el gore extremo sirviéndolo en la bandeja de la comicidad, sin que el conjunto chirríe en demasía. Toda una sorpresa, Tumult.
http://vimeo.com/johnnybarrington/tumult-trailer
La hégira (Liteo Deliro). Cine social, lo siguiente en venir; Cortópolis no sería lo mismo sin él. Con el telón de fondo del terrible problema de la inmigración ilegal (que tan bien conocemos ya todos, y no sólo por los telediarios), este drama tiene su concepción en el relato de cómo esta situación es capaz de romper con una pareja de jóvenes enamorados, y así aprovechar a hablar del difícil papel que juega la mujer en tierras
musulmanas. De esta manera, lo mejor del trabajo se configura a través de la exploración (no demasiado profunda, en ningún caso) de las diversas y divergentes capas que pueden aflorar en una sociedad como la que aquí se retrata, real a todas luces. El problema es que no existe una visión de conjunto demasiado atada, además de la existencia de secuencias que se acogen al cliché y no persiguen la raíz envenenada de la cuestión, en verdad más política de lo que siquiera aquí se llega a apuntar.
Mighty Boy (Javier Yáñez Sanz). Tenía que llegar, y también llegó. El “crowdfunding” mal entendido, como medio para la promoción y autopublicidad sin meritoria alguna; filmar por el mero placer de saberse friki y querer demostrárselo a los demás (para presumir después). Mighty Boy tiene su concepción a raíz de un manga japonés, pero el verdadero espíritu que lo sustenta es su delectación para con aquella inefable serie que llevaba por nombre Power Rangers. La combinación de ésta con la singladura de otra serie española de cabecera para toda una generación, Al salir de clase, produce una suerte de reacción química-adolescente que desemboca en esto: el atropello como arma arrojadiza, de onda expansiva contaminante y contagiosa; el vítor a la banalidad o, lo que es peor, al amiguismo. Sólo cabe reseñar los ocasionales chispazos de sus efectos especiales, fruto precisamente de unas coreografías al ralentí dignas de la mejor serie B (perdón, quise decir Z). En opinión del que esto suscribe, lo peor no es que Mighty Boy sea un corto que carezca de posible valoración, sino el hecho de que un festival como Cortópolis se haya atrevido a programarlo; desconozco las razones, pero no me puedo creer que se incluya en el mismo saco que al resto, porque desmerece la entidad y el prestigio que un festival como éste estaban tomando. A no ser que a partir de ahora se quieran tomar otros derroteros, de índole caciquil, en cuyo caso este cronista dejaría de prestar el interés tomado hasta el momento.
No mires ahí (Daniel Romero). Fin de fiesta con una peli de miedo, marca y seña habitual de su realizador, el madrileño Daniel Romero. Lo que más llama la atención del trabajo, dejando a un lado su impecable factura visual a través de esa ilusoria fotografía que sugiere la impresión del espacio a medio camino entre lo real y lo imaginario, es la mayor capacidad de su director para empacar esta forma con el fondo, de cuajar el sentido de la planificación en sus imágenes (firmemente dosificadas y en clara apertura hacia la sugerencia y el estímulo visual, jugando sobre todo con el fondo de campo) con la historia que nos quiere contar. Y es que No mires ahí habla precisamente del miedo, pero no con el objetivo de conformar un objeto de calidad en exclusiva inherente al cine de género, sino usar tal condición para hacerlo extensible al terreno del drama, lugar desde donde puede despegar definitivamente. Precisamente, un final ligeramente
precipitado habla de las cortapisas creativas que el formato corto le impone a Dani, quien ya ha dado sobradas muestras de saberse preparado para dar el gran salto y poder contar su historia con la paciencia y el desarrollo ideales.
Veremos qué nos depara la edición de junio, donde se alcanzará ya la mitad de las sesiones que este festival tiene pensado programar en este 2013. Porque a pesar del presumible calor (que no llega), la gente de Cortópolis tiene en mente un no parar y sigue emperrada en hartarnos a visionar lo más granado del panorama cortometrajístico nacional e internacional. O eso esperamos todos aquellos a los que nos gusta acudir mes tras mes para ver cine y disfrutar de una agradable compañía.
Deja un comentario