Número 4 del Fanzine Cine-Bis
Deja un comentariojunio 21, 2015 por Roberto García-Ochoa Peces
Cuarto episodio para la publicación de Javier G. Romero, Cine-Bis, que ya viene demostrando desde sus números anteriores todo (lo bueno) cuanto puede ofrecer al lector cinéfilo más apasionado e intrépido. Podemos asegurar que, a buen seguro, las intenciones originales de su alma máter -según nos las relataba cuando comenzó esta enriquecedora nueva aventura dentro de su ya dilatada y (re)conocida carrera- se han visto colmadas.
Esta nueva entrega (que puede conseguirse desde hace unas semanas a través del correo de siempre, que el mismo editor gestiona personalmente: quatermass@hotmail.com) no ofrece sorpresas, en el sentido de que sigue el transcurso de los patrones habituales que la han caracterizado y llevado a ser aplaudida por la prensa especializada: cine de la denominada serie B, un cine de género parido desde la pasión y el orgullo hacia la profesión por parte de sus creadores, sometido a un estudio riguroso pero harto ilustrativo para aquel dispuesto a escuchar (o a leer atentamente, en el caso que nos ocupa).
Tras el habitual editorial y el repaso a los referidos ecos laudatorios de la mano de algunos medios, nos encontramos el primer gran artículo de este número 4: un recorrido por el cine musical soviético por parte de Pablo Herranz, que viene a refrendar la idea ya comentada con anterioridad de que si algo enarbola esta publicación es el destierro de géneros populares en el marco de cinematografías poco conocidas; la difusión de un trabajo honesto y de raigambre social, que habla de otras sensibilidades y modos de expresión cultural a través del cine. Es sólo la primera parte, siguiendo otro de los sellos de identidad de la revista: la división de aquellos textos más extensos en dos números consecutivos; así, en el actual, termina el que comenzó en el anterior, que firma Adrián Esbilla para hablarnos del nuevo thriller surcoreano, en un repaso tan atento como sugerente. Sin embargo hay espacio para otros dos dossier de extensión considerable y autoconclusivos: uno, dedicado a un cine del destape con referencias literarias clave surgido en Italia a comienzos de la década de los setenta: el decamerótico -cuya película más emblemática sería El decamerón (Pier Paolo Pasolini, 1971)-; el otro, a la figura del inspector Harry Palmer (encarnado por el indeleble Michael Caine) en su serie de películas de espionaje. Como siempre, bajo la pluma de sendos especialistas: Davide Pulici y Pablo Fernández, respectivamente.
Además, disponemos de las habituales entrevistas, con el valioso plus de su condición inédita ya sean realizadas en el pasado -como la que Carlos Aguilar dedica al inquietante y prolífico actor Howard Vernon, sonsacándole auténticas perlas en las que no deja títere con cabeza, en una prolongada y sentida conversación-, en la actualidad (Manuel Valencia, uno de los cabecillas del denominado fandom nacional y que viene dando tabarra desde hace 25 años con su fanzine 2000 Maníacos, visto por el propio Javier G. Romero en la sección que repasa a aquellos nombres relevantes del cine leído en nuestro país), o enmarcadas en un tiempo intermedio… y triste, como es el caso de la que también dedica Romero a Raúl Artigot, uno de los directores de fotografía más importantes de nuestra cinematografía, desaparecido a finales del año pasado; un adelanto de lo que será el libro de sus memorias, publicado por el autor de la entrevista. Por último, y no menos importante, dos artículos que distinguen a Cine Bis: el estudio de un director poco nombrado, en este caso Cy Endfield, responsable de Zulú (1964), un polifacético creador que dio sus primeros pasos gracias a sus habilidades para la magia, lo que le llevó a encontrarse con otro especialista en la materia como Orson Welles, y que está escrito por Santiago y Andrés Rubín de Celis; y el dedicado al estudio de un filme de culto, ahora Kaidan semushi otoko (Historia sobrenatural del jorobado, Hajime Sato, 1965), donde Daniel Aguilar contextualiza inmejorablemente esta película japonesa de terror aportando datos y lazos que la hacen beber del fantástico europeo.
Como puede verse, palabras y más palabras que vuelven a enriquecer nuestra experiencia como incansables espectadores, en constante búsqueda de los tesoros más ocultos y difíciles de localizar. Iluminados por un mapa bonito y bien empaquetado, en un exquisito y ya conocido apartado gráfico donde abundan las imágenes y los carteles de época, junto a sus pertinentes explicaciones. Esperamos con ansia la aparición del quinto número, nuestra sed cinéfila lo agradecerá.