The Witch destaca en los primeros días de Sitges 2015
Deja un comentariooctubre 13, 2015 por Roberto García-Ochoa Peces
Arranca el festival de Sitges con La novia, de Paula Ortiz (bien recibida en San Sebastián) y la sensación de The Witch, dirigida por Robert Eggers, quien recibió el premio a la mejor dirección en Sundance.
Otro año más en Sitges para disfrutar del mejor fantástico internacional. De nuevo la multitud vestida de negro, los bolsos con el famoso logo, las largas colas con la gente más pendiente de subir su opinión a las redes que de comentarlas con el otro apasionado que tiene al lado, el acento catalán, los aplausos y algarabía ocasionales durante las proyecciones, los esperados reencuentros, las prisas y, por supuesto, el sueño reflejado en las caras y demostrado en las duermevelas visibles en el interior de las salas. Y las películas, claro. Mucha, muchísima (probablemente demasiada) oferta donde elegir qué ver y cuándo hacerlo, si bien existan excepciones, normalmente gloriosas para mayor dificultad en la configuración de la parrilla particular. Esta edición se presentaba diferente para el que esto suscribe, por lo que había la necesidad de ir más deprisa, por no decir a contrarreloj. El resultado de esta urgencia se ve reflejado en las siguientes líneas, si bien pudimos atinar a contemplar algunas obras realmente notables en estos días, que es el tesoro que uno siempre espera traerse de Sitges. He aquí un comentario de algunas de las exhibidas durante los dos primeros días del festival:
La novia (Paula Ortiz)
La realizadora Paula Ortiz revisita Bodas de sangre, la tragedia de Federico García Lorca que en su día ya llevara al cine Carlos Saura en 1981. Sin embargo su cinta dista mucho de la de aquel aun guardando respeto al texto de origen, y se erige en una producción que se aúpa por su radical diferencia, a través de una puesta en escena (en exceso) recargada y con matices cuasi sobrenaturales en determinadas secuencias. Son recursos que se anteponen a la cruda desnudez del relato, y que restan por tanto impacto y recorrido a unos caracteres llevados al límite. No obstante, la dirección de arte -visible en unos parajes áridos y amarillentos, en contraposición al torrente de sentimientos que emana del interior de los personajes- funciona como el elemento clave alrededor del cual gira el torbellino dramático que envuelve (y revuelve) el drama humano que reside en su interior. Una propuesta valiente y rompedora, aunque sin duda irregular.
Goddess of love (Jon Knautz)
Según la mitología romana Venus es la diosa del amor, una figura que ejerce como símbolo sobre todas las enconadas pasiones y desenfrenos que giran alrededor del complejo sentimiento. En Godess of love, el director Jon Knautz reserva el papel principal al personaje -al que dota de ese mismo nombre- interpretado por Alexis Kendra, despampanante actriz que da vida a una problemática chica que se encuentra perdida en el submundo de los clubs de baile y el dinero rápido. Knautz se ocupa en reforzar este sentimiento de desorientación mediante la introducción de algunas secuencias de índole paranoico que afectan a la psicología de ésta en el transcurso de su desesperado deambular, e introduce al personaje del amante masculino para apaciguar ese caos. Sin embargo su giro final se antoja esperado, en un claro reflejo de su mayor preocupación por una conducción controlada dentro de los márgenes de la locura más que en el desvío hacia el tortuoso (y natural) interior de la misma.
The witch (Robert Eggers)
Robert Eggers debuta en el largometraje con esta producción de terror premiada en Sundance con la mejor dirección. Y no es de extrañar: tras su visionado, nadie diría que se trata de un director novel (aunque, de hecho, no lo es: suyos son varias direcciones de obras de teatro clásico así como cortometrajes). En cualquier caso, su dominio de la cámara y el plano resultan sencillamente asombrosos: aquí compone auténticos cuadros de la desesperación, la de una familia aislada bajo voluntad del padre por sus aguerridas creencias religiosas, aun más radicales que las de la comunidad a la que pertenecían. Este retiro provoca un misterio a su alrededor y las fuerzas del mal, aquí representadas en modo de una brujería anciana y brutal, aprovechan la circunstancia para hincar el diente a esta ristra de almas descarriadas. Y la irrupción así como el asentamiento de este horror prácticamente intangible -una de las mayores virtudes de la cinta radica en su austeridad compositiva; sin necesidad de sobresaltos y basando su terrible impacto en la suavidad de un ritmo que sirve para empapar a los personajes de gravedad- resultará tan desolador como irreversible, deparando secuencias de un terror palpitante que remite a los miedos atávicos del ser humano. Aquellos contra los que no podemos luchar y que nos seducen en su arrastre hacia lo desconocido. Para el que esto suscribe, una obra maestra del cine de terror contemporáneo, que con el tiempo será justamente recordada.
The mind’s eye (Joe Begos)
Joe Begos retorna a la dirección tras su curiosa ópera prima Almost human (2013). Si en aquella homenajeaba el subgénero slasher poniendo algo más que un ojo en la ciencia ficción, aquí se pliega a ella para desenvolver otro canto al cine de los ochenta, solo que mejor producido y acabado: en esta ocasión no esconde su visible admiración por el maestro David Cronenberg… y John Carpenter. Así, The mind’s eye aglutina a un grupo de jóvenes dotados con poderes de telequinesis, que han de enfrentarse a (o plegarse ante) un villano con creciente enfado marcado a fuego en su rostro. ¿Les suena? Claro que sí, se trata de una sentida revisitación al universo de Scanners, pero sin dejar de prestar atención a una acción brillante y a un tempo ágil dignos del mejor Carpenter (1997: Rescate en Nueva York planea por aquí, a través de varios guiños cómplices al agradecido espectador). No sería de extrañar que, para su siguiente film, sea ya algún reconocido productor hollywoodiense quien ponga pasta de por medio para que este pequeño gran director que es Joe Begos se dé a conocer al mundo entero.
Los parecidos (Isaac Ezban)
Ya estuvo presente el año pasado en el festival con El incidente y ahora presenta Los parecidos, una obra de ciencia ficción de bajo presupuesto que basa toda su fuerza en la idea de su argumento -una serie de personajes se ven atrapados en una estación de autobús, donde se desencadenan situaciones poco menos que esperpénticas pero de cariz aterrador- y en la (buena) dirección de un plantel de actores entregados a tal cometido. Existen notables aciertos en la puesta en escena (esa fotografía filtrada y granulada, que remite al cuento pesadillesco) así como pequeños desajustes en el ritmo, que se acucian al plantearse la trama en un espacio cerrado. Precisamente por esto último recuerda la cinta -salvando las distancias- al filme de producción precisamente mejicana El ángel exterminador, de nuestro inolvidable Luis Buñuel, si bien tanto el tono general como su formulación apuntan directamente a la mítica serie La dimensión desconocida. Lo mejor, no obstante, de esta pequeña y entusiasta propuesta es su posible lectura de crítica social, en cuanto al derribo que efectúa de nuestra impersonalidad fotocopiada en favor del escapismo que supone el valor de la imaginación extraída de una mente inquieta, capaz de volar e incluso dirigir por encima de la medianía en que se mueven los demás. Próximamente os ofreceremos la versión del propio realizador, Isaac Ezban, en una entrevista exclusiva.
Anomalisa (Charlie Kaufman, Duke Johnson)
Una animación en stop-motion y un tanto extraña -por el diseño de los personajes, quienes tienen una pequeña abertura a la altura de los ojos y alrededor de la cabeza, explicitación de su cualidad de marionetas en manos de sus responsables- recorre este trabajo dirigido a dos manos por el inefable Charlie Kaufman (guionista de Cómo ser John Malkovich u ¡Olvídate de mí!) y el menos conocido y debutante en el largometraje Duke Johnson. Quizás sea la mejor forma de plasmar en imágenes los sentimientos que recorren el interior del entristecido protagonista de esta historia, que viaja en avión y se hospeda en un hotel con motivo de la conferencia que tiene que dar al día siguiente. Mucho diálogo (puede que demasiado, si bien testificado por su naturalidad) para comprender la soledad existencial y radical diferencia de este ser con el resto de cuantos les rodean. Una película sencilla en su tono aunque extremadamente compleja en su constitución, revestida de pequeños grandes detalles que suman para un conjunto notable, si bien no sobresaliente para el que esto suscribe.
Francesca (Luciano Onetti)
Los hermanos Onetti (Luciano, director, y Nicolás, productor) vuelven a Sitges dos años después de presentar su debut en el (neo)gialli con la más que interesante Sonno profondo (de la que ahora, por cierto, se presenta su edición en dvd en nuestro país, dentro del festival). Es el turno de Francesca, otro neogiallo por su condición de abordaje del género pero desde la producción en nuestros días, si bien este merece encuadrarse sin mayores discusiones en el terreno del giallo puro. Se trata de otro nuevo delirio estético que hace las veces de homenaje al género por el que estos argentinos (así como servidor) sienten tanta pasión, y con el que a buen seguro crecieron en su cinefilia particular. A tal efecto, se trata de una cinta muy cuidada en su concepción y puesta en escena, que respeta toda la iconografía residente en aquellas películas de los años setenta y primeros ochenta (a saber: guantes, muñecos, cuchillos anchos y largos, personajes pervertidos, intrincados asesinatos… y música irresistible bajo líneas de guitarra y/o sintetizador) y que incorpora un argumento deudor de las mismas, claro y sencillo: se produce un asesinato y aparece la figura del inspector, que ha de investigar para esclarecer el autor del mismo. Otra nueva maravilla a sumar al currículum de estos cineastas y fans con conocimiento de causa. Los cuales, por cierto, nos atendieron muy amablemente en los jardines del Meliá, en una prolongada y distendida charla que verá la luz en los próximos días.