Swiss Army Man, 31 y la polémica Grave (Crudo), en el ecuador de Sitges 2016
Deja un comentariooctubre 17, 2016 por Roberto García-Ochoa Peces
Seguimos disfrutando la continuada proyección de películas más que interesantes en esta 49 edición del festival de Sitges, que llega ahora a su punto intermedio. Asistimos a la presentación de 31 por Rob Zombie y su mujer, Sheri Moon; vemos un par de valientes películas independientes; valoramos si Grave (Crudo) merece la polémica que la precede; visionamos Swiss Army Man, finalmente ganadora del festival; y tenemos el acierto de presenciar Interchange, una de las mejores cintas del festival para quien esto suscribe.

Ángel Sala y Mike Hostench, director y subdirector del festival, junto a Rob Zombie y Sheri Moon en la presentación de 31
Llegamos al ecuador del festival y la valoración general es positiva. Hay pocas cintas cuyo nivel sea tan bajo como para despreciarlas completamente y, poco a poco, nos vamos topando con agradables sorpresas en salas, cuando no con alguna muestra de gran cine. Una de las cosas más destacables de este festival es su ambiente. Hay que estar aquí para sentirlo (y por lo tanto comprenderlo), no es posible explicarlo en unas líneas. Eso se traslada a muchos lugares, pero es fielmente apreciable en las (largas) colas que se forman a la entrada de los cines, donde la sana discusión y el debate apasionado están a la orden del día, multiplicándose así las interpretaciones, enriqueciéndose las impresiones y aumentándose el gozo que produce esta masa informe y devoradora de auténtico cine de género que es Sitges; sus numerosas películas programadas en distintas secciones, necesarias cada a una a su manera pero complementarias entre sí, da buena cuenta de ello. A continuación, un repaso a algunas de las mismas, que pudimos ver durante el miércoles 12 y el jueves 13 en el festival:
Interchange (Dain Iskandar Said) – Oficial Fantastic Competición
La cinta malasia dirigida por Dain Iskander Said ha supuesto la mayor de las sorpresas para el que esto escribe. Un torrente de cine canalizado a través de una muestra noir muy personal y deudora de su origen, que mimetiza la capa sobrenatural y mágica en el seno de su relato, entremezclándose el mundo terrenal con el mágico hasta su dolorosa y quebradiza unión extemporánea. Basada en brillantes ideas de puesta en escena, de puro dominio cinematográfico -las almas de los que van a morir son capturadas e impresas en el interior de una fotografía grabada sobre un cristal, que se ha de romper una vez consumado el impresionante crimen de carácter ritual (y dominio simbólico) para prolongar la vida en este mundo, aun prisionero el único manifiesto-, sus soluciones visuales impulsan una narrativa desaforada, con un recorrido que tanto funciona a modo de retrato deficitario sobre la policía del lugar como alegato en pos de un modo de vida alejado de la cárcel tumultuosa -terrena- en el que se mueven sus personajes. Un canto a la liberación metaforizado a través del mundo animal (y en concreto de las aves, quizás la corporeización más fiel de la imaginación), expresado desde la calma que pronto se verá envuelta en la tempestad y que juega con la idea de que la retención de un conocimiento atávico, que acarrea la capacidad de conectar dos universos e impartir la justicia final, solo puede llevarse a cabo por parte de un alma pura.
Remainder (Omer Fast) – Noves Visions One
Otro debut para guardar en el recuerdo y, sobre todo, apuntar de cara a futuros (e imprescindibles) visionados. Remainder, de Omer Fast, es un thriller independiente de producción alemana y británica -lugar en que se ubica su acción- que adapta la novela homónima de Tom McCarthy y donde se relata la historia de un joven a quien, en plena calle, le cae una maleta en la cabeza, ocasionándole la pérdida de memoria. El dinero de la indemnización no parece suficiente para su removida conciencia y comienza entonces a idear un plan para descubrir el origen del accidente, lo que traspasado a las manos de su director se erige en un ejercicio de deconstrucción fílmica valiente y donde cada secuencia aporta sentido a la anterior, esclareciéndose (y agigantándose) su narrativa con el paso de los minutos hasta cerrarse un círculo fatal pero sorprendentemente bien cerrado. Una lúcida exploración y serio jugueteo con los caprichosos mecanismos interiores de la memoria no exento de humor pero consciente de su grave trasfondo, muy en la onda, por su caligrafía visual sobria y pálida tonalidad, de las producciones del norteamericano Shane Carruth –Upstream Color (2013) y, sobre todo, Primer (2004)- y que incluso puede traer a la memoria Memento (Christopher Nolan, 2000); valga, más que nunca, la redundancia.
31 (Rob Zombie) – Oficial Fantàstic Sesiones especiales
Cuatro años después de la proyección en Auditori de The Lords of Salem (2012) y dos de su paso por Barcelona para recoger el Gran Premio Honorífico que le otorgó el festival, el polémico músico reconvertido en (fantástico) realizador Rob Zombie llega a Sitges para presentar su última película, de título 31, y esta vez lo hace con todos los honores, ante un público que le recibió con efusividad (a él y a su mujer, Sheri Moon) y enfrente de una exposición de carteles especiales creados por una serie de dibujantes y artistas con motivo de su visita. El resultado plástico de la película es contundente e intimidador, presentada bajo una textura granulosa y sucia, inmejorable para retratar la inclemente brutalidad que va a exhibirse en las imágenes, y que no consiste sino en el encierro de un grupo de personajes la noche antes de Halloween en un espacio que semeja un gran circo de los horrores y ante una amenaza exterminadora que habrán de enfrentar si quieren seguir contando sus días. Algo en absoluto novedoso en su carrera -véase La casa de los 1000 cadáveres (2003)- ni en el género en general; sirva como ilustrativo ejemplo (otra vez) La matanza de Texas, ya que el inicio del filme de Zombie supone un homenaje confeso a la misma y a esa manera de entender el séptimo arte, soterrada, radical e inmisericorde. Pero las formas no lo son todo (o sí, dependerá del grado de exigencia de cada espectador) y aquí los personajes brillan por su ausencia -ni siquiera pueden considerarse reducidos al arquetipo-, su interacción y evolución es nula, y únicamente tiene cabida la suprema manifestación de un nihilismo exterminador. La representación más evidente y fiel del amor por lo grotesco del artista norteamericano en un impecable y embrutecido ejercicio de puesta en escena, lo que en sí mismo considerado no es poco… aunque quizás tampoco suficiente.
Little Cattle Towards Glow (Zac Farley) – Noves Visions Plus
La Noves Visiones Plus siempre es una sección garante de la diferencia y la exploración, y Little Cattle Towards Glow no iba a suponer una diferencia. Antes al contrario, la cinta dirigida por Zac Farley se enumera como uno de los filmes que más ampollas podría despertar dentro de la 49 edición de Sitges, una polémica que puede enunciarse en torno a su alto (y claro) contenido sexual, pero que, entre el público especializado que se caracteriza por tener este festival, ha de trasladarse al cuestionamiento sobre los modos de representación a la hora de explorar un mundo tan opaco para el común de la sociedad como es el de las relaciones homosexuales. Porque, olvidando el prejuicio y dejándonos llevar por la (necesaria) reflexión, no es difícil observar cómo la película utiliza la explicitación homosexual como excusa para hablar de lo complejo de las relaciones humanas, sobre la dominancia (y la subsiguiente violencia) que se desata cuando el deseo ordena por encima de la razón, ese momento en el que el cuerpo aparta su normal cometido y se transforma en vehículo vacío listo para acometer una dolorosa y salvaje catarsis personal. Sin embargo, el gran problema de la película -escrita por el conflictivo escritor estadounidense Dennis Cooper- reside en su pobre ejercicio de puesta en escena, donde Zac Farley parece confundir contemplación con aletargamiento, algo común a los cinco episodios que la componen; de esta manera, la cámara no apoya el discurso radical que propone el texto, y la propuesta queda diluida en un mar calmo e imperturbable. Una pena, porque en mejores manos podría haber derivado en una potente llamada de atención capaz de remover a conciencias biempensantes.
Swiss Army Man (Daniels) – Oficial Fantastic Competición
La que a la postre se alzaría con el premio a la mejor película por parte del jurado de la Sección Oficial es un entretenido cuento de compañerismo y aprendizaje sobre lo bonito (y feo) de nuestro mundo. Una película protagonizada en genial dueto por Paul Dano y Daniel Radcliffe -quien también tendría premio, por su increíble papel de un cadaver flatulento que vuelve momentáneamente a la vida- que alberga la virtud de enseñar y crecer a partir del humor, harto imaginativa en el planteamiento de sus irreverentes situaciones y que deja un poso que se mueve entre la felicidad y la amargura. Pero que también se encierra hasta el extremo en la repetición de ideas facilonas para con la simpatía del espectador -casi con toda probabilidad se trata de la mayor oda al pedo de la historia del cine-, confunde con reiteración vitalidad argumental y desbarre narrativo y concluye con inusitada rapidez y, sobre todo, sospechosa cercanía. Sea como fuere, Swiss Army Man es una obra a la que, pese a sus imperfecciones, merece la pena acercarse. Algo que no será demasiado difícil después de este premio, incluso en salas comerciales (lo que, a su vez, indica el grado de transgresión que puede ofrecer; ni su número de copias ni su difusión comercial serán las mismas que las de The Invitation (Karyn Kusama, 2015), ganadora el año pasado, por poner un ejemplo cercano en el tiempo).
Grave (Crudo) (Julia Ducournau) – Oficial Fantastic Competición
Otra cinta precedida de polémica (con mucho más recorrido y repercusión que la antes mencionada; sonoras fueron sus noticias de desmayos en las salas y la presencia de ambulancias fuera de las instalaciones durante su exhibición en el pasado TIFF, el festival de Toronto), que como era de esperar supone un acicate para el público de Sitges, engatusado y entusiasta ante lo que podía presenciar. Grave se adscribe a la ola de horror extremo francés –Martyrs (Pascal Laugier, 2008), À l’intérieur (Julien Maury, Alexandre Bustillo, 2007)-, si bien de manera tardía, para ofrecer una enconada contraposición entre el mundo del vegetarianismo y el carnívoro, por supuesto hiperbolizado en su representación, diríase verdaderamente enojada en su diatriba (se adivina el sufrido recuerdo y la dolorosa superación de un trauma personal de la directora en las imágenes, funcionando esta historia extrema a modo de túnel catártico). Recorrida por secuencias de una gran crueldad, que deambulan en torno a los mecanismos de poder que ejercen los estudiantes veteranos sobre los novatos de la carrera de veterinaria, algo inherente la condición humana pero que en el marco estudiantil se ha nombrado como bullying, no existe un discurso al respecto sino la sola intención de provocar mediante la enseñanza de imágenes crudas; y la no aplicación de filtro alguno contagia a la propia mecánica interna del relato, cuando la base del mismo -la complicada (que no compleja) relación entre la aparentemente dócil protagonista y su hermana iniciada- se construye a partir de la incoherencia y la incredibilidad desde los primeros instantes de su interacción, dotándose de (mucha) más importancia al brutal exterior antes que al desvencijado interior de sus caracteres. Julia Ducournau es insultantemente joven y demuestra maneras para la realización, pero necesitará reposar sus imágenes y (re)pensar, de cara a sus siguientes realizaciones -que no tardarán en llegar, dado su éxito en Sitges: premio Méliès d’Argent a la Mejor Película Europea, Mejor Película para el Jurado Carnet Jove y Mejor Director Novel-, si prefiere cuidar la construcción del contenido aun a costa de sacrificar parte de la carnaza por la que se siente volcada (y embelesada). Solo entonces canalizará la asertividad de su discurso en el seno de una radicalidad auténtica, hiriente y efectiva.
El festival de festivales del cine fantástico va llegando a su fin y seguimos disfrutándolo sin tiempo para el reposo. Y con la lluvia pisándonos los talones. Servidor no recuerda, en sus años de paso por la villa catalana, semejantes trombas de agua como las que, en días alternos, están encharcando las calles y acabando con las existencias de paraguas en las tiendas de accesorios -dependientes dixit-. Con lo bien que estábamos en manga corta paseando en paralelo a la playa mientras disfrutábamos de la numerosa oferta de merchandising que las casetas de comerciantes ponen a nuestro alcance. Menos mal que el tiempo acompañaría a la hora de cerrar el festival llegado el fin de semana, devolviéndonos así el placer de disfrutar de la merecida cerveza en terraza y con la debida compañía, que tanto nos merecimos después de estas intensas y maratonianas jornadas. Pero eso lo contaremos en la próxima y última entrada de repaso a esta edición de Sitges.