Blackhat, de Michael Mann

Póster español de Blackhat. Amenaza en la red

País: EE.UU.
Año: 2015
Duración: 133 min.
Director: Michael Mann
Guión: Morgan Davis Foehl, Michael Mann
Fotografía: Stuart Dryburgh
Música: Harry Gregson-Williams, Atticus Ross
Reparto: Chris Hemsworth, Tang Wei, Leehom Wang, Viola Davis, Holt McCallany
Productora: Universal Pictures / Legendary Pictures / Forward Pass
Página webhttp://www.blackhat-lapelicula.es/

 

CIBERNÉTICA ACTIONER

En un mundo hipertecnificado, donde la noticia se reproduce instantánea y la información emprende un viaje inmediato, el concepto de contaminación, de corrupción de esta propagación a través de la red, resulta un tanto incomprensible al común de los mortales. Acaso unos cuantos técnicos son capaces de interpretar semejante tránsito de bits, desde su origen en los dedos que golpean unas teclas hasta su reflejo en la pantalla de algún aparato situado en otro lugar; inoculando la implosión, incluso, de este mismo soporte. Por eso la opción con la que Michael Mann decide comenzar su particular recorrido por ese mundo paralelo de datos resulta tan sorprendente como ilustrativa; su adentramiento en los circuitos de lo desconocido, a la velocidad simulada de la luz, es el mareante vehículo con el que enseñar la destrucción tecnológica de nuestra especie, parida desde el interés. Su abuso en este trepidante viaje a ras de chip no es sino la representación física, a un nivel inexplorado, de la confrontación de una inteligencia que se presta a la destrucción; una inflamación de tensión y luces construida a partir de la propia tecnología informática, otorgando como resultado una curiosa y sin embargo espectacular paradoja.

Chris Hemsworth y Tang Wei en una imagen de Blackhat. Amenaza en la red

El problema -de difícil resolución- con el que se encuentra el director, una vez finalizada esta inesperada y radical solución de presentación, es dar continuidad a esta enrevesada materialización ideológica a la vez que integrar su particular virtuosismo visual en el interior de los resortes del thriller cibernético del siglo XXI, y acomodar el conjunto a la idiosincrasia de un cine comercial bien entendido (y entendible). Puede asumirse como un reto renovado, que impele a la más rabiosa modernidad, para una persona que ya asumió los nuevos estándares de filmación dentro de la industria, mediante el empleo (y la experimentación) con las texturas que aporta la cámara digital, puesta al hombro y con el objetivo sobre los nuevos focos criminales, sin perder por ello su identidad en el retrato de la figura ambivalente héroe-villano. Es por ello que la trama de la que se sirve sigue los patrones más usuales en sus películas, y consiste en la persecución de la supuesta entidad criminal, de raíz mafiosa y con un claro fin de enriquecimiento económico basado en el delito, por parte de un organigrama policial alejado de la transparencia (aquí personificado en la figura de un antiguo militar experto en hacking, exconvicto bajo supervisión del gobierno norteamericano a condición de su cooperación en el desentrañamiento del sabotaje a una base nuclear china). De nuevo una excusa para un despliegue técnico sin mácula, pero carente de la emoción verdadera que sí aportaban cintas como Collateral o, por supuesto, Heat.

Los personajes que pueblan el cine de Mann son fríos por definición, pero es posible extraer una honda lectura humana a partir de su comportamiento y relaciones con el resto de implicados en unos episodios por lo general turbios, normalmente a través del concepto de hermanamiento ante la adversidad, aun circundando la posibilidad de ejecución inminente y sin previo aviso. En Blackhat, ya sea por la incapacidad de un reparto no demasiado brillante, bien por la falta de sensibilidad en su dirección a lo largo de las (numerosas) secuencias de transición, esta peculiaridad se pierde por el camino, y es solamente la parte que concierne a la relación amorosa que se establece entre la pareja protagonista cuando puede observarse ese conato de ruda poesía del abandono, de romance roto antes de su propio comienzo, tan típico y solitario en su cine.

Una imagen de Chris Hemsworth en Blackhat. Amenaza en la red

Y sin embargo la panorámica general y nocturna de una ciudad repleta de rascacielos, de luces de neón que apartan momentáneamente de la inminente amenaza, permanece. Como una marca de estilo que avisa de la calma que precede a la tempestad, de ese instante de remanso y seguridad que se va a revelar falso con el cambio de plano, acompasado de los tambores de guerra que anuncian la explosión de una furia tan virulenta y compleja como perfectamente calculada por parte del realizador. Ahí están, hacia el tramo final del filme, un par de secuencias que bien pueden servir como justificación de toda la planicie narrativa y remedo argumental anterior, por cuanto suponen islotes de brillantez formal únicos, no ya en la cinta que nos ocupa, sino de todo el cine de acción mainstream actual. El montaje alternativo del plano medio, que confronta al espectador con el foco de la acción, junto al plano detalle de un rostro en tensión mortal, en combinación con la elección de un decorado idóneo para la aceleración de la escena (circular, en incierta perspectiva para el personaje que sostiene el arma; laberíntico entre cubos de chapa, donde el disparo parece derribar ya solo por el ensordecedor eco de su sonido), aderezado con un tempo detenido que simula ralentí pero que simplemente discurre bajo los parámetros de la incertidumbre, conforma un caramelo fílmico de difícil rechazo y enjundiosa degustación.

Una imagen de uno de los villanos de Blackhat. Amenaza en la red

En modo alguno puede considerarse a Blackhat como una película redonda. De hecho puede estar más cerca de resultar una experiencia decepcionante que gratificante. Tampoco ayuda su prolongada duración, ocupada entre momentos irrelevantes que no hacen sino complicar una trama que no era necesario complicar. Al final, la (no) tesis acerca de la hipertecnificación de nuestro entorno se desocupa a través de la gran baza de Mann, invariable, sólida, seca, brusca y de difícil imitación: la filmación más férrea y cercana posible del enfrentamiento entre seres que han de ocupar su tiempo en aquello que mejor saben hacer, aun poniendo en juego sus vidas. Las inquietudes de siempre con un menor gancho, reflejadas bajo una luz menos intensa.

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