Las mejores películas estrenadas en 2015
2enero 4, 2016 por Roberto García-Ochoa Peces
2015 acabó y nos lega otra vasta producción cinematográfica en forma de películas de muy diversa índole, con diferente recorrido y ambiciones. A continuación planteamos los diez títulos que, bajo el criterio del que esto suscribe, son los que más altas cotas de calidad han planteado entre todos los estrenos comerciales del recién terminado año. 10 maravillosos filmes, distintivos de algunas corrientes actuales y valiosos per se, sobre los que merece la pena detener la mirada.
10 – Langosta (The Lobster, Yorgos Lanthimos; Grecia, 2014)
La última película de Yorgos Lanthimos plantea una cruel distopía donde los seres humanos estamos condenados a vivir en pareja; la soltería es perseguida y castigada con la reclusión en un internado, donde «corregir» semejante desviación. Una representación que, en realidad, no dista demasiado del mundo en el que vivimos, cada vez más tecnificado y por ende deshumanizado, atroz y controlador del extravío de la norma. Y la única manera de templar esta metáfora de nuestra sociedad es a través de la conjugación del amor verdadero, ese que sólo puede obtenerse con el chispazo de una mirada, acaso más pura cuanto más ciega. Otra nueva y original propuesta del realizador griego, que se confirma entre la élite de lo diferente tras los (también) contundentes avisos que dictó en Canino (2009) y Alps (2011).
9 – El puente de los espías (Bridge of Spies, Steven Spielberg; EE.UU., 2015)
Steven Spielberg es un fiel sinónimo de garantía (salvo contadas excepciones que confirman la regla). Y para su última realización ha contado con la ayuda de los respetados hermanos Coen a cargo del libreto, lo cual le aporta un plus de seguridad. Y sin embargo -y aunque el guion resulte sólido e intrigante en su seguimiento de la peligrosa aventura en que se sumerge un noble abogado americano, reconvertido en espía por la (fría) causa de la justicia que dictamina su país- si por algo destaca su última cinta es por el sosegado discurrir de la historia, la certeza y reparto de los momentos de gravedad, la elegante sobriedad y precisa disquisición en el aspecto fotográfico de cada plano. En suma, por la maestría en la composición narrativa de su autor, fruto del buen trabajo y la virtud que sólo otorga la experiencia de los grandes maestros.
8 – Mad Max: Furia en la carretera (Mad Max: Fury Road, George Miller; Australia, 2015)
La esplendorosa recuperación de la franquicia, gloria de una cinematografía australiana que se demostró capaz de equipararse al cine de gran aparato norteamericano de los años ochenta, de manos de su principal artífice, el ahora septuagenario George Miller. Nadie se atrevería a asignar semejante senectud a un director que demuestra más brío, capacidad y adrenalina detrás de las cámaras que la última promesa indie. Conseguido ejercicio de milimetrada espectacularidad con fijación por el detalle insalubre, que loa el escapismo y envuelve una crítica acerada (y visionaria) contra la ranciedad del totalitarismo. Cine de altos vuelos, hecho desde las vísceras y manteniendo en perspectiva la función última de toda feria que se precie de serlo: el entretenimiento viril.
7 – Whiplash (Damien Chazelle; EE.UU., 2014)
Una de las cintas revelación de la pasada temporada fue sin duda Whiplash. Dirigida por el desconocido Damien Chazelle (quien había firmado Guy and Madeline on a Park Bench en 2009 así como los guiones de Grand Piano y la segunda parte de El último exorcismo), se trata de una obra radical en su puesta en escena, que lleva al extremo el complejo ideario de la cultura del esfuerzo en pos de la consecución del éxito de la mano de un inocente joven que ha de enfrentarse a su profesor en la escuela de jazz (diabólico e inconmensurable J.K. Simmons). Un puro crescendo cinematográfico repleto de aciertos y que engancha como esa canción que escuchas una vez y no puedes quitarte de la cabeza, hasta asumir la perfecta sincronía. Droga dura y venenosa para los sentidos.
6 – Puro vicio (Inherent Vice, Paul Thomas Anderson; EE.UU, 2014)
El nuevo largometraje de Paul Thomas Anderson, la nueva maravilla del realizador californiano. En esta ocasión se sirve de la novela homónima de Thomas Pynchon para entregar un inusitado ejercicio de cine negro que se nutre del alucinado ambiente del hippismo americano de finales de la década de los sesenta así como de una forma cómica plenamente consciente y que utiliza la broma como engarce intertextual, con el objeto de acometer una renovación genérica tan deslumbrante como enredada. Un disparo sin cesar de personajes frikis pero con pleno sentido dentro de una narración en forma de capas superpuestas de sucesos accesorios que, contaminada del humo atmosférico, los relaciona y habla del apriorismo de una época donde el sentido de la justicia se difumina en favor del amor libre y el regusto de la última calada.
5 – El club (Pablo Larraín; Chile, 2015)
Cinta chilena que aborda el peliagudo tema de los abusos por parte de sacerdotes de la Iglesia Católica, y que se alzó con el Gran Premio del Jurado en el Festival de Berlín. En torno a este acto ruin, cruel e inmisericorde, efectuado en el marco del individuo y extensible hacia el colectivo, se constituye una película seca, concisa y directa, sin asomo de sensacionalismo y formalmente parca, en consonancia con su relato. Un soberbio ejercicio de verismo cinematográfico, planificado desde la tranquilidad pero absolutamente devastador, inquietante en su recorrido y desesperanzador en su mensaje, que pretende incomodar porque la verdad de las cosas no puede encararse con tibieza sino con implacabilidad. Un asomo al precipicio de la inmundicia humana, que está más próximo de lo que imaginamos. Cine de terror sin destilar. Crítica completa.
4 – It follows (David Robert Mitchell; EE.UU., 2014)
Recuerdan los momentos más terroríficos de It follows a ciertos parámetros del cine de Lucio Fulci, no por una representación gore del más allá sino por una concepción manifestada del mal de todo punto espeluznante, con el (agradecido) añadido de no recurrir al impacto audiovisual que pretende asustar, sino a una elaborada construcción del plano -en algunas ocasiones con giros de 360 grados, para indagar en la localización de la perenne amenaza- con el fin de transmitir sensaciones más que inquietantes sobre el espectador, configurando el horror en modo cíclico. Su conjunción con las líneas de sintetizador ochentero made in Carpenter (la figura más reverenciada, también en lo visual) hacen que David Robert Mitchell entregue la cinta de género de la temporada y firme candidata al culto en el futuro. Crítica completa.
3 – Aguas tranquilas (Futatsume no mado, Naomi Kawase; Japón, 2014)
Amami-Oshima, una (preciosa) isla cualquiera en Japón. Kaito, un joven callado y cuyo constante enfurruñamiento exterior parece esconder un secreto inconfesable de su interior, y Kyoko, una joven apasionada y de plausible vitalidad a pesar de la desoladora enfermedad terminal que acusa a su madre. Elementos mínimos pero con la suficiente fortaleza ficcional como para que la demostrada capacidad expresiva de la japonesa Naomi Kawase vuelva a brindar resultados de una belleza incólume. La vida, sus luces y sombras, plasmada en 120 minutos de lúcida y elocuente serenidad, donde reposar la mirada y disfrutar de esos pequeños grandes momentos de relaciones humanas que conforman nuestra existencia. Yasujiro Ozu estaría orgulloso.
2 – Qué difícil es ser un dios (Trudno byt bogom, Alexei German; Rusia, 2013)
Epopéyica adaptación de la novela de los hermanos Strugatskiy, Hard to be a god es el inabarcable epitafio fílmico del realizador ruso Alexei German, fallecido en 2013; un proyecto perseguido durante cincuenta años, abordado en trece y que, a la postre, tuvieron que rematar su mujer e hijo. Se trata de un viaje absolutamente inmersivo, un descenso al infierno de otro lugar que, alegóricamente, apunta de forma indisimulada a nuestro pasado con el temor involutivo de nuestra especie como telón de fondo: el ser humano rebajado a su más baja estofa. Pero, sobre todo, es una obra de arte monumental como pocas se hacen hoy. Una experiencia fascinante y dolorosa, sin duda desconcertante y difícil de someter a un estricto raciocinio, pero íntegra y cercana a la perfección. Crítica completa.
1 – The Assassin (Hou Hsiao-Hsien; Taiwán, 2015)
No ha aparecido una película como The Assassin en este 2015. Algunas pueden acercársele en su exacerbado preciosismo visual, pero ninguna ostenta la extrema delicadeza, la dolorosa sensibilidad y la inquietante manifestación de poderío cinematográfico que esta ostenta. El realizador taiwanés Hou Hsiao-Hsien ha entregado la historia de una asesina -inmiscuida en los líos políticos en pos del poder en los clanes de la China del siglo IX- de tal manera que el relato concreto deje de tener importancia y esta la asuman las estilizadas imágenes recorridas por el halo fantasmal que eleva a la protagonista por encima de lo mundano, el suave viento que mece los tejidos de la corte a la que amenaza y los límpidos paisajes que bañan de belleza las batallas casi invisibles que acomete. No importa si se adhiere o revoluciona el denominado género wuxia: esto es la constatación del poder del cine como arte total.
Tomo nota, y coincido con «El club»!
Muchas gracias, Darío. ¡Ya me dirás qué te parecen el resto!